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Juventud Rebelde publica carta sobre la muerte de un disidente cubano

Bajo el título “Dolor no esclarecido”, el periodista Jesús Arencibia Lorenzo cita fragmentos textuales de la carta de Ana Bella Sosa sobre la muerte de su sobrino Adrián Sosa, miembro de Estado de Sats.

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Este artículo es de hace 6 años

El diario cubano “Juventud Rebelde” publicó el pasado lunes 10 de agosto en su sección “Acuse de recibo”, fragmentos de una carta en que Ana Bella Sosa Sánchez ―tía del opositor Adrián Sosa― cuestiona las circunstancias de la muerte de su sobrino, fallecido el pasado 7 de marzo.

Adrián Sosa era activista del Foro por los Derechos y Libertades ―que preside Antonio G. Rodiles― y también miembro de Estado de Sats.

Bajo el título “Dolor no esclarecido”, el periodista cita fragmentos textuales que evocan un argumento policial lleno de lagunas y procedimientos dudosos por parte de las autoridades cubanas

"No le hicieron autopsia, no lo llevaron a Medicina Legal, no dejaron velarlo en la funeraria ni cremarlo", dice uno de los fragmentos citados.

Sorprendidos por el hecho de la publicación en un medio oficial cubano de una carta que cuestiona severamente la circunstancias de la muerte de un opositor cubano, Antonio G. Rodiles explicó a Diario de Cuba que resulta evidente que la misiva consiguió burlar el control de la Seguridad del Estado.

"Esta carta me parece que llega ahí por error. Evidentemente la Seguridad del Estado no debe haber visto esa carta y por eso está en JR y ya es demasiado tarde para revertir eso. La carta da muchos detalles sobre lo irregular en el procedimiento en la muerte de Adrián", explica.

El texto califica los sucesos vividos por la familia Sosa como "un angustioso proceso".

“¿Por qué tardó tanto en llegar el carro fúnebre? ¿Acaso no se debió profundizar investigativamente, en coordinación con Medicina Legal, para saber todo lo referente al deceso, máxime tratándose de un hombre aún joven y sin declarados problemas de salud? ¿Por qué se decidió de facto que no sería posible la cremación sin al menos intentar gestionarla? Urgen aclaraciones”.

En lo relativo a la carta de Ana Bella Sosa, Rodiles confirma que “todas las dudas que nosotros tuvimos con su muerte tan repentina y tan dura. No quedaba claro qué había pasado. Es evidente que hay detalles para nada aclarados y que la propia familia está exigiendo una respuesta”.

Nos preguntamos qué camino siguió esa carta para tener la suerte de aparecer en un medio oficial cubano pese a cuestionar la muerte de un opositor, aunque ese dato, por supuesto, es omitido en el texto de Juventud Rebelde.

Si la hipótesis de Rodiles es cierta, ni quien escribió la nota en Juventud Rebelde ni quien autorizó su publicación sabían quién era el fallecido Adrián Sosa.

A continuación transcribimos, íntegramente, el texto publicado este lunes por el diario Juventud Rebelde.

"Urgen aclaraciones", concluye la nota; y a la vista de esta extraña publicación, las dudas y la necesidad de aclaraciones se multiplican.

"Dolor no esclarecido"

Hay dolores irreparables a los que no se debería añadir ni una gota de malestar. Pero a veces, tristemente, no sucede así. La historia que narra Ana Bella Sosa Sánchez (calle 19, No. 1220, e/ 18 y 20, Vedado, Plaza de la Revolución) bien lo ejemplifica.

Era 8 de marzo de 2017 cuando recibió Ana la noticia del fallecimiento de su sobrino, Adrián Sosa Blanco, hombre a simple vista saludable, de 48 años. Había sido encontrado muerto en su casa, en condiciones que aún la familia no se explica.

Según han podido investigar y deducir Ana, la sospecha se desató cuando el día 7 de marzo, a las 4:00 p.m., la vecina Carmen y su hija Mardelis, estudiante de Medicina, llamaron telefónicamente a Adrián y él no contestó. A las 11:00 p.m. repitieron la llamada y tampoco hubo respuesta. «A ellas les llamó la atención que en todo el día no sintieron el sonido del teclado de la computadora, pues mi sobrino escribía y pasaba horas delante de ella», evoca la remitente.

El día 8, 8:30 a.m., Mardelis vuelve a llamar al vecino antes de irse a la escuela. Al regresar, 11:30 a.m., repite la llamada y ocurre lo mismo. Ante la duda, ya preocupante, la muchacha y su mamá acuden a la doctora Yiriam Muñoz Rodríguez, del consultorio No. 15, de los Pocitos, quien «llega al lugar y encuentra la puerta entreabierta, y detrás estaba el cuerpo de mi sobrino tirado en el suelo, ya muerto. En ese momento ella indicó llamar a la policía y que no se tocara el cadáver. La doctora no tenía modelos para certificar el fallecimiento», relata la capitalina.

Y añade que la policía arribó alrededor de las 12:30 p.m. «e indicó a José Blanco, tío por parte de madre, que levantaran el cuerpo, lo bañaran y lo vistieran. Cuando llega el doctor Mario Borrego, certificó que mi sobrino había muerto a las 3:30 p.m. (del día anterior) de una trombosis pulmonar. A las 9:00 p.m. llegó el carro funerario para sacar el cuerpo de la casa. (…) Se encontraba (…) cianótico desde la cabeza hasta los hombros y con el abdomen hinchado»…

Inquieta a la tía que en ningún momento el cuerpo se trasladara a instancias de Medicina Legal para determinar con máxima exactitud las causas y circunstancias del fallecimiento.

«Cuando el cadáver llega a la funeraria de Marianao —refiere la remitente—, la controladora Ismara Martínez nos dice que no se puede velar (…) por el deterioro que tiene. Ante este hecho solicitamos a la supervisora que trabajaba esa noche, de nombre Yaqueline, gestionar un turno para la incineración. Su respuesta fue negativa, porque el cadáver estaba muy descompuesto y no lo iban a aceptar en el crematorio; también nos dijo que no se podía trasladar (…) para Medicina Legal por la misma razón. El final fue que el cadáver fue enviado al depósito del Cementerio de Colón».

Y en todo este angustioso proceso, ellos aún se cuestionan si se obró con el rigor, la profesionalidad y el humanismo que ha de regir en situaciones tan aciagas. ¿Por qué tardó tanto en llegar el carro fúnebre? ¿Acaso no se debió profundizar investigativamente, en coordinación con Medicina Legal, para saber todo lo referente al deceso, máxime tratándose de un hombre aún joven y sin declarados problemas de salud? ¿Por qué se decidió de facto que no sería posible la cremación sin al menos intentar gestionarla? Urgen aclaraciones.

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