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Memoria del Exilio: Adiós al pasado

Nadie me robará jamás ni mis delirios, ni mi obstinada esperanza.

Juan Carlos Cremata Malberti © Cortesía del autor
Juan Carlos Cremata Malberti Foto © Cortesía del autor

Este artículo es de hace 6 años

Debimos publicar un artículo anterior a este que usted lee ahora.

Relativo a la Navidad y titulado: WTF o ¡¿QUÉ PIN… É?!

Prometo hacerlo pronto, es más; lo juro.

Y he aquí el motivo de mi silencio breve.

Sobre todo, para los que respaldan y alientan mis textos.

La vida transita, siempre, entre inescrutables floridos paseos y espinosos lacerantes senderos. Estos últimos, a veces un poco, muy difíciles de digerir, de asimilar y hacer crecer como experiencia. Son golpes demasiado bajos, imprevisibles, sucios, rastreros o traicioneros. De los que cuesta, aún más, reponerse. Pero, basta de cháchara. ¡Al grano! O, mejor dicho: hagamos el cuento.

La última semana del 2017 y ante la inminencia de perder la renta que habitaba; o abonar, en cambio, su impagable aumento – el primer exilio espanta, invariablemente con una, al parecer, eterna y constante mudanza – mi amigo americano - el mismo que me acogiera, durante el paso del reciente huracán IRMA – me propuso compartir los gastos en su casa. Por lo que decidimos cambiarnos cuanto antes.

Poco a poco, fuimos trasladándolo todo, en varias cajas. Y sólo dejamos algo pequeño, para mudarlo el primer día del año. Casi en un traslado simbólico, al momento de emprender una etapa nueva. Aún con la amarga sensación, de empezar a existir, de ahora en lo adelante, encajonado. Lo cual puede leerse también y, además, encojonado. Por no poder llamar a ningún sitio, todavía, -y quizás, nunca - mi lugar.

Por otro lado, recibimos la invitación de una amiga cineasta, de codirigir - junto a ella – un super interesante documental, filmando la fiesta de despedida del año, de una familia cubana, residente en Miami.

- ¿Quieres ir a Cuba? – le pregunté a mi socio yuma.

- ¡Por supuesto! – me contestó – Pero tú aún no puedes, hasta que no tengas la residencia norteamericana.

- Entonces, vámonos juntos, éste 31 de diciembre, a Homestead, a filmar a unos compatriotas – le propuse enseguida – Creo que es la mejor manera de acercarte a mi tierra.

- Pero yo no hablo español.

- Ellos tampoco inglés. – agregué - Y así te vas acostumbrando, porque en Cuba, lo mejor es que ni entiendas. ¡Relájate, coopera y sobre todo, goza!

Siempre fui de la creencia de que lo que se hace el primero de enero, se repite todo el año.

Pero ¡ojalá! y no sea así, para esta añada que recién comienza.

Me explico.

La filmación corrió perfecta.

Era una familia numerosa y muy agradable. Se reunían después de casi treinta años de estar separados. Y si bien nosotros no conocíamos a nadie, pudimos ejercitar, al mismo tiempo, además de la pasión cinematográfica, los avatares como traductores e intérpretes.

Pero…

A la una de la mañana, al regresar a nuestra casa, descubrimos que nos habían desvalijado.

Gavetas por el piso, ropa tirada por todos lados.

Corrí a ver y… con espanto descubrí que mi laptop había desaparecido.

Y con ella todos mis escritos, todas mis fotos, decenas de proyectos, todos mis recuerdos; en fin, todo mi pasado.

Que nunca subí a nube alguna. Debo disciplinarme a ello en lo adelante.

Y de lo que queda, alguito, quizás en un pequeño disco duro y en una computadora de mesa que dejaron.

Más lo que pueda retener, recuperar, rebuscar, repensar y reponer, mi “casco” y mi “mala idea”.

A mi amigo le fue todavía peor. Además de su computadora, le llevaron dos relojes, una pequeña caja fuerte que guardaba cinco mil dólares y un pomo grande, vacío, de agua embotellada, donde había alcanzado ahorrar unos mil quinientos “fulas” más.

