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Una bata cubana de finales del siglo XIX atrae con su hálito seductor a las habaneras, en el centro histórico de la capital, envuelta en el aroma de una época en que la moda imponía un vestuario en conflicto con el calor. Confeccionada en Francia, en hilo y satén, la prenda permitía a las damas de la época liberarse a solas del martirio del corsé y la armazón de los miriñaques, un sacrificio cotidiano para lucir un talle de avispa como mandaban los cánones vigentes. La bata, ligera y holgada, les brindaba una pausa para respirar a sus anchas, sentir en la piel la brisa del trópico, fluyendo libre, ascendiendo desde los patios coloniales donde las fuentes y la vegetación imprimían su huella de frescura. Los museos y galerías de la ciudad antigua son una tentación permanente para bucear en la historia de la isla, como lo ilustra también la coleccion de vajillas coloniales exhibidas en ese recinto, como parte de las celebraciones por el Día Internacional de los Museos. Las piezas, de virtuosa manufactura, y provenientes de prestigiosas firmas europeas -Sargadelos, Pickman, Williams Adans- recrean paisajes citadinos conforme con una tradición iniciada en Inglaterra y que pronto recorrió todo el orbe hasta llegar al Caribe. Fuente: Opus Habana
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