Gustav es sinónimo de peligro y devastación en este extremo de Cuba, pero para Doralba Docourt, una pinareña de 40 años, representa la alegría de una nueva vida en medio del huracán. Los vientos del meteoro categoría cuatro en la escala Saffir-Simpson, la sorprendieron en el cubículo habilitado para las cesáreas en el Hospital General Comandante Pinares de San Cristóbal, a 80 kilómetros de la capital cubana. La destrucción parcial de ese local a consecuencia del vendaval, superior a los 300 kilómetros por hora, obligó a los galenos al rápido traslado de la gestante para uno de los salones de operaciones de ese centro de salud. "Fue un momento muy difícil, tenía mucho miedo por la furia del ciclón y la llegada del bebé" afirma la mamá del pequeño. Recuerda que las rachas de gran intensidad se sintieron en toda la edificación, "la electricidad faltó unos instantes, las personas se movían de un lado a otro protegiendo todo cuanto pudieron ante los embates del meteoro". Pese al riesgo alrededor de las 12 de la noche del 30 de agosto nació su niño, y a pocas horas del feliz desenlace, agradece a los que preservaron su vida y la de su hijo. Para Doralba, Gustav es hoy mucho más que viento y lluvia, es "la luz de una nueva vida". Fuente: Prensa Latina
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