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Dayma Beltrán: “Le deseo lo mejor al judo cubano pero quiero elevar el azteca”

"Le deseo lo mejor al judo cubano pero yo, como producto de esa misma escuela y ser discípula del mejor, el profe Veitía, quiero elevar el azteca.”

Judoca cubana Dayma Beltrán © Inder
Judoca cubana Dayma Beltrán Foto © Inder

Este artículo es de hace 6 años

Los Juegos Olímpicos son el evento con el que sueñan todos los deportistas del mundo. Y si además se consigue escalar en 2 ocasiones el podio, la felicidad debe ser completa.

Sin embargo, para la judoca cubana Dayma Beltrán, esa felicidad no se completó pues en ninguna de las 2 ocasiones pudo imponerse en las finales en las que intervino. ¿Qué les parece si ella misma nos narra su vida?

“Nací en un pueblo hermoso, de ríos y montañas: Palo Grande, perteneciente a Media Luna, hoy provincia de Granma, el día 12 y no 10 de septiembre de 1972 como publican erróneamente.

“Mi primer y único entrenador en la base fue Giraldo Bravo, quien era de Bayamo pero fue a Media Luna a trabajar. Empecé en el judo por embullo de mis amiguitas de la Secundaria en 8vo grado y por no hacer Educación Física (el profe de Educación Física, Nanao, era super exigente: me hacía correr, saltar; todas las pruebas que se hacían en aquel tiempo y aunque era robusta no le importaba).

“Me decía que yo podía y tenía que hacerlo o me suspendía y como soy tan competitiva, por no suspender hacía todo.

“Así fue que pasé al judo. También influyó el reciente fallecimiento de mi padre a mis escasos 11 años, pues cogí el deporte como vía de escape. El comisionado provincial, Argelio Landa, después de asistir a mi primera competencia provincial, iba a darme seguimiento y pulir la técnica que iba aprendiendo poco a poco.”

Y en medio del avance de Dayma, la granmense, tuvo que enfrentar una seria contradicción y es que su mamá, tías, tías de tías, se oponían rotundamente a que “la niña” compitiera en un “deporte de hombres”.

“Imagínate, yo siempre había dicho que quería ser ingeniera química (casi le doy candela a un laboratorio en la Secundaria, me puse a ligar ácido sulfúrico con no sé qué más y aquello hizo puf).

“Mi papá murió en noviembre de 1983. Fue un golpe inmenso, terrible; mi hermana con sus 18 años estudiaba Medicina en Santiago de Cuba; mi hermanito de 4 aún no estaba ni en la Primaria, y yo con 11 estaba en la disyuntiva de seguir o no el judo. Así las cosas, mi hermana me apoyó y convenció a mami”.

También Gilberto Guerra, director de Deportes de Media Luna, la respaldó y ayudó a su mamá, pues él era el padre de su mejor amiga, Aleonuska, que practicaba judo. Y claro que eso fue importante, amén de que tanto su madre como la esposa de Gilberto eran maestras y vecinas. “Ayudó el hecho de que gané la medalla de oro en la provincial, fui plata en la Copa ESPA, y de nuevo me impuse en los Juegos Nacionales Escolares. Ahí fui captada para la ESPA nacional en La Habana. Ni EIDE ni ESPA provinciales. ¡De Media Luna a La Habana! Tremendo salto, ¿no? Pero ese fue otro problema, pues ni muerta mi mamá accedía a que su niña viniera sola para la capital. Nada, ¡episodio de telenovela.!”

Al fin, la “pequeña” Dayma llega a la Escuela de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) nacional, en ese entonces ubicada en el municipio capitalino de Playa. Allí comienza su preparación con Coquito, Fondín y el fallecido Rafael Lahera, doble subcampeón olímpico en los 86 kilos.

“En la ESPA nacional estuve un curso, durante el cual gané de nuevo la Copa de ese nombre y los Nacionales Escolares que tuvieron por sede a Jovellanos, Matanzas. Algunas veces nos llevaban al Cerro Pelado a entrenar y ya sabes, unas casi niñitas, adolescentes, viendo a las mejores de Cuba, atletas adultas.

