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Cuba espera la llegada de Donald Trump en un ambiente de "mutismo oficial"

El silencio oficial también se mantuvo tras las palabras de Trump sobre la muerte de Fidel Castro.

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Foto © Cubanosporelmundo

Este artículo es de hace 7 años

La Habana, 17 ene (EFE).- Aplicando una prudencia y un pragmatismo sin precedentes, Cuba ha eludido los juicios a priori sobre la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, opuesto al acercamiento iniciado por Barack Obama. Sin embargo, al mismo tiempo ha hecho todo por acelerar, en la recta final, las negociaciones para avanzar en el deshielo diplomático con la administración saliente.

Incertidumbre ha sido, y es, la palabra más repetida a la hora de plantear qué ocurrirá con la recién retomada relación entre la Isla y su poderoso vecino, gobernado desde el próximo día 20 por un hombre que ha amenazado con dar marcha atrás si Cuba no hace concesiones en materia de apertura democrática.

Hasta ahora, y en medio de especulaciones, La Habana ha optado por el mutismo absoluto, y a excepción de una escueta felicitación a Donald Trump del presidente Raúl Castro tras conocerse el resultado de las elecciones en EE.UU, las autoridades cubanas han decidido ignorar las declaraciones de intenciones y esperar hechos.

Ese silencio oficial también se mantuvo tras las palabras de Trump sobre un asunto tan sensible en la Isla como la muerte del expresidente y líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, el pasado 25 de noviembre.

"¡Fidel Castro está muerto!" fue la primera jubilosa reacción del presidente electo a la noticia, seguida por un comunicado en el que llamó al exmandatario "brutal dictador" y prometió hacer "todo lo posible para asegurar que el pueblo cubano pueda iniciar finalmente su camino hacia la prosperidad y libertad".

Sin entrar en provocaciones, lo único que ha avanzado La Habana por boca de la directora para EE.UU de la Cancillería, Josefina Vidal, ha sido que la Isla está abierta a continuar el trabajo iniciado con el gobierno anterior, pero siempre sobre la premisa de que la soberanía y asuntos internos de Cuba no están sobre la mesa.

A la vez, La Habana y Washington han protagonizado en los últimos dos meses un sprint para avanzar y concretar, ya a contrarreloj, todos los acuerdos posibles dentro del proceso de acercamiento iniciado en diciembre del 2014, tras más de medio siglo de enemistad.

Si 2015 y 2016 fueron dos años de "primeras veces" con hitos como la reapertura de embajadas (julio de 1015), la visita de Obama a Cuba (marzo de 2016) o el restablecimiento de los vuelos comerciales (agosto de 2016), las dos primeras semanas del 2017 también han dado noticias como la primera operación comercial para vender un producto cubano, carbón vegetal, en el mercado estadounidense.

La actividad bilateral ha sido incesante en la recta final de Obama y ha seguido hasta el último minuto, como prueba el que el asesor adjunto de seguridad nacional del presidente saliente, Ben Rhodes, haya viajado esta misma semana a La Habana para sostener "encuentros oficiales, compromisos culturales" y asistir a la firma de un nuevo memorando de entendimiento.

El viaje de Rhodes, uno de los principales gestores del deshielo por parte estadounidense, tiene lugar muy poco después de otro logro bilateral de último minuto: la supresión de la política "pies secos/pies mojados", una histórica reivindicación del Gobierno cubano al considerar que fomentaba la arriesgada inmigración ilegal.

La decisión tiene una lectura paradójica. Por una parte, reafirma el mensaje de que los dos países tienen ya una relación normal y EE.UU no necesita "ayudar" a los cubanos a escapar de un régimen opresivo.

Pero otros lo consideran una sorpresiva traición de Obama a los isleños que aspiraban a lograr una vida mejor fuera de Cuba, e irónicamente, ha convertido a Trump en la última esperanza de los que se quedaron a las puertas del sueño americano.

¿Qué cabe esperar de Trump? Si la amenaza de revertir el deshielo se materializa punto por punto, podría ordenar el cierre de su embajada en La Habana y cercenar las directivas con las que Obama aprovechó sus prerrogativas presidenciales para suavizar el embargo aún vigente -su fin depende del Congreso- e impulsar el acercamiento.

Esas directivas de Obama abrieron las puertas a los vuelos comerciales entre EE.UU y Cuba, multiplicaron los supuestos en los que los estadounidenses pueden visitar la isla y autorizaron nuevas categorías de inversiones para empresas norteamericanas, con hincapié en las telecomunicaciones.

Entre analistas consultados por Efe en las últimas semanas, la tesis más extendida es que Trump congelará el proceso y dejará las cosas como están, sin nuevos avances pero sin retroceder en lo ya logrado.

A la espera de lo que suceda, Cuba contiene el aliento en un momento en que su economía precisa más que nunca de inversiones extranjeras para enfrentar su primera recesión en casi un cuarto de siglo y con su principal aliado económico, Venezuela, inmerso en una crisis que hace difícil que mantenga su apoyo financiero a la isla.

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