
Hubo fiesta en la ciudad de Manzanillo. Anoche celebró aquí su centenario Rafael Verdecia Benítez, integrante del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra junto a cuatro de sus hijos en 1957 y 1958. En diálogo con la AIN, el anciano se declaró feliz por los éxitos de la Patria que ayudó a cimentar, y deseó salud y suerte para Fidel, máximo líder de la Revolución. "Que Dios le dé a él la misma cantidad de años que me ha dado a mí, o algo más, porque él se merece eso y mucho más; lo bueno que tenemos lo tenemos por él", subrayó. De mediana estatura, cuerpo delgado y verbo todavía enérgico, Verdecia Benítez relató pasajes de la Guerra de Liberación Nacional, y recordó pláticas con Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Celia Sánchez Manduley, Juan Almeida Bosque y otros héroes de la última gesta libertaria de Cuba. Precisó que comenzó a colaborar con el Ejército Rebelde siguiendo los pasos de su hija Eugenia (Geña), quien pertenecía al Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Geña (1933-1979) estuvo entre los primeros luchadores clandestinos que contactaron con Fidel y otros expedicionarios del yate Granma en diciembre de 1956, en Cinco Palmas, actual municipio de Media Luna, agregó. Dijo que otros hijos incorporados al Ejército Rebelde fueron el comandante Rafael y los capitanes Porfirio y Ángel, este último muerto en combate en 1958, ascendido póstumamente a comandante y recordado entre los más valientes y audaces de la guerrilla. Verdecia Benítez recibió los grados de capitán al terminar la guerra. Permaneció en las Fuerzas Armadas Revolucionarias hasta 1960, y luego trabajó en el sector agrícola. Comentó que nació el 17 de marzo de 1908 en tierras arrendadas en Vega Grande, paraje serrano perteneciente ahora al municipio de Bartolomé Masó, provincia de Granma. Agregó que el padre, combatiente contra el dominio colonial de España, tuvo 10 hijos y en 1916 compró terrenos en el barrio de El Cerro, en la misma comarca. Comentó que no pudo estudiar y que su escuela estuvo en oficios tan rudos como los de carretero y minero. No olvida los años cuando, en carretas, bajaba café de la Sierra Maestra, y llevaba mercancías desde la ciudad de Manzanillo hasta varias bodegas del lomerío, incluidos puntos tan intrincados como Cayayal y Providencia.En la familia hay tradición de longevidad, pues la abuela paterna, Rafaela Tamayo, duró 115 años, y la materna, Fidela Benítez, llegó a 105, explicó sin esforzar la memoria. No niega que antes fumaba tabacos y cigarros, y de manera esporádica tomaba ron; pero aconseja "no desperdiciar el tiempo en guaperías ni borracheras". El buen apetito y el trabajo físico fortalecieron este cuerpo, que no se deja vencer por enfermedades propias de la edad, ni por huellas de roturas accidentales de pierna, clavícula y costilla. Tampoco resulta muy notable el efecto de una desviación, también accidental, en la columna vertebral. En la celebración, participaron representantes de diversos sectores sociales y descendientes del anciano, quien camina apoyado en un bastón, sigue siendo incansable conversador y tiene buena memoria. Sonriente, Rafael exhibió en elegante guayabera varias medallas que avalan sus méritos patrióticos. La prole incluye a nueve hijos, de los cuales cinco están vivos; 22 nietos, 36 bisnietos y una decena de tataranietos. Entre besos, abrazos, fotos, brindis, regalos y felicitaciones, Rafael Verdecia Benítez afirma que quiere llegar a 120 años de edad, y que su secreto consiste en hacer bien a los demás, como le enseñaron sus mayores. Fuente: Granma
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