| 10/06/2008 - 12:29pm (GMT-4)
Raúl Torres colmó todos los espacios que lo distanciaban de su público
tras varios años de ausencia. Regresó lleno de canciones y de ideas.
Llegó arropado de temas reales sin dejar tras ellos aquel aire
intimista y cercano que lo caracteriza. El cantautor se hizo acompañar esta vez de Pablo Milanés y llenaron
este domingo cada resquicio del capitalino Teatro Mella. Ambos, viejos
conocedores de la trova y con una amistad de 20 años, hurgaron en la
obra más familiar de Torres y también exploraron aquellos títulos menos
conocidos, donde el autor conjuga emociones y experiencias vividas. «Sin dudas, Raulito es uno de los mejores compositores de Cuba»,
dijo Pablo al iniciar el concierto y fue presentando las 16 canciones
de un disco «acústico» en el que ambos interpretan títulos del trovador
matancero. Así discurrieron los temas, entre la voz cálida de Pablo y la
timidez expresiva de Raúl, y acompañados del guitarrista Jesús Cruz. Distancia amarga fue el preludio y Novilunio de luz se
adueñó enseguida del teatro; luego, una canción con nombre de mujer,
sentida hasta lo más hondo y más allá de una mítica danza: Giselle. Para nuestro placer aún quedaba Hojarasca
y la melodía de aquella que espera en la terraza: «a que venga su
bohemio y la lleve»; una historia de amor idílico y de tristezas
postergadas. Liviana llegó suave, delicada como ella misma y dio paso a Nevasca. Después se impuso un tema para el que Pablo solo tuvo una palabra que es a la vez nombre: Sensitiva. Raúl, con evocaciones de blues, le dio sonoridad a Príncipe sediento,
un título plagado de nostalgias por una tierra excepcional, cuya letra,
compuesta por su hermana Elba Torres, devino una de las mejores maneras
de homenajear al poeta matancero José Jacinto Milanés. Como buenos músicos no omitieron temas de antaño, aquellos que siempre se reclaman. Volvieron sobre los pasos de Candil de nieve, unieron su amistad para entonar Nítida fe y hablaron del desamor y las ausencias con Se fue. Para los asistentes significó un momento exclusivo la llegada de Regrésamelo todo.
El canto a la añoranza, a las pequeñas cosas, al sentimiento frente al
vacío y a todo lo que cabe en el equipaje de un adiós, tomaron
dimensión especial cuando, al calor de nuevos acordes, Pablo entonó la
melodía y el público coreó la conocida letra, escogida también por Ana
Belén para su disco Peces de ciudad. La idea del concierto era un proyecto acariciado por Raúl Torres y
Pablo Milanés desde hace mucho tiempo. Significaba una manera de
transmitir la cordialidad de las «descargas» que habían compartido.
Milanés insistió en llevar a escena los temas de Torres, un tanto para
«hacerle honor al trabajo que ha hecho este compositor cubano y que el
público desconoce en gran medida». La velada trascendió también por las nuevas sonoridades. La guitarra
de Jesús Cruz fue un aderezo sustancial para dotar de sensibilidad a
las interpretaciones. «Ellos tenían ya todo el trabajo y habían logrado
perfectamente la magia que querían. Yo fui el último en llegar y tuve
muy poco tiempo para estudiarme las partituras, pero me metí dentro y
creo que al final salió. «Esta es la segunda ocasión en que estamos juntos. Hace un tiempo
tuve el privilegio de acompañar a Pablo, pero creo que ahora es un trío
maravilloso y me gusta mucho lo que sucede», añadió Cruz, quien además
tuvo varias intervenciones con la armónica durante el concierto. Una vuelta al juego con las voces definió esta presentación, donde
primaron las canciones a dúo y el acompañamiento a segunda voz; lo cual
encuentra ecos en la producción discográfica que ambos han culminado y
que incluyó un DVD. Al decir de Milanés, en el nuevo CD «hay de todo y también una
modernidad increíble. Aquí se expresan cosas que están pasando hoy en
día y que los jóvenes cantan igualmente. Tratamos de sintetizar toda la
música universal en las canciones de Raúl, que a su vez son
universales». Aunque la velada se hizo corta para quienes esperaban degustar más
temas de los cantautores, los casi 60 minutos que duró el concierto
fueron en muchos sentidos trascendentes. La ovación cerrada tras el retorno de Yolanda y El breve espacio,
de Pablo Milanés; la empatía musical que crean los dos intérpretes, que
supera edades y gustos; así como su arte de decir, permitieron validar
que la buena canción persiste ante composiciones pedestres y atrapa,
ineludiblemente, todos los espacios posibles. Fuente: Juventud Rebelde