La vía de agua se abrió en octubre del 2006, cuando el grupo Marsans vendió la compañía española Pullmantur a la norteamericana Royal Caribbean. Los nuevos dueños de la que era la principal operadora de cruceros en Cuba decidieron suprimir de golpe las escalas en la isla, en cumplimiento de las leyes del embargo estadounidense. El resultado de la decisión, sumada a ciertas críticas de Fidel Castro a ese tipo de turismo, es el naufragio del negocio de los grandes barcos de recreo en la mayor de las Antillas. Seguir leyendo noticia Hasta hace año y medio, Pullmantur y algunas otras empresas más modestas venían ignorando o sorteando sin problemas el bloqueo marítimo de Estados Unidos a Cuba, incluido un artículo de la ley Torricelli (1992), que prohíbe atracar en puertos norteamericanos a todo aquel barco que haya recalado en la isla en los seis meses anteriores: una norma diabólica teniendo en cuenta que Miami es puerto base para la mayoría de las embarcaciones que hacen cruceros por la zona. En cuanto la Royal Caribbean se hizo con la compañía española y acató religiosamente el embargo, el subsector turístico en cuestión se fue a pique en las costas cubanas. De los 102.440 pasajeros que habían atracado allí en las 122 escalas registradas en el 2005 se pasó a 11.000 pasajeros y 23 escalas en el 2007. Y la perspectiva para este año no es mejor: en los primeros cuatro meses (temporadas alta y media) sólo se esperan diez escalas de barcos a cargo de compañías que no se rinden, según cifras oficiales: mera calderilla para un negocio que en los buenos tiempos dejaba una ganancia de 15 millones de dólares. "Esto está parado", dijo hace días el jefe de la empresa cubana que administra los cuatro puertos de crucero de Cuba (Aries), José Antonio López. El directivo habló así durante una visita con periodistas a la desolada terminal de La Habana, donde las tiendas que hace un par de años no paraban de vender botellas de ron y cajas de puros aparecen hoy cerradas a cal y canto. "Todo el mundo quiere venir aquí; las principales compañías están interesadas. Pero nadie se atreve", lamentó López, que obviamente atribuyó la situación al bloqueo. Los medios afines a los grupos anticastristas de Miami ofrecen naturalmente otra versión. En ellos se atribuye lo ocurrido a las declaraciones que Fidel hizo en mayo del 2005 al referirse al negocio de los cruceros y sus efectos en la isla: "Vienen hoteles flotantes, restaurantes y teatros flotantes, diversión flotante. Visitan los países para dejarles la basura, las latas vacías y los papeles por unos cuantos miserables centavos", afirmó el líder cubano. En agosto de ese año, La Habana decidió revertir al Estado los servicios portuarios que la sociedad mixta italo-cubana Cubanco prestaba hasta entonces a los cruceros; el contrato había expirado y el Gobierno declinó renovarlo. En Miami la medida se relacionó directamente con las palabras pronunciadas por Castro tres meses antes. Pero, interpretaciones interesadas aparte, las cifras oficiales indican que la reducción del negocio en el 2006 fue insignificante en comparación con la caída provocada por la venta de Pullmantur: el año siguiente al de las declaraciones de Fidel y el decreto del Gobierno, la industria siguió incluso boyante, con un volumen de 90.000 pasajeros. Más en general, el impacto del embargo sobre el turismo en Cuba es incuestionable. La pregunta ahora es si el relevo presidencial en EE. UU. cambiará el panorama. No hay un optimismo desbordante. De momento, muchos viajeros cambian de rumbo. Fuente: La Vanguardia
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