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La policía no lo ayudó y terminó inconsciente al lado de una carretera en La Habana

“Veo a mi alrededor y no existe más que oscuridad, la masa negra que era el mar a mi izquierda y lo intangible de la selva a mi derecha, estaba en una autopista, hacia Cojímar me dijeron”.

Mauricio Herrera © McQueenismypapi.com
Mauricio Herrera Foto © McQueenismypapi.com

Este artículo es de hace 6 años

El bloguero y fashionista panameño Mauricio Herrera Barría, conocido por su papel de anfitrión en el show televisivo Dizque Late Night, terminó inconsciente a un costado de una carretera en Cojímar, a 7km de La Habana, luego de que un grupo de personas le robaran sus pertenencias.

Según relata en su blog McQueen is my papi, Herrera Barría tuvo que lanzarse de un auto en movimiento, en el que había sido coaccionado a entrar por las personas que horas antes le robaron su maletín y su cámara.

Los hechos tuvieron lugar la semana pasada, cuando el celebritie panameño se disponía a disfrutar de unas vacaciones en Cuba que, según él, había esperado “con tantas ganas por tantos meses”.

Una vez en la isla, su plan era elaborar una guía cultural para su blog, “una de esas que te hace conocer una ciudad de una forma rica, sin filas y sin inflación”, escribió.

“Recuerdo que me decían que fuera al Palacio de la Rumba (…) Fue aquí que conocí a un muchacho (Luis) que me habló de Cuba, de su gente y su música, de cómo su padrino (Juan) trabajaba con la agrupación y de lo orgulloso que se sentía de él”, narró el joven.

En ese lugar, el panameño conoció a Marina, la hija de Juan, y al resto de los miembros del grupo musical, “todos súper humildes me hicieron entrar en confianza fácilmente (…) No fue hasta el final de la noche cuando Marina y Luis me preguntan hacia dónde iba. Por coincidencia o no, íbamos prácticamente hacia la misma área así que decidimos caminar juntos y hacernos compañía y conversación”.

La pareja luego le sugirió a Herrera que se detuvieran a comprar algo de comer en una cafetería. “Como tenía muchas ganas de orinar les dije que aprovecharía para usar el baño, que estaba ocupado, así que en un descuido dejo mi maletín (con pasaporte, cámara y demás pertenencias) en el mostrador y salgo a orinar detrás de un carro a no menos de 10m del umbral del café”, escribió.

“Debí haberme concentrado demasiado porque a mi regreso al café no había ni un solo alma ni maletín esperándome; que feo es ese sentimiento cuando reconoces que te vieron la cara de estúpido y que probablemente no hay manera de arreglar las cosas”.

Resignado, el joven se dirigió a una estación de policía a hacer la denuncia. “Eran ya cerca de las 11 de la noche y no me sentía seguro caminando de regreso a casa, a lo que le pido el favor al oficial de que me dé el bote (aventón), quién sabe si Luis y Marina seguían allá afuera esperando por mí para hacerme más daño del que ya me habían hecho. Tajantemente el oficial me responde que ‘eso era lo único que podía hacer por mí’”.

En el camino, otra joven cubana se le acercó y le aseguró que conocía a los supuestos ladrones. “Por segunda vez caí en trampa y la acompaño a buscar a Juan. Para no hacer la historia larga, lo encontramos en su casa y él me dice que ella vivía cerca de donde estábamos y que esto lo podíamos resolver ‘entre nosotros’ para evitar asuntos de la policía”, contó.

En cuestión de minutos, el hombre había alistado un automóvil y le indica al joven que entre, “que esto ya lo íbamos a solucionar. En mi incomodidad le digo que prefería ir al día siguiente en compañía de alguien más, para sentirme más seguro”. ‘El carro ya está aquí, métete que vamos a buscar tus cosas’, le respondió.

De acuerdo con la historia de Herrera, adentro del auto ya había otro hombre esperándolo, de forma que quedó sentado en el medio. “El carro arranca y yo comienzo a llorar, de nerviosismo, de temor, de impotencia”

“Veo a mi alrededor y no existe más que oscuridad, la masa negra que era el mar a mi izquierda y lo intangible de la selva a mi derecha, estaba en una autopista, hacia Cojímar me dijeron”.

“Y como verborrea emanando de mi boca les digo que necesito orinar, que si no paran el auto me orino encima. Se detienen y abren la puerta. En medio de la absoluta oscuridad hago mis necesidades y vuelvo al asiento trasero del auto, esta vez sentado en el asiento de la ventana – ahora que recapacito las cosas me doy cuenta de lo maravilloso que es el cerebro, la intuición y el sentido de supervivencia humano: inconscientemente mi cuerpo pidió salir a orinar, pero en realidad fue una forma de ganar ventaja y sentarme cerca de una oportunidad de escape más cercana, la puerta del auto.”

Pasaron quizá unos siete o diez minutos, cuando sin pensarlo dos veces, el joven bloguero se lanzó del auto en movimiento. “No recuerdo mucho, solo mi cuerpo tirado, con alquitrán pegado en mis brazos y dos grandes brechas en mi cráneo, recuerdo sentir dolor, pero sobre todo ganas de seguir. Alcé mi cuerpo con las pocas fuerzas que me quedaban y corrí al otro lado de la autopista”.

“No sé si fueron las estrellas o si alguien estaba rezando por mí, pero en ese mismo instante, a no más de 300m, se acercaba una guagua y heme aquí”, escribió.

Finalmente, el joven logró salir con vida de la experiencia con magulladuras y una herida semiprofunda en la cabeza. “Perdí mucho”, escribió, pero asegura que ganó más. “Gané segundos, minutos, horas, días y quién quita, muchos años más. Cuba no me cambió la vida, me dio una totalmente nueva”, recalcó.

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