
Según decía la copla «Tres cosas tiene La Habana / que causan admiración: / son el Morro, la Cabaña / y la araña de Tacón». Porque la lámpara central del teatro, en forma de araña, constituía uno de los elementos más atractivos de la ciudad.
El Gran Teatro Tacón fue en su momento uno de los mejores del mundo, y a todos impresionaba el contraste entre la austera, oscura fachada, y el lujo luminoso, o la elegancia del interior con sus ochenta ventanas y 22 puertas que ventilaban el local.
Segùn datos aportados por Ciro Bianchi en su sección semanal de Juventud Rebelde, el Teatro Tacón admitía, en 1878, a 2 287 personas sentadas y a otras 750 que podían colocarse de pie detrás de los palcos, y en sus inicios tenía capacidad para unos 4 000 espectadores.
Se decía que la lámpara del Teatro Tacón solo era superada en tamaño por las que estaban instaladas en la Ópera de París y en el Palacio Real madrileño. Y si bien provocaba la admiración de muchos, irritaba a quienes debían presenciar el espectáculo desde los pisos superiores del teatro pues se atravesaba en el campo visual y apenas dejaba ver el escenario completo.
La luminaria sufrió una seria avería en 1863 cuando los espectadores lanzaron a la platea y al escenario los brazos de las butacas y otros objetos, en tanto se enfurecieron con la mala calidad del espectáculo. Otros aseguran que la agresión nunca se dirigió contra los actores, sino que se trataba de un repudio al régimen colonial.
Siempre de acuerdo con el recuento de Ciro Bianchi, la famosa lámpara desapareció el 9 de enero de 1900, cuando se desprendió del techo y cayó estrepitosamente sobre el lunetario. Para sustituirla se adquirió a toda prisa un plafón en forma de estrella que sostenía 120 bombillas eléctricas, y por ello el Gran Teatro iba a llamarse La Estrella, pero la idea no progresó ni tampoco se quedó la lámpara sustituta.
La restitución de la araña del Gran Teatro fue uno de los objetivos en que se concentró la actual restauración, que también se ocupó de renovar las piezas de mármol de carrara, y de dar respuesta a cualquier necesidad técnica de compañías nacionales y foráneas con paneles acústicos y un equipamiento técnico de audio y luces de primer nivel.
Muy parecida a la famosa araña del Teatro Tacón, la resplandeciente araña actual es una de las mayores atracciones de la sala. Se trata de una lámpara checa con cristales de bohemia, donada por el Historiador de la ciudad de La Habana Eusebio Leal Spengler.
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