El mundo de los cuentapropistas cubanos está lleno de historias que constituyen ejemplos de superación y también de no pocas renuncias.
Algunos han renunciado a la profesión que estudiaron (con o sin pena), otros se han reinventado una y otra vez sin conseguir despegar, pero lo que comparten todos, sin duda alguna, es la voluntad de emprender y de crecer siempre.
Es el caso de Ramón Fonseca Abreu, historia que ha rescatado Cuba y Negocios y que se adentra en el devenir de un hombre que, a sus 75 años, no se conforma con tener un taller destinado al arreglo de Motocicletas en Centro Habana, sino que sueña con tener hasta pistas adjuntas para reparar motos de todo tipo.
Ramón fue luchador siempre, y abandonó en algún momento de los años 90 la venta de bisutería de confección artesanal, para reparar y luego vender piezas de motos.
Partiendo de un negocio cuya esencia es el reciclaje, Ramón Fonseca Abreu ha sabido ganarse un lugar y tener, aún, deseo de ir a por más.
Comenzó a comercializar accesorios de motocicletas en un mostrador alquilado al estado en la tienda estatal “Seriosha” ―en la calle Neptuno (Centro Habana)― y ha acabado disponiendo de un espacio propio.
Tras gestionar los permisos con el Poder Popular de la zona, acabó reacomodando un viejo local, que era casi un basurero, y lo convirtió en su fuente de ingresos y también de otras personas que trabajan para él, ya sean mecánicos, torneros, fundidores, electricistas o fresadores.
Ramón Fonseca Abreu ha descrito, a la citada publicación, las condiciones deplorables del lugar que le fue cedido:
“Once veces tuve que pagarle a un camión para que viniera a recoger los escombros que habían allí. Los ratones y otros vectores eran los dueños del lugar. Los vecinos me miraban desconcertados porque no tenían la menor idea de cómo aquel inmundo espacio podría interesarle a alguien para montar un negocio particular”.
Averiguar las necesidades de un mercado deficitario como el de la piezas de motos, en pleno 1994, fue el principio de este emprendedor, que 22 años después, hasta ha firmado contratos con empresas estatales para que su taller se ocupe de la reparación y mantenimiento de equipos.
Sin embargo, Ramón Fonseca Abreu no se conforma, quiere seguir creciendo y, posiblemente, a pesar de sus 75 años, nadie consiga pararlo.
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