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Cubana cuenta su calvario durante once años en Lituania

Bárbara Milagros Acosta Rodríguez es una cubana que hace 11 años abandonó la Isla para establecerse en España. Pero en el trayecto debió vivir ocho años en Lituania, donde jamás le concedieron permiso para trabajar y pasó dos años en un centro para emigrantes. La dureza del sistema le provocó trastornos nerviosos.

Cubana-en-Lituania © Bárbara Milagros Acosta Rodríguez/ Facebook
Cubana-en-Lituania Foto © Bárbara Milagros Acosta Rodríguez/ Facebook

Este artículo es de hace 6 años

Bárbara Milagros Acosta Rodríguez es una cubana que hace seis meses vive en España. Ese fue siempre su sueño y ahora lo logró. Pero le ha costado muy caro. Hace 11 años que abandonó la Isla y partió hacia Moscú, donde permaneció dos años. De allí pasó a Lituania (miembro ya de la Unión Europea), donde esperaba obtener un permiso de residencia permanente que le permitiera saltar a España. Pero en el país báltico se troncharon sus esperanzas.

Bárbara contó su historia a Martí Noticias. Relató que en la antigua república soviética vivió bajo el amparo de una familia local. Según las leyes, debía esperar cinco años por el primer permiso de residencia temporal, que debía renovar cada año. Durante tres años se lo dieron, sin embargo, jamás le concedieron permiso para trabajar. Por suerte, consiguió empleo en varios sitios: en una compañía privada, en un centro comercial y en el propio hogar donde la acogieron.

Pero Bárbara supo de primera mano lo que se puede sufrir en un país ajeno. Ella y otros ocho cubanos que buscaban asilo político pasaron dos años en un centro para emigrantes. Según relató, en las afueras de la ciudad de Vilnius, en Pabrade, existen dos lugares de este tipo, uno cerrado, muy parecido a una prisión, donde nadie puede salir sin permiso de los guardias, y otro abierto, en el que pueden pasar el día en el pueblo y regresar a dormir.

La dureza del régimen provoca que muchos de los confinados allí comiencen a padecer trastornos nerviosos. Ella misma se afectó durante un tiempo, caminaba descalza en la nieve y gritaba a los guardias: “Abajo Lituania. Abajo Lituania”.

La llevaron a un pabellón psiquiátrico, donde días después se recuperó. Nunca olvidó lo que había vivido, por eso regresaba todos los meses a llevar alimentos y ropas a los cubanos que quedaban. Hoy permanecen allí cuatro: tres en el régimen cerrado y uno en el abierto. Dos de ellos ya padecen trastornos y han recibido terapia de electrochoques.

Una de las cosas que más llama la atención del relato de Bárbara es que ninguno de esos cubanos, a pesar de todo lo que han vivido desde que dejaron la isla, quiere regresar a Cuba.

Así le sucede a ella. No se arrepiente de nada, a pesar de que lleva 11 años sin ver a sus hijos, a quienes dejó con 8 y 15 años, y de no conocer a su nieto. Admite que las nuevas tecnologías le facilitan la comunicación con ellos, pero no olvida que cuando estuvo en Rusia solo podía llamarlos cada seis meses. Ellos también quieren irse de Cuba. “Mami, aquí no hay futuro de nada”, le dicen.

En Lituania, los inmigrantes con orden de deportación pueden pasar detenidos hasta 18 meses antes de ser retornados a sus países. Antes de que le llegara la suya, Bárbara decidió irse de todas maneras a España, con el fin de obtener la residencia. Allí vive, sin perder las esperanzas.

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