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Lázaro: padre de los pobres

A San Lázaro se le pide sobre todo sanación de enfermedades contagiosas o de la piel con difícil cura, sobre todo en niños. Pero sus fieles también saben que ese santo anciano es tan propicio a conceder el milagro pedido por el creyente como exigente del sacrificio prometido a cambio.

Santuario de San Lázaro © CiberCuba
Santuario de San Lázaro Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 7 años

La devoción cubana por el mendigo barbudo, viejo y enfermo de las muletas ―al que perros callejeros lamen sus llagas― tal vez sea uno de los mayores testimonios de fe religiosa en Occidente.

A la parábola de Lázaro solo le bastó ser narrada por Jesucristo para que su personaje fuera tan creíble como la Virgen.

Es en Cuba donde la veneración a este santo cobró un fervor que jamás tuvo en otro sitio, y que compite con esas devociones femeninas que llegaron muy reforzadas de España, como las de La Caridad, Las Mercedes, la de Regla o Santa Bárbara.

Los atributos más icónicos de San Lázaro desafían en autoctonía y cubanidad a los de sus ‘rivales’.

Su pobreza es la misma de un pueblo sucesiva y económicamente golpeado, desde la colonia hasta hoy, por despotismos, guerras, crisis, desastres naturales, epidemias, ‘bloqueos’.

Su pobreza es la misma de un pueblo sucesiva y económicamente golpeado, desde la colonia hasta hoy

La historia de Cuba es más prodiga en ‘vacas flacas’ que ‘gordas’, en testimonios de pobres que de ricos.

Aunque algunos lleguen a ser millonarios, el cubano en realidad siempre será pobre: la Isla en la que vive o de donde proviene perennemente lo ha sido. Los cubanos huyen de una pobreza que, adondequiera que emigren, los perseguirá de por vida, en la memoria, en noticias que, desde la patria, seguirán goteando en los medios.

Económica o políticamente, Cuba nunca ha sido capaz de andar sola, siempre llevando consigo muletas, llámense España, Estados Unidos, Unión Soviética, Venezuela.

Cuba aún renquea lastimosamente, dependiente de la solidaridad extranjera para su supervivencia.

Pero esa pobreza material, física, vestida de yute, no lo es espiritual. Por el contrario: no cesa de inspirar internacionalmente una mitología cultural que siempre salvan a la Isla de la indigencia más dramática.

Así, el ‘internacionalismo’ irradiante de San Lázaro ha exportado al mundo la veneración por su gemelo sincrético, Babalú Ayé, Orisha de la viruela, la lepra, las enfermedades venéreas y afecciones de la piel.

La extraña y ascética dignidad que conlleva ser pobre y soportarlo estoicamente, se revierte en una ‘riqueza’ que al final viene al rescate del cubano, le depara la ‘gloria’, como a Lázaro en la parábola bíblica.

Otros atributos criollos que cubren a San Lázaro, como su manto morado, son el miedo y el dolor.

La ubicación apartada y lejana de su Santuario, el Rincón, se debe al miedo, repulsa y lástima social que despertaba su enfermedad patronal, la lepra, el mismo asco, pavor y pena que en los 80s confinaría al VIH-SIDA tras los muros de la cercana finca ‘Los Cocos’.

A San Lázaro se le pide sobre todo sanación de enfermedades contagiosas o de la piel con difícil cura, sobre todo en niños.

Pero sus fieles también saben que ese santo anciano es tan propicio a conceder el milagro pedido por el creyente como exigente del sacrificio prometido a cambio.

De ahí el desgarrador espectáculo de los pagadores de promesas de camino al Rincón. Fe, gratitud y miedo se entremezclan en una peregrinación plagada de martirio y dolor fisiológico que a veces raya el delirio.

Fe, gratitud y miedo se entremezclan en una peregrinación plagada de martirio y dolor fisiológico que a veces raya el delirio

La creatividad competitiva entre pagadores de promesas en demostrar la devoción más agradecida y temerosa en la ruta al santuario de Santiago de las Vegas, es la revelación desatada de un pueblo que, por el cumplimiento de cualquier promesa, ofrenda sin pudor muestras públicas de sufrimiento indecible como norma de vida.

A los cubanos se nos han dado bien las promesas a lo largo de nuestra historia. Hacérnoslas y creérnoslas. Sobre todo aquella según la cual alguna vez dejaríamos atrás la Cuba pobre, enferma, tullida, que hemos conocido siempre.

Autodisciplina y sacrificio dignos de pagadores de promesas a San Lázaro no nos han faltado, desde luego.

Pero de momento, nada conseguido, aunque sin perder la fidelidad, al punto de que cada 16 de diciembre, en vísperas del 17, entre peregrinos, turistas, curiosos y periodistas, la cifra de visitantes venidos de toda Cuba y el mundo al Rincón puede dispararse a las 50 000 personas.

Se corta el tráfico, se refuerzan las rutas de ómnibus locales, se producen los embotellamientos habituales ese día en las avenidas que conducen a la zona.

La imagen original, la del viejo Lázaro del leprosorio de la Habana de extramuros del siglo XVIII, se coloca para su veneración fuera del templo: la Iglesia católica reniega de él como ‘santo’ y del culto sincrético a Babalú Ayé. Eso sí: nunca olvida colocar delante de este una sábana para colectar el dinero que los devotos le arrojan.

Este año, como de costumbre, la Misa Solemne de agradecimiento se celebrará a las 11:00 pm, y a las 12:00 am se le cantarán unas Mañanitas acompañadas por Mariachis.

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