Cobijada en el verso como eco armónico del
corazón, la joven poetisa cubana Liudmila Quincoses estremeció la
última jornada del Tercer Festival Internacional de la Poesía en la
Feria del Libro de Buenos Aires.
Desde un escenario íntimo con el público que abarrotó el
Rincón de la Lectura del porteño predio La Rural, Quincoses puso
dicción y lirismo a poemas de sus obras Los territorios de la muerte,
Plaza de Jesús y al volumen inédito Libro de espera.
"Agradezco a los organizadores este festival luminoso en
tiempos de globalización y dictadura de lo material", declaró la
talentosa juglar caribeña, quien no descansó su voz de colores y de
clamar por los "espíritus que me acompañan, en especial de los grandes
poetas".
Con verbo cadencioso que hacía asomar su cuna campestre,
Quincoses fascinó al auditorio al leer sus composiciones Anima sola,
Condenado hombre e Invocación a la noche.
En un intercambio con la platea reconoció que "mientras
escribía pensé que podría escoger mi muerte, pero también conocer de la
vida".
Relató momentos inolvidables cuando los vates participantes
en el evento visitaron la cárcel de mujeres de Ezeiza y "las internas
nos escucharon como buscando el disfrute de la libertad en nuestra
palabra".
Cuando parecía que todo acababa, más poetisa que nunca
Quincoses hizo alusión a su obra inédita Libro de espera, pletórico de
"versos que brotaron durante mi embarazo".
Tras apagarse su voz, el joven argentino Mario Andrés Caparra
leyó sonetos de su más reciente publicación: Último tango en parir y
anticipó material del poemario Sueyro y yo, de inminente aparición.
Luego hubo recitales seguidos de los también nacionales Julio
Bepré, Arturo Carrera, Juan García Gayo, Rosa Machado, María del Carmen
Marengo, Miguel Márquez (Venezuela) y José Javier Villareal (México).
A esta tercera edición asistieron bardos de Canadá, Cuba, España, Portugal, Venezuela, Paraguay, México, Turquía y Chile.
Estrofas del reconocido poeta y artista plástico argentino
Hugo Padeletti cerraron las cortinas del festival y de un género que el
Premio Cervantes de las Letras 2007 Juan Gelman definió como "árbol sin
hojas que da sombra".
Fuente: Prensa Latina
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