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El retablo del Conde Eros, título más reciente de Eliseo Alberto Diego

Homenaje literario a La Habana “oscura”, “Quería rendirle un homenaje a los malos escritores”, a decir del escritor cubano. La obra surge del conocimiento de un periodista que escribía obras porno.

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Este artículo es de hace 15 años

De La Habana de los años 50 del siglo XX, la Cuba prerrevolucionaria de la que tanto se habló como escenario de la depravación capitalista, Eliseo Alberto entresacó las historias de su más reciente novela, El retablo del Conde Eros (Planeta, 2008), si bien mucho de lo narrado está vinculado con la vida familiar. “La novela surge de un episodio que supe por mi familia y también del conocimiento de un hombre al que quise mucho, que vivió en La Habana, un periodista, escritor de obras porno o semiporno, que firmaba con el seudónimo del Conde Eros, un escritor sin suerte alguna.” El protagonista de la novela, sin ser su vida la que se cuenta, lo conoció como corrector de estilo, un amante de las letras, lector infatigable y… un escritor menor, pero muy correcto: el hombre que le enseñó a poner las comas y a usar bien los gerundios, quien murió en La Habana, en una soledad muy grande, aun cuando “a nadie hizo daño su pecadora inocencia”. “Quería escribir una novela para rendirle homenaje a los malos escritores, a los autores voluntariosos pero sin suerte, que tienen también mucha importancia, según mi punto de vista, pues pienso que no hay literatura nacional sin los malos escritores. “Por supuesto los buenos tienen otra realeza y otro rango, pero esos escritores de abajo consiguen gente que los lee, los siguen y se acostumbran a leerlos y ellos mismos también son lectores potenciales de la buena literatura.” El mundo de la ópera y las zarzuelas, donde la familia de Eliseo Alberto —colaborador de MILENIO Diario— tenía mucha relaciones, se aparecen en una historia que pretende convertirse en una especie de reconocimiento a la noche, a La Habana oscura y pecaminosa, en la cual se movían personajes que eligieron la mentira como un camino difícil para llegar a una verdad, a una alegría, a un espejismo de felicidad. “Eso es una elección y toda elección es un camino a la libertad: tú eliges vivir de una manera y la sola elección es un hecho libertario. Toda mi literatura, buena, mala o regular, está basada en la creación de personajes sobre quienes vale la pena contar su vida: la historia de hombres sin historia, es mi interés literario.” Quizá por ello, Eliseo Alberto confiesa que sus obras están llenas de feos, de gordos, de gente sin mucha gracia visible: de pobres diablos que se acompañan por la vida: una tropa de prostitutas, de homosexuales, de mentirosos, que establecen una alianza solidaria para que la vida sea un poquito más pasajera y, si se puede, incluso placentera. Los antihéroes Los personajes de El retablo del Conde Eros forman parte de un teatro de variedades de quinta categoría, seres que no despiertan tanto interés a nivel general, si bien en su caso son los que más le importan: le interesan más los cobardes que los valientes, los feos que los guapos, los tristes que los felices, los pobres que los ricos. “Uno de los temas de la novela pudiera ser el de la redención, como en otras novelas mías ha sido el tema del perdón. El episodio que narro sucedió a mediados del siglo XX porque quería hacer una novela diferente en relación con las anteriores. Me propuse una novela histórica, que sucede a mediados del siglo pasado, a lo mejor porque soy un escritor al que le da pereza ponerse a investigar, por ejemplo, qué películas se exhibían en aquellos años y prefiero abrir el periódico y ver qué películas se ponen ahora.” Sin embargo, lo que más le interesaba a Eliseo Alberto era escribir una novela ajena a lo político, de una Habana de la cual tengo recuerdos remotos: una sociedad “republicana, putañera, prerrevolucionaria, además de insertar la novela en una tradición narrativa de la literatura cubana que hace regresar a los años 50 con mucha fuerza”. Sin ser una novela rigurosamente histórica, los datos se convierten en pinceladas, se trata de una historia que sólo era posible en esos años, bajo el convencimiento de que lo que tiene que decir en el ámbito político prefiere hacerlo “en términos mucho más simples, como el ensayo o el periodismo”. “Para lo que tengo que decir en la política prefiero la tribuna del periodismo y que la ficción me quede un poco despejada de esos requerimientos intelectuales”, concluye el escritor. Fuente: Público

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