Todo eso, en una funda de almohada que asimismo faltaba.

Por suerte no se llevaron ni el pasaporte, ni el Social Security. Pero el daño fue tremendo.

Llamamos al 911. Que nos puso 45 minutos en espera.

Una hora más tarde, llegó la patrulla. No habíamos tocado nada en la escena. Excepto – y por supuesto – lo denunciable, que uno, imperecederamente, oculta y nunca muestra. Los gendarmes sólo hicieron unas pequeñas preguntas y alumbraron, con sus linternas, dos de las cerraduras. Luego nos explicaron, que los finales de año son los momentos ideales para el incremento de los robos. Porque los ladrones buscan las casas vacías y saben que pueden afanar seguros hasta la medianoche. Por eso se habían demorado en llegar, dijeron justificándose. Nos dieron unas planillas, super complicadas de llenar. Con cupones, dibujitos, diagramas y crucigramas. Parecía que, para llenarlas, había que pasar un curso introductorio. ¡Qué difíciles, dios mío! Y nos pidieron que las lleváramos, en 48 horas, a la estación más cercana. Con la misma, hicieron mutis por el foro y ni siquiera nos desearon un atento ¡Feliz Año Nuevo!

Era luna llena, la noche del primer día anuario. Luna de lobos le llaman. Es raro que caiga en esa fecha. Pero esa fue un poco fría. Y obstinadamente nublada. Nos tiramos en sendas poltronas a contemplar el cielo. Ya no nos quedaba más nada. Y ni siquiera al satélite de la tierra iluminado, lo vimos por ningún lado. Aunque el cielo completo era como un gran manto blanco de encaje alumbrado - por detrás - con una fuerte luz potente, azulada y repartida bien pareja en todas partes.

- ¡Linda manera de empezar el nuevo año!, ¿no? – le comenté a mi compañero de infortunio.

- Original. Pero necesito bañarme. Siento como si me hubiesen violado – me replicó él, apesadumbrado.

- Yo necesito, además de un baño, un buen par de pastillas para dormir, ¿tienes?

Sueño profundo y goodbye mundo.

Penas para otro lado.

- ¡Llora, pero en la puerta! - como ordena Bernarda.

Y mucho más, a esas horas del alba.

Mañana será otro día y hoy es siempre todavía.

Todo lo que sucede conviene y no hay mal que por bien no venga. Como suele repetir mi madre.

La sensación de oquedad e impotencia inicial poco a poco va cediendo. Pensé en Reinaldo Arenas escribiendo tres veces Un mundo alucinante.

Al despertar nos lanzamos a la búsqueda, compra e instalación de pestillos, cadenas, candados y nuevas cerraduras. Aproveché, asimismo, para comprar un par de camisetas y un short nuevo. Que al mal tiempo, imagen renovada. Y con el saqueo de mis exiguos ahorros, me agencié una nueva computadora. A la que he bautizado Casandra. Como la visionaria troyana incomprendida.

Al día siguiente, cuando llegamos a la estación, descubrimos allí a una decena de personas en la misma situación. Parecía la reunión del Club de Afectados por el comienzo del año, ja, ja. Mal de muchos, consuelo de tontos.

Así que a empezar de cero de nuevo.

No es la primera vez, ni tampoco será la última.

Que todos los días se queman las naves y la vida se acaba.

Pero a cada minuto también se renace.

Dicen que Elegwá viene comandando la Letra del Año.

¡Papá, me tiraste fuerte!

Y que le apoya Yemayá.

¡Mima, ¿y esto?; ¿qué volá?

Pero la mejor frase me la regaló – a manera de consuelo, aunque yo la he tomado como escudo - la dueña de la casa, dónde fuimos a filmar, cuando se enteró de nuestra desgracia. Contándome de su miedo-diario a perder el trabajo, o a quedarse en la calle: Nunca nadie, al que le hayan dado una patada en el culo, ha caído sentado. Por el contrario, avanza.

Saldrá el sol de todos modos.

Las cosas claras y ahora voy más ligero de equipaje.

Que mis recuerdos los llevo conmigo.

Y nadie me robará jamás ni mis delirios, ni mi obstinada esperanza.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.


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Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.