La historia de Cuba comenzó hace al menos seis milenios —o antes—
cuando navegantes de embarcaciones movidas por remos arribaron a la
Isla, procedentes del norte o del sur del continente americano.
La Mayor de las Antillas recibía probablemente por aquella época a
los primeros seres humanos que pisarían sus tierras. La exploración de
nuevos territorios en busca de otras fuentes de recursos naturales
promovía la migración, igual que ocurrió en toda la historia de la
evolución humana.
Como testimonio de aquellas estadías originarias, llegan hasta
nuestros días algunas pruebas materiales, entre esas restos humanos, de
animales y herramientas. Interpretarlas, para acercarse al conocimiento
de nuestra más larga etapa histórica (alrededor de 6 000 años antes del
presente), conforma el quehacer de la arqueología aborigen.
Esta ciencia no solo centra su mirada en el objeto tangible,
concentrado en un resto óseo o lítico, sino también encamina sus
perfiles al ente biológico y social al que perteneció esa materia, y
mucho más: indaga sobre el proceso de formación y desarrollo de
aquellas primeras comunidades.
El resultado de esas investigaciones debe llegar pronto a la
sociedad, destinataria fundamental de cualquier avance científico,
pero, en ocasiones, diversas circunstancias conspiran contra este fin,
entre ellas la complejidad del lenguaje especializado, capaz de hacer
ilegible el mensaje al más perspicaz de los receptores no expertos.
Tal es el caso de las denominaciones utilizadas hasta ahora para
clasificar a los primeros habitantes de la Isla. La diversidad de
nombres, solo «traducibles» por expertos, impide la comprensión. Para
solucionar esa dificultad, y asimismo transmitir los nuevos avances de
esta disciplina en el país, investigadores del Instituto Cubano de
Antropología, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente,
proponen una nueva periodización y nomenclatura para los grupos
aborígenes de Cuba.
«La idea es contar con una clasificación que esté basada en etapas
históricas y no en actividades económicas, aspectos sociales o
etnológicos», subraya Ulises González Herrera, jefe del Departamento de
Arqueología de la mencionada institución y participante en la nueva
propuesta.
«Hemos definido dos etapas: la Sociedad de Apropiadores pretribales
y la de Productores tribales. En la primera contextualizamos al hombre
temprano (más de 3 000 años antes del presente, A.P.), al medio (de
entre 3 500 años A.P. hasta el siglo XVI de nuestra era) y al tardío
(de alrededor de 2 000 años A.P. y hasta el siglo XVI de nuestra era).
La segunda, con un solo período, abarca desde unos 1 500 años A.P.
hasta los primeros siglos coloniales.
Según explica el investigador, la propuesta de nueva periodización y
nomenclatura de los aborígenes cubanos se sustenta en tres factores: en
el concepto filosófico de Formación Económico Social; en similitudes de
los grupos humanos que vivieron en los dos períodos, y en el registro
arqueológico.
«Nos basamos en la organización social, indicador que describe el
desarrollo esencial de estas sociedades en un momento dado», añade.
Las relaciones de propiedad en ambos períodos son comunitarias, pero
en la Sociedad productora tribal tienen establecida la propiedad sobre
el territorio que habitan, aclara González Herrera. «Esto determina que
las relaciones sociales de producción sean muy diferentes en una y en
la otra. El período más confuso y menos estudiado es el de
transculturación, en el que se funden biológica y culturalmente ambas
sociedades comunitarias. Esa es la imagen que ven los cronistas cuando
llegan a Cuba y a las Antillas», argumenta el investigador.
El estudio de una ciencia impone clasificaciones y estas deben ser
comprensibles para las personas en general, especialmente cuando se
trata de conocimientos históricos, debido a su incidencia social y a
que generan identidad; no son simples nombres.
«Las denominaciones que se utilizan actualmente son disímiles. El
receptor no especializado desconoce qué tipo de aborígenes son
clasificados como siboney, guayabo blanco o cayo redondo, protoarcaico
o arcaico. El exceso de nombres provoca un rechazo al tema», refiere
José Jiménez Santander, director del Museo de Historia Natural de
Santiago de Cuba, otro de los participantes en el proyecto sobre las
nuevas nomenclaturas.
«No se trata de criticar a los autores que establecieron esas
clasificaciones; ellos hicieron lo que correspondió en su momento. Pero
la ciencia avanza y los conceptos se modifican. Nuestro objetivo es
tratar de lograr un consenso nacional, para que todos utilicemos la
misma nomenclatura y así facilitar el nivel de comprensión sobre esta
temática. Hemos transmitido esta propuesta a todas las instituciones
relacionadas con la arqueología en nuestro país», aclara.
Para el doctor Enrique Alonso Alonso, investigador del Instituto
Cubano de Antropología y uno de los principales impulsores del nuevo
proyecto, «también es importante organizar una nueva nomenclatura
porque las cartillas que recogen los datos de las excavaciones, las
discusiones teóricas y la historia que se escribe, se hacen basadas en
diferentes clasificaciones.
«Pienso que todos los científicos estamos preparados para aplicar
una nueva nomenclatura y que la sociedad cubana está necesitada de que
tenga lugar este acuerdo entre nosotros», opina el investigador.
Primera parte de la Historia de Cuba
Explicar cómo fue la vida de los primeros habitantes de Cuba es lo
más importante. «Hay muchos errores en la comprensión de esa parte de
nuestra historia», subraya el doctor Alonso.
«Es necesario que pueda entenderse el papel desempeñado por aquellas
poblaciones, que habitaron la Isla durante miles de años antes de la
conquista hispánica, en el devenir de nuestra nación. Desde que Colón
llegó a Las Américas hasta la actualidad solo han transcurrido algo más
de 600 años».
«Queremos promover un paso de avance en ese sentido y, además,
puntualizar bien lo que no está totalmente demostrado, para que las
investigaciones puedan encaminarse a resolver los problemas e
incógnitas que todavía persisten.
«Hemos escrito una versión de la historia de los aborígenes de Cuba,
organizada de acuerdo con la nueva clasificación. Abarca los 6 000 años
iniciales de presencia humana en la Isla y explica cómo era la vida de
los aborígenes que vivieron en la Sociedad de apropiadores pretribales
y tribales.
«Hablamos de cómo era su economía, organización social, costumbres y
relaciones con la naturaleza. Nuestra idea es que este se convierta en
un manual de consulta para todos los educadores, no en un libro de
texto», concluyó el científico.
Fuente: Juventud Rebelde