“Pero, casualmente, por aquella época, comenzó la renovación en el seleccionado nacional, y cuando terminó el curso escolar nos dijeron a Legna Verdecia (posteriormente campeona olímpica de Sydney 2000) y a mí que pasábamos a ser matrícula del Cerro Pelado, y fue así que con todavía 14 abriles llegué en 1987 al equipo grande.” (Ese año Estela Rodríguez ganó el Mundial de Essen, Suiza, en la categoría oppen).

Por esos tiempos, esta periodista cubriría los Juegos Panamericanos de Indianápolis y recuerdo que en la división de más de 78 kilos se hallaban Estela Rodríguez y Florentina Quintana. Así las conocí a ambas, y luego fui testigo del exitoso sendero de Estela tanto en Campeonatos Mundiales como en Juegos Olímpicos, en los cuales conquistó dos medallas de plata en Barcelona 92 y Atlanta 96.

“Al principio no estaba consciente de lo que significaba estar en aquel tatami, dirigida por un extra clase como el profesor Ronaldo Veitía. Yo estaba acostumbrada a ganar pero al combatir con Flora y Estela, la cosa era diferente. Me molestaba conmigo misma perder y perder al repetir mis errores ante ellas. La Flora no pesaba tanto pero Estela, ¿para qué?

“¿Y sabes? Entrenar tanto, pelear tanto con ella me hizo no respetar ni temer a ninguna judoca voluminosa del mundo. Empecé a viajar y, por supuesto, más delgada y pequeña que muchas, cuando competía en certámenes juveniles me era más fácil que cuando lo hacía con las mayores. Así empecé a sumar buenos resultados que hicieron que todos me vieran como el lógico relevo de Estela.”

Tu carrera es bien extensa, sobre todo teniendo en cuenta que comenzaste con 14 años en el Cerro Pelado. ¿Sería muy difícil para ti resumir tanta vida activa en los tatamis del mundo, dándole triunfos a Cuba?

“Mis dos rivales más difíciles fueron la japonesa Midori Shintani, con la que perdí en las semi finales del Mundial de Münich 2001 y en la final del Mundial por equipos de Basel, Suiza, 2002; y la inglesa Karina Bryant, quien siempre me ganaba excepto en los Juegos de Atenas cuando nos vimos en el primer combate y la vencí a 10 segundos del final por yuko.

“Con las demás de la élite universal ganaba y perdía, pero por lo general yo mayoreaba”.

En las áreas regional (Centroamericana y del Caribe) y continental (Juegos Panamericanos y Panamericanos del deporte) nuestra Dayma no perdía. Se impuso en dos Centrocaribes: Ponce 93 y Maracaibo 98; en ocho lides panamericanas de judo entre 1994 y 2002 y en tres Juegos continentales: Mar del Plata 95, Winnipeg 99 y Santo Domingo 2003.

¿Qué me dices de las citas del orbe?

“En Mundiales acumulé dos títulos dorados: en París 97 y Birmingham 99, ambos en la categoría abierta; y tres medallas de bronce en Chiba 95 en más de 72 kilos; y Münich 2001 y Osaka 2003, en más de 78. En el de la capital francesa estaba muy bien, fíjate que pude ganar la open a pesar de verme aquejada de un fuerte ataque de asma, que sí me privó de discutir medallas en más de 78.

“Te puedo decir que yo decidí el Mundial por equipos del 98 en Minks contra Francia, cuando derroté en el último combate a la entonces monarca del orbe Cristina Cicot por ippon. Ganamos apretadamente 4 a 3.”

Tras las dos medallas de plata conquistadas por su predecesora Estela Rodríguez, la voluntariosa Dayma Beltrán aspiraba a convertirse en la primera cubana en la división máxima en obtener un oro olímpico. Sin embargo, la vida no lo quiso así.

En el Centro de Conferencias y Exposiciones de Sydney, cayó en la final ante la china Hua Yuan, en un combate parejo, decidido a favor de la asiática por hantei. Los técnicos dijeron que cualquiera de las dos podía haber ganado.

Cuatro años después, en el Centro Olímpico Ano Liosia de Atenas, la historia no fue igual. La cubana tuvo un schedule dificilísimo, en el cual superó a su eterna rival, la británica Bryant, abriendo el cartel, y en semi finales a la campeona olímpica de Atlanta, la china Sun Fu Ming.

¿Te confiaste en el combate final?

