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A 10 años de la sentencia de Fidel Castro, Rigondeaux y Lara anuncian nuevos retos en el ring

Lara y Rigondeaux llevaron a cabo la única opción que les quedaba y lograron enrumbar sus vidas y sus carreras deportivas a pesar de la dramática condena pública del desaparecido gobernante cubano.

Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara ©

Este artículo es de hace 6 años

Justo 10 años después de que Fidel Castro dijera desde su cama convaleciente que Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara no volverían a boxear en Cuba, ambos se encuentran en lo más alto del boxeo profesional en el mundo.

Rigondeaux y Lara no tuvieron otro remedio que salir ilegalmente de la isla y recomponer sus vidas.

En un combate en las 130 libras Rigondeaux de 36 años, añora que se concrete su duelo contra el ucraniano Vasyl Lomachenko, campeón mundial. Natural de Santiago de Cuba, Rigondeaux ha estado en la cima en varios momentos después de su llegada a La Florida hace ocho años.

Lara de 34 años, ha conseguido sendos títulos en las 154 libras en dos organizaciones distintas en este tiempo y muchos le vieron ganar su pelea frente al más famoso de los peleadores mexicanos de la actualidad, Saúl “Canelo” Álvarez en 2012. El guantanamero aún confía en que aparezca otra pelea antes de concluir 2017 tras el nocao que propinó en enero al israelita Yuri Foreman

"Llegaron a un punto sin retorno como parte de una delegación cubana en ese deporte", dijo en agosto de 2007 el gobernante cubano poco después que Rigondeaux y Lara regresaran a Cuba, una afirmación que significaba la muerte como atletas para ambos. La represalia era resultado de una frustrada deserción durante los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro.

Castro, según escribió entonces en una de sus “reflexiones”, había solicitado la transcripción de la entrevista que por separado, y en una “casa de descanso” a la que fueron enviados tras su arribo a la isla, le había realizado la televisión cubana, conversación que fue publicada de forma íntegra en varias páginas del diario Granma.

Rigondeaux, doble campeón olímpico y mundial de los gallos, se había ausentado en su segunda pelea el domingo 22 de julio junto a Lara, capitán del equipo, en el gimnasio del Riocentro donde se desarrollaba el torneo de boxeo de los Juegos Panamericanos y así vio frustrada, entre otras aspiraciones, su cadena de 104 victorias seguidas y su segundo título panamericano.

Ambos reconocieron que fue una grave indisciplina el haberse ido de parrandas y con prostitutas, con un ciudadano de origen turco y otro cubano, que nunca identificaron y que intentaron ficharlos, pero insistieron entonces que su intención nunca fue desertar.

Meses después el jefe de entrenadores de la selección cubana, Pedro Roque, que los dirigió en la cita carioca, respaldó la decisión del gobierno cubano de la suspensión de por vida de los campeones mundiales y olímpicos, en declaraciones para Associated Press en República Dominicana, en momentos en que el tricampeón olímpico, Teófilo Stevenson, abogaba por una segunda oportunidad para los boxeadores.

Roque posteriormente abandonó Cuba cuando fue destituido sorpresivamente y atravesó la frontera mexicana hacia los EE.UU. donde le esperaba el cargo de director técnico del equipo norteamericano. Pero duró poco en esa función y viajó a Azerbaiján donde luego de los Juegos Olímpicos dejó esa selección para involucrarse en el boxeo profesional. Algunos rumores aseguran que ha vuelto a los EE.UU. de la mano del púgil de origen cubano Lorenzo Sotomayor que ganó plata olímpica para Azerbaiján y firmó en el boxeo rentado.

Los dos boxeadores defenestrados a pesar de su arrepentimiento, no esperaban tanta severidad en las sanciones; mientras, amigos y entrenadores se alejaban de su entorno. En 2008 Lara escapó vía marítima y en 2009 Rigondeaux hizo lo mismo junto a otros tres púgiles —el medallista de plata olímpico Yudel Johnson, el bronce olímpico y mundial Yordanis Despaigne y el campeón de la copa del mundo Yuniel Dorticós— para llegar a Estados Unidos desde México, en un año en que en total 15 boxeadores abandonaron la isla.

Lara y Rigondeaux llevaron a cabo la única opción que les quedaba y lograron enrumbar sus vidas y sus carreras deportivas a pesar de la dramática condena pública del desaparecido gobernante cubano.

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