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Yomil: El reggaetón es una fantasía

La publicación en Facebook de una foto del cantante Yomil junto a su abuela, ha despertado las más dispares sensaciones entre los seguidores del artista. Lo acusan de todo lo malo; de lo terrible habido y por haber. Y ¿se lo merece? ¿Cuál es la culpa?

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Este artículo es de hace 7 años

Reventó el globo. Si alguien alguna vez creyó que esto de ser cantante aseguraba la entrada de dinero como bola por tronera, debe haberse dado de narices contra el piso, o peor, si alguna vez alguien creyó que esos artistas súper mediáticos, vestidos como Dios manda, con 4,5 y 6 cadenas de oro que sonreían a las fans, y gritaban “I love you, mi gente”, eran seres de este planeta, desprendidos y misericordiosos, tiene que haberse dado un golpe muy duro en la cabeza. A fin de cuentas, ¿de quién puede ser la culpa de lo que cada cual cree si no de cada cual que vive enajenado? ¿Quién fue el que primero creyó que los reggaetoneros cubanos tenían todo el baro del mundo? Quién fue el primero que infló aquel globo, si no aquellos que en Contacto, 23yM, Los domingos no están contados, y otros programas de televisión engañaban sin misericordia a un pueblo entero diciendo que habían llenado un estadio en Milán, que habían cantado con no sé quién, y que habían tenido una gira a lleno completo por toda Europa?

La publicación en Facebook de una foto del cantante Yomil junto a su abuela, ha despertado las más dispares sensaciones entre los seguidores del artista.

Yomil y su Abuela - Foto Facebook de Yomil

Lo acusan de todo lo malo; de lo terrible habido y por haber. Y ¿se lo merece? ¿Cuál es la culpa?

Aparentemente sí, pero ojo, que como diría el refrán, de esos Marcos Pérez, hay muchos en Buena Vista.

Para que no se asusten y tengan una idea: ¿saben ustedes cuántas abuelas y abuelos de peloteros puertorriqueños y dominicanos, famosos y millonarios, viven en casi míseros apartamentos allá en Puerto Rico o en República Dominicana? Les asombraría si supieran que la lista puede fácilmente pasar de cien.

Pero no vayamos tan lejos… ¿saben ustedes cuántas abuelas y abuelos de cubanos que viven la vida del jetset en Miami, Nueva York, o Hollywood, viven en Cuba alimentándose de lo que le dan por la libreta? ¿De veras creen ustedes que estos artistas que residen en Cuba, viven en la opulencia porque tienen las arcas llenas? Lamento informarles que están muy equivocados. Las reglas del juego nunca han cambiado. Lo único que ha cambiado es el nombre: antes se le llamaba “especuladera”, hoy, “infladera”.

El fenómeno es el mismo: aparentar lo que no se tiene.

La burbuja puede crecer con el tiempo.

Tenía un amigo que, cada vez que yo iba a la Habana “era el tipo”. Él, no yo. Él entraba donde quería, consumía casi todo lo que quería. Conocía a todo el mundo. Todo el mundo lo conocía, y un día, se me confesó “ligeramente pobre”.

“Ahora mismo tengo, Fede, apenas cuarenta dólares en el bolsillo, pero yo no me dejo caer”.

Y como premonición de su frase, apenas dicha, entró por la puerta del Café Cantante el maestro José Luis Cortés. Saludarlo e invitarlo a compartir en la mesa fue la misma cosa.

Pero El Tosco no quiso tomar cerveza, y mi amigo se gastó en la barra aquellos cuarenta dólares en una botella de Whisky.

“Mañana invento”, me dijo de regreso a casa.

Yomil, tengo la impresión, no es culpable de las condiciones en que vive su abuela, aunque sí ciertamente puede hacer algo más por ella. Yomil tampoco es el único que se desentiende por cuestiones de trabajo, de sus seres más queridos. Yomil tiene mucho camino por recorrer, y mucho por aprender, entre otras cosas, asumir que es una figura pública y que debe comportarse como tal. Ello incluye, no fingir, pero no procurar ser el ombligo de los cubanos, y debe tener bien presente – sobre todas las cosas -, que en ese mundo, en esa burbuja de fama, dónde él vive, es así: esperan el más pequeño de tus deslices para saltarte a la yugular. ¿Por qué dar motivos? ¿Por qué vivir respondiéndole a las provocaciones del otro? ¿Provocando al otro? En la tarima, es donde se responden esas cosas, o en la humildad de los silencios.

En cuanto a la foto, debo decirles que tiene el dulce y amargo sabor de lo que es y lo que refleja. Una dulce ancianita, que hasta quizás no haya querido desprenderse de lo único que es suyo: esa cama y ese reducido espacio de libertad, donde tablas que rezumen humedad, parecen tomar la foto por asalto, en contraste con lo blanco del ropaje del artista; una viejita que se supone tendría garantizada, gracias a sus muchos años de trabajo, una vejez decente, y no tener que vivir de lo que le enviara desde la Habana, un nieto, al cual apenas ve una vez al año; pero refleja también– para muchos -, esa otra parte del alma del artista, o el abandono de sus “deberes familiares” por culpa de los deberes laborales.

Lo salva, quizás, el video donde asume su culpa. Y esa frase, tan común a todos ellos (los artistas):

“Todo es un mundo de fantasía. El reggaetón es una fantasía”.

O lo que es lo mismo, “me he jamado un cable todo este tiempo, pero tuve que aparentar que no”.

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