
Fina García Marruz, esa gran dama de la lírica cubana, cumple 85 años de luminosa existencia. Para un temperamento más bien dado a los espacios interiores, al sosegado transcurrir, a la intimidad fructífera, todo el ruido y las luces que inevitablemente traen consigo semejante aniversario, representarán quizás un extrañamiento, un accidente, pues Fina ha preferido siempre el silencio y la suave semipenumbra. Y mucho de eso hay en su poesía, cartografía peculiar que nos descubre a una mujer tranquila, pero intensa; de delicada sensibilidad, pero también de carácter invencible; humilde, quizás; pero consciente de su grandeza. Desde sus primeros poemas, escritos en la temprana juventud, Fina ha rehuido de la frase vacía y grandilocuente, de la metáfora artificiosa y la estructura prepotente. Prefirió siempre una sencillez elaborada, que no se entrega demasiado fácil al lector, pues precisa cierta comunión y complicidad. Fina siempre está en sus poemas y esto puede parecer una obviedad, pero es que en su caso particular uno siente que la poetisa nunca abandona la conciencia de su ser, de su identidad, de su naturaleza y su verdad. Poemas, de 1942; Transfiguración de Jesús del Monte, de 1947; Las miradas perdidas, de 1951; Visitaciones, de 1970; Créditos de Charlot, de 1990; Los Rembrandt del Hermitage, de 1992; Viejas melodías, de 1993; Nociones elementales y algunas elegías, de 1994; la Antología Poética publicada en 1997, entre otros poemarios más recientes y poemas que han aparecido en revistas y antologías múltiples; toda esa obra, valiosa y significativa para varias generaciones de lectores, resume compromiso y coherencia. A algunos, quizás, no parecerá demasiado abundante. Pero Fina, como hemos dicho, prefiere callar y solo saca a la luz los versos esenciales. Y además, su obra poética trasciende los poemarios, pues su excelente ensayística, su prosa de altísimo vuelo y de profundos asideros, desbordan poesía, fina poesía, en el más literal sentido de la palabra. Fina García Marruz, la integrante del grupo Orígenes, asidua colaboradora de esa mítica revista; la estudiosa preclara y fidelísima de Martí; la mujer digna y consecuente ha recibido los más importantes reconocimientos de la literatura cubana. Pero ella nunca ha necesitado premios para probar la grandeza de su poesía. Basta con uno de sus poemas.
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