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Santiago de Cuba quema al diablo y dice adiós a la Fiesta del Fuego

El santiaguero abraza el Festival del Caribe, en especial sus espacios de ceremonias mágico religiosas, y han convertido la Fiesta del Fuego como algo suyo y muy popular.

 © CiberCuba/ José Roberto Loo Vázquez
Foto © CiberCuba/ José Roberto Loo Vázquez

Este artículo es de hace 6 años

Mientras la ceremonia mágico religiosa de la Quema del Diablo avanzaba, y los diferentes grupos portadores realizaban sus evoluciones en La Alameda, en Santiago de Cuba, para dar fin al XXXVII Festival del Caribe, el pueblo esperaba, pacientemente, el ansiado momento de envolver en llamas la grotesca figura, una oportunidad única para también incinerar algunas obras espirituales de las religiones populares arraigadas entre los nacidos en esta urbe.

Ni la persistente amenaza de lluvia o el intenso calor que nunca cesa impidieron que cientos de santiagueros acudieran a las calles en el último día del Festival del Caribe, como la mejor oportunidad para espantar maldades, invocar tiempos mejores, purificar el espíritu y quemar todo aquello que hace daño.

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Esa es una de las maneras en que el santiaguero abraza el Festival del Caribe, en especial sus espacios de ceremonias mágico religiosas, y han convertido la Fiesta del Fuego como algo suyo y muy popular. Es, sin dudas, la mejor manera de perpetuar el evento y que no pierda su aprecio entre las personas.

Justo en medio entre el malecón, que hoy es adornado por un bello cartel que dice «Cuba», y el lugar donde se construye el área del jurado del carnaval santiaguero, reconocido como uno de los más famosos de la isla, se ubicó la figura del diablo, en medio de una amplia avenida llamada La Alameda que resultó insuficiente para albergar a los cientos de personas que llegaron hasta ahí para participar, demostrando así el arraigo de la «Fiesta del Fuego», en especial su programa de ceremonias mágico religiosas y actividades culturales.

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Es este uno de los secretos que ha permitido que el evento, ya con más de 35 años de existencia, se mantenga más que en la aceptación de los estudiosos, en la preferencia de las personas. Un hecho singular y de una importancia insospechable.

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La Quema del Diablo es solo el punto culminante de la última jornada del Festival del Caribe, pero le precede uno de los pasacalles más importantes y vistosos de la Fiesta del Fuego cuando otra vez los grupos portadores de tradiciones, nacionales y foráneos, toman las céntricas arterias del casco histórico de la ciudad, para convertirlo en un gran escenario de las expresiones más arraigadas de los pueblos caribeños.

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Esta ceremonia, además, deja libre el camino a la cultura popular y tradicional de Puerto Rico, país al que está consagrada la edición 38 del Festival del Caribe, en julio de 2018, una dedicatoria que desde ya causa expectativas por ser este país un territorio no incorporado estadounidense con estatus de autogobierno, en un marco donde las relaciones entre Cuba y Estados Unidos vuelven a ser tensas.

El Festival del Caribe, donde el área muestra toda su diversidad y riqueza cultural en Santiago de Cuba, inicia el mes de julio en Santiago de Cuba, periodo muy especial para los nacidos en la llamada «tierra caliente» porque anuncia abre el camino a la realización de significativos eventos: los carnavales acuático, infantil y de adultos, también llamado el «rumbón mayor».

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La Fiesta del Fuego es uno de los mejores agasajos a las naciones del área caribeña, que basan en gran medida su riqueza en la cultura popular, la oralidad, el patrimonio inmaterial, y que encuentra en los primeros días de julio, en Santiago de Cuba, una de las principales plazas de presentación.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.