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¿Quieren los médicos cubanos 'desertores' regresar al lugar de donde huyeron?

Podrán permitirles volver, podrán hasta devolverles los derechos quitados, que 'ni envueltos para regalos' los querrán aquellos que hayan conseguido escapar.

 © Juventud Rebelde/Roberto Ruiz
Foto © Juventud Rebelde/Roberto Ruiz

Este artículo es de hace 7 años

Escasas son las alusiones en la prensa oficial cubana a la emigración cubana; escasas y sesgadas.

En momentos en la situación de migrantes cubanos por Centroamérica ha sido más crítica y dramática, como los actuales en que permanecen varados cubanos en Nuevo Laredo y Panamá, los medios y la oficialidad cubanos han permanecido callados.

Sin embargo, cuando se derogó la política de pies secos pies mojados, reclamo de antaño del gobierno cubano al norteamericano, medios de comunicación y autoridades cubanos se hicieron eco de la medida.

Más recientemente, fue publicada una Nota oficial del Ministerio de Salud Pública en Granma, que aborda el asunto del éxodo de profesionales de la salud, a propósito precisamente de la eliminación del Programa de Parole para Profesionales Médicos Cubanos, donde se reitera "La disposición de permitir que los profesionales del sector que abandonen sus misiones de colaboración regresen a Cuba y se reincorporen al Sistema Nacional de Salud, como Io han venido haciendo desde el año 2014, de acuerdo con las regulaciones migratorias vigentes”.

El tan conocido proceder de no llamar las cosas por su nombre no consigue, sin embargo, que pase inadvertido el hecho de que un gobierno permita a sus ciudadanos regresar a su país; cosa que por sí debería ser un derecho pero que para el caso de los cubanos debe pasar por el procedimiento de repatriación voluntaria, que "se otorga, por las autoridades migratorias cubanas, para entrar al territorio nacional a ciudadanos cubanos emigrados que desean reasentarse nuevamente en Cuba con carácter permanente".

Basta conocer un poco el contexto cubano para saber que ese acto de permitir regresar, aplicado a los profesionales de la salud, es en realidad un no aplicar el castigo de no dejar volver.

Por otra parte cabría preguntarse ¿A dónde se les permite regresar? ¿Al mismo puesto de trabajo de donde marcharon? ¿A las malas retribuciones salariales? ¿A las marcadas diferencias sociales que hacen que un botero o un cuentapropista tengan mejores condiciones de vida que un especialista médico? ¿A los conflictos -para quienes los tuviere- de atender a los pacientes no solo y exclusivamente por criterios de necesidad médica, sino por conveniencia de acuerdo a las necesidades propias? ¿Regresar a una sociedad donde la disensión, la crítica y la oposición son perseguidas y castigadas? ¿Es eso, en verdad lo que ofrecen a los galenos cubanos como atractivo para el regreso?

El texto no lo aclara porque no puede. Tampoco repara en las causas que hacen los profesionales cubanos prefieren 'abandonar' sus misiones, correr los riesgos que suponen las travesías que emprenden, renunciar en ocasiones al ejercicio de su profesión, desprenderse de su entorno y alejarse de sus familiares, aún a pesar de que en “el exterior se les garantiza un estipendio, atención a su salud, alimentación, alojamiento y transportación aérea y terrestre; en Cuba conservan la plaza laboral y reciben el salario íntegro, así como los beneficios de la seguridad social para él y su familia”.

No parece querer reparar, tampoco, en que recuperar las condiciones voluntariamente dejadas no es, precisamente, un ofrecimiento suficiente para el regreso, pues ha sido precisamente de esa realidad de la que los profesionales de la salud cubana han decidido huir.

Se refiere a que "50 mil trabajadores de la salud prestan servicios con profunda vocación humanista y solidaria" en más de 60 países, pero no a los cerca de 1.200 que actualmente esperan una resolución favorarable a su solicitud de admisión en el "Programa de Parole para Profesionales Médicos Cubanos" (CMPPP), ni a las más de 7.000 solicitudes aprobadas desde que el programa entró en vigor. Estas cifras no hablan de éxitos y de victorias, por eso, mejor mitigar su peso con otras.

Ciertamente los profesionales de la salud cubanos son “la principal fortaleza del sistema de salud pública y un pilar en la materialización de los sueños de justicia para Cuba y otros pueblos del mundo”; negarlo sería cometer una tremenda e imperdonable injusticia con los miles de profesionales de la salud cubanos que desempeñan con entrega y sacrificio sus responsabilidades y un poco más. ¿No debería ser este, entonces, un argumento más que de peso para que tuvieran unas condiciones de vida, de confort y libertades de movilidad acordes a lo mucho que son y aportan día a día?

En diciembre del 2015 “Ante la necesidad de garantizar a nuestro pueblo un servicio de salud eficiente y de calidad, así como mitigar las afectaciones que hoy se producen como consecuencia de la política migratoria selectiva y politizada de los Estados Unidos hacia Cuba y la creciente contratación no planificada de médicos cubanos en otros países” se decidió “aplicar las regulaciones establecidas en el Decreto 306, del 11 de octubre de 2012, para las salidas al exterior por asuntos particulares de profesionales médicos de diferentes especialidades que realizan actividades vitales en los servicios de salud a la población y en la actividad científico-técnica”; ¿ello implica que ahora que se ha derogado el programa que las motivaba, podrán viajar libremente los profesionales de salud sin necesidad de aprobaciones?

La eliminación el pasado 12 de enero del Programa parole para médicos cubanos, que para las autoridades cubanas estimulaba “la deserción de nuestros médicos en misiones en el exterior, atentaba contra Cuba y también incidía sobre otros países, fundamentalmente del Tercer Mundo” y solo eso; ha venido a complicar un panorama que facilitaba la emigración de los cubanos a otros destinos, pero no ha solucionado -ni pretenderse puede- las causas que propiciaban tan masivos éxodos.

Lo triste no es solo que seguirán marchando médicos cubanos, sino que mientras en Cuba se siga viendo todo en clave de conquitas o agresiones políticas, de estímulo a la emigración y no de ejercicio de una libertad individual, de robo de cerebro en lugar de huida de una realidad que asfixia; mientras no se analicen las reales causas de la emigración, las reales condiciones de vida y los diversos perfiles de los emigrantes; podrán permitirles volver, podrán hasta devolver los derechos arrebatados, que 'ni envuelto para regalo' lo querrán muchos de quienes hayan conseguido escapar.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.


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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.