“No, para nada. Me quedaba la japonesa Maki Tsukada, quien se había ganado el derecho de representar a su país al vencer a su establecida compatriota Midori Shintani, en el torneo clasificatorio nipón. Le entré con todo y al aplicar la técnica de proyección Osoto-Makikomi que la envió al tatami, yo pensé que había sido ippon; ahí me relajé y aflojé el agarre, lo que ella aprovechó enseguida para girar y caerme encima con sus 140 kilogramos de peso. Imagínate, una mole de cemento.

“No podía deshacerme de ella. Luché con todas mis fuerzas, le decía a Veitía “no puedo no puedo”; y así, lamentablemente, transcurrieron los 25 segundos de inmovilización y perdí nuevamente lo más alto del podio.”

Ese wazari hubiera sido ippon en cualquier otra situación. Cosas de la vida que le costó el cetro olímpico. Yo estaba allí y creo que la indecisión del árbitro al no decretar el clarísimo ippon y la desconcentración de la cubana que creyó que lo iban a decretar la privaron de una corona más que merecida.

"¿Moraleja? En el judo hasta que no te toca el árbitro y dan Mate no se puede aflojar, pues incluso los jueces auxiliares pueden revocar una decisión y sigue vivo el combate, y resulta válida la acción como sucedió con Dayma".

Precisamente por esto el judo, considerado arte marcial, posee un buen número de técnicas. ¿Tenías alguna favorita?

“Sí, era el uchi mata (técnica de proyección de piernas), aunque aplicaba mucho el ko soto gake (otra técnica de proyección de piernas), con la que gané en la semi final de Atenas y en la final de los Panamericanos de Santo Domingo, por ejemplo. Era muy buena en el en waza, o sea, en el suelo.”

Mucho se habla de las Guerreras del General Veitía, de las Niñas Doradas del Buda Cubano. Y tú tienes el honor de haber sido parte de ellas. ¿Cómo se llevaban?

“Llevarse bien era poco. Éramos una. Nos ayudábamos, nos queríamos. Para mí, Amarilis Savón es mi hermana. Veitía era maestro, padre, amigo. Nos llevaba recio, había disciplina. Ahora, ya con el profe jubilado, tienen que aumentar el magnífico palmarés que nosotras dejamos. Tengo entendido que Idalys se reincoporó. Ella debe ser la guía.”

Dayma, tú entraste tras Estela, e Idalys Ortíz lo hizo detrás de ti. Es la pinareña, junto a Driulis González, la máxima ganadora de medallas olímpicas para la Mayor de las Antillas: un oro, una plata, un bronce. ¿Qué opinión tienes de Idalys?

“A Idalys la conozco desde cuando competía por Pinar del Río en los Nacionales de primera

categoría siendo juvenil. Alumna directa del profe Veitia y con ese talento propio que tiene, ¿qué voy a decir? que todo se lo ha ganado trabajando duro sobre el tatami, escuchando las sabias palabras de Ronaldo. En Cuba entrenan todos los días, haya o no competencias. Se hacen análisis de las rivales, qué hay que hacer según sus características.

“ Por eso no es nada extraño que siempre le haya ganado a Vanessa Zambotti, ya retirada, quien fuera una de mis mejores alumnas en México. Vanessa no podía emular con las mejores del ranking, e Idalys está en lo alto de éste.

“Ella hizo lo que no pudimos hacer Estela ni yo: ganar unos Juegos Olímpicos, y lo hizo convincentemente. Sé cómo reacciona, cómo suele cambiar de estrategia según se desarrolle el combate. ¡Es grande!.”

Desde hace 7 años, la Beltrán se encuentra como entrenadora en México en un contrato de trabajo, y su sueño es crear una escuela azteca de judo. Quiere trabajar con un grupo de competidoras talentosas, encabezadas por la 48 kilos Edna Carrillo.

“Yo quiero que el judo femenino mexicano sea respetado en el planeta, que tengamos un estilo propio, una escuela propia. Edna, por ejemplo, es muy talentosa, guapa. Esto de fundar una escuela no es fácil pero tampoco imposible. En estos últimos años se ha avanzado y ya nos conocen internacionalmente. Le deseo lo mejor al judo cubano pero yo, como producto de esa misma escuela y ser discípula del mejor, el profe Veitía, quiero elevar el azteca.”

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos