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Víctor Figueroa: “Yo quiero que me digan Pedro Primero”

La historia se le repitió como tragedia. Matanzas arribó a los play off llena de bríos, se impuso con autoridad en el primer encuentro, y después se desinfló.

Víctor Figueroa © Giron.cu
Víctor Figueroa Foto © Giron.cu

Este artículo es de hace 6 años

Víctor Figueroa me recibió en su casa con la desolación tatuada en cada ojo. Era la viva estampa del hombre que se ha debido resignar a un golpe inesperado y formidable, esa especie de “manotazo duro” con que Miguel Hernández definiera la muerte de un amigo. Eso mismo: a Figueroa parecía habérsele muerto un ser querido.

Pero lo que le habían matado eran los sueños. Llevaba acariciándolos durante toda la segunda vuelta de un torneo donde su equipo se paseó, feliz y pavoroso, con la etiqueta de virtual campeón que muchos le colgaron. Había ganado 33 de 45 compromisos ante equipos debidamente reforzados, y en el tanque de sus esperanzas ya no cabía una gota más de combustible.

Sin embargo, la historia se le repitió como tragedia. Matanzas arribó a los play off llena de bríos, se impuso con autoridad en el primer encuentro, y después recibió cuatro estocadas sucesivas que evocaron desenlaces similares en cada una de las campañas anteriores.

Se había ido un Víctor, llegaba otro, y el libreto no recibía variaciones: el equipo jugaba como nunca en las clasificatorias, y más tarde perdía como siempre en las finales. Si la aventura de las postemporadas yumurinas en la década fuera a ser materia prima para el cine fantástico, cabría decir que el pobre Cocodrilo ha sido víctima de un espantoso hechizo.

Con su nuevo traspié en fases cruciales, el arcoíris matancero ya alcanzó las siete franjas. Lo terrible del caso es que todas son negras.

¿Qué pasó, Figueroa? ¿Por qué crees que tu equipo se desarticuló?

-Fue terrible. Solo puedo decirte que hay que hacer una revisión porque no puede ser que año tras año pase lo mismo. No puede ser que un equipo esté a un nivel tan alto que los otros no podían con él, que las victorias llegaban con una facilidad tremenda, y de pronto se viene abajo de un momento para otro. Eso no puede suceder cuando en las filas hay varios atletas considerados entre los mejores peloteros del país. Por eso tendremos que llegar a conclusiones importantes. Matanzas se merece que este equipo le acabe de dar una alegría total, y creo que de esta manera no lo podremos conseguir aunque hagamos hasta lo imposible.

Dices que se necesita una revisión, pero es el séptimo año consecutivo en que Matanzas pierde en el play off. ¿Acaso no se han hecho revisiones anteriores?

-No sé qué decirte, pero si no se han hecho yo quiero hacer la primera para conocer el trasfondo de lo que está pasando, para tocarlo con las manos y para eso hay que sentarse, analizar y hacer un informe. Es algo que no quiero hacer yo solo, sino con mi equipo de trabajo, al que tengo mucho que agradecerle, al igual que a mis atletas. Lo que sí no podemos es esperar a que pase lo mismo el año próximo.

¿Habrá faltado entrega?

-Faltaron motivación, concentración; faltó ese punto final para llegar a la victoria. A mí me emociona mucho ver al tunero Danel Castro cómo toma la iniciativa en el momento difícil y se echa al grupo arriba. Eso es lo que hace falta para poder lograr victorias: alguien tiene que llevar la bandera. Y si entre los matanceros nadie asume esa responsabilidad, qué le vamos a exigir al que viene a ayudarnos como refuerzo. Tengo la sensación de que se cae en un ‘efecto dominó’ en el que unos van empujando a los demás y por ese camino todas las cosas salen mal.

A Matanzas le está sucediendo algo parecido a lo que antes ocurrió con Sancti Spíritus, y la afición alude siempre a esas situaciones apelando a la palabra ‘coraje’ o alguna otra aún más contundente. ¿Cómo lo ves tú?

-Para afirmar eso tendríamos que tener un instrumento que midiera el nivel de coraje, y eso no existe. Es verdad, Sancti Spíritus pasó por lo mismo con varios jugadores de primer nivel. Pero Sancti Spíritus no tuvo la oportunidad de reforzarse, nosotros sí, y ni de esa manera se ha podido llegar. Somos el equipo más ganador durante la Serie y después todo cambia en un instante. Yo quiero encontrar una fórmula que termine con eso.

Digámoslo de la manera más elegante: ¿hará falta un trabajo sicológico más profundo en el equipo?

-Pienso que sí. Al empezar el play off supuse que tendría a tres líderes: Yorbis Borroto, por su entrega; Frederich Cepeda, por su experiencia; y Yurisbel Gracial, por matancero y talentoso. Sin embargo, Eduardo Blanco fue el que debió llevar la voz cantante con dos batazos muy importantes.

Se habla de que varios jugadores del núcleo fuerte matancero se irán a cumplir contratos en el exterior, y de que otros pudieran acogerse al retiro. ¿Qué posibilidad te suena más cercana, la de ganar por fin un campeonato o la de regresar a las posiciones sotaneras de hace algunos años?

-Si la base del equipo empieza a irse tendríamos dificultades que nos obligarían a trabajar más con la reserva. Las salidas para jugar fuera de Gracial, Ariel Martínez y Yoanni Yera son casi confirmadas, mientras Ramón Licor y Jonder Martínez podrían no hacer el mismo trabajo que este año debido a la edad. Todo eso haría más enredada la clasificación, pero habría que ir paso a paso. Claro está, si se nos debilita la base será complicado ser campeón, porque nos faltarían jugadores esenciales para quedar entre los cuatro. Pero hoy no tengo por qué decirte que no vamos a clasificar. Soy una persona optimista y trabajo para ganar. Mis equipos en 14 Series Nacionales siempre han ganado más de 50 juegos, y seguiré con la idea de que eso se puede volver a lograr.

¿Por qué Jefferson Delgado no jugó nunca contra Granma a pesar de que se dijo por televisión que Gracial estaba jugando con una mano inflamada?

-Jefferson no jugó porque yo tengo al tercera base más integral de la pelota cubana de hoy. Un pelotero que vino con números excepcionales de su liga de Canadá, y los mantuvo aquí. Además, Gracial es el pelotero insignia del equipo. Cuando él regresó de Canadá no solicité ningún refuerzo en los jardines para que Jefferson pasara al jardín izquierdo, pero no tuvo los números esperados a la ofensiva, no trabajó bien a la defensa y presentó una lesión en una rodilla a punto de finalizar el calendario. Por eso tuve que pedir más tarde a Cepeda, uno de los mejores peloteros de nuestra historia.

“En lo que concierne a Gracial, hay que hablar con honestidad. Le dan un bolazo iniciando el play off y lo estuvimos chequeando en todo momento. El médico y el fisioterapeuta me daban un informe diario y siempre consistió en que él estaba en plenas condiciones de jugar. El propio Gracial me dijo que no tenía problemas para seguir en actividad; por eso jugó hasta el último día. Nunca nadie –ni él ni el médico ni el fisioterapeuta- me dijo que tuviera la mano inflamada. Soy de los managers que no pone a jugar a un atleta si está lesionado o enfermo, porque no me gusta abusar de los resultados. Yo lo cambié de bate y lo puse más atrás en el line up para ver si reaccionaba y no pudo ser. No estoy en contra de eso. Cualquier pelotero puede fallar en su rendimiento, pero por la mano no fue”.

Pediste a varios jugadores avileños (Borroto, Osvaldo Vázquez, Dachel Duquesne) porque son los que más han ganado en los últimos tiempos, pero apenas te aportaron en la postemporada...

-Eso no estaba en ninguno de mis cálculos. Pensé que ellos llevarían un gran peso en la etapa final y no fue así (aunque sí me ayudaron muchísimo en la segunda fase). Lo anterior se suma al resultado bajo que tuvieron mis atletas de Matanzas. Blanco fue el que llevó la bandera del equipo; Cepeda también aportó y merece un reconocimiento. Los demás tuvieron una merma. Y en el pitcheo, exceptuando los trabajos de Yera, Jonder y Yosvany Torres, el resto poco pudo hacer. Ni siquiera Miguel Lahera trabajó con la efectividad que necesitábamos.

Si el play off fuera a empezar de nuevo, ¿corregirías la decisión de trabajar con cuatro abridores?

-Sí. Creo que me habría ido mejor con tres. Lo que ocurre es que la dirección del equipo acordó darle la oportunidad a Roy Hernández porque era el líder en promedio de carreras limpias del campeonato, un joven que se entregó con muchos deseos y al que no quise hacerle daño al dejarlo fuera de la rotación. Obviamente, puede que haya habido decisiones mías que no fueran las más adecuadas.

Mucha gente dijo que no debías haberte cruzado con Granma en la semifinal, que habría sido más adecuado elegir al adversario...

-Sí, pero mi filosofía no era esa, sino que yo pediría primero en los refuerzos y los cruces empezarían siempre en mi casa. Además, quedando primero ya garantizaba cuando menos un lugar en el podio.

Hasta ahora siempre trabajaste como preparador y, de pronto, te encomendaron asumir las riendas. ¿Cuán impactante es ese cambio de misión?

-Es tremendo, porque asumes la responsabilidad de todo el equipo. Pasas a ser el director de una empresa y tienes que saber por dónde van todos tus departamentos. Antes solo tenía que entregarle un equipo bien preparado a quien lo fuera a dirigir y mantenerlo así durante toda la Serie; ahora tengo que chequear todo el trabajo y velar por cada área.

Después de esta primera experiencia, ¿cómo te autodefinirías como manager?

-Soy un manager arriesgado, que siempre va por la victoria. Para mí ningún equipo es mejor que el mío. Tengo absoluta fe en mis jugadores. El manager que no piense así va con miedo y el miedo no deja pensar. Hasta el último día tuve esperanzas de ganar. Tanto, que perder el play off fue una sorpresa enorme para mí. Cuando caímos en el segundo juego, pensé que solo habíamos tenido un desliz y que luego lo arreglaríamos. Fue cuando perdimos el tercero que me empecé a preocupar, porque los juegos impares son fundamentales para el triunfo. Me siento como un manager que tiene mucho que aprender y este play off me enseñó muchas cosas.

¿Por ejemplo...?

-Que no debía pensar tanto en el mañana. