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¿Por qué la abstención de Estados Unidos en la ONU es tan relevante?

El gesto no tiene precedentes, y confirma que el acercamiento y la nueva etapa de diálogo entre ambos países resulta ya irreversible

Banderas de Estados Unidos y Cuba © CiberCuba
Banderas de Estados Unidos y Cuba Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 7 años

Este miércoles 26 de octubre, por primera vez Estados Unidos se abstuvo de votar en contra de la resolución que el gobierno cubano viene presentando desde hace veinticinco años ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) y que exige el cese del embargo económico. La votación, que cada año ha sido más abultada, ampliamente favorable a la administración de La Habana, acaba de alcanzar sus más altas cotas de unanimidad: 191 votos a favor y apenas dos abstenciones.

Lo significativo no es que la Asamblea General se haya pronunciado en contra de esta férrea política de Guerra Fría. En definitiva, es lo que han hecho desde 1991. Lo verdaderamente significativo es que nunca ha habido, entre los miles de votos de todas las naciones a lo largo de estos años, uno tan importante y decisivo como la abstención de Washington, coherente con la nueva política de deshielo gradual que han venido practicando hacia Cuba desde el pasado 17 de diciembre de 2014.

El gesto no tiene precedentes, y confirma que el acercamiento y la nueva etapa de diálogo entre ambos países resulta ya irreversible. “Hoy Estados Unidos se abstendrá. Después de más de cincuenta años de seguir el camino del aislamiento, hemos elegido tomar el camino del acercamiento”, había dicho Samantha Power, embajadora norteamericana en la ONU. El presidente Barack Obama –que ha aprobado en los últimos dos años varios paquetes de medidas con el objetivo de aligerar el peso del embargo, y que van desde la exclusión de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, hasta el retiro de las limitaciones de viajeros para entrar productos cubanos a Estados Unidos como el ron y el tabaco– ha manifestado en más de una ocasión su esperanza de que el Congreso –Cámara de Representantes y Senado–, dominado por el Partido Republicano, levante completamente el embargo.

Hasta ahora, el Poder Ejecutivo nunca había enviado un mensaje tan fuerte sobre su posición política respecto al tema, menos en un foro internacional. Pero el embargo es una ley –o mejor aún, un conjunto de leyes– y las leyes solo las puede aprobar o derogar el Poder Legislativo. Cada poder, sea el Ejecutivo, el Legislativo o el Judicial, actúa dentro de sus prerrogativas constitucionales, y les asiste el derecho de discrepar o negar las posturas, posiciones o decisiones del otro.

El voto de Estados Unidos en la ONU habla en primera instancia por el Poder Ejecutivo, por el presidente. ¿Qué quieren y hasta dónde están dispuestos a llegar? Pero también arroja luces sobre esa especie de consenso interno que debe haber en el establishment alrededor del tema cubano. De lo contrario, nunca las partes del gobierno –que, como todo gobierno, trata de mantener un discurso único– iban a contradecirse entre sí como acaban de hacerlo.

Esto lo saben todos. El propio canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, abandonó por un segundo la posición de denuncia del gobierno cubano y calificó la abstención norteamericana como promisoria. En Cuba, donde la ciudadanía ignora cómo funciona la distribución de poderes dentro del Estado norteamericano, y los medios de prensa no se preocupan en aclararlo, han interpretado la abstención como un acto demagógico, puro gesto simbólico, pero la nomenklatura diplomática bien sabe que este voto tiene un peso real y es un paso de avance importantísimo.

Obama no puede quitar el embargo por él mismo, tal como ingenuamente los vocingleros de La Habana le exigen, porque es una ley mandatoria y tiene que hacerla cumplir. Pero, en realidad, ha dejado el camino dispuesto y ha llegado hasta el límite que su poder le permite. Casi nadie duda de que lo que resta para la próxima administración, después de que Obama haya cruzado el Niágara en bicicleta, es un trámite.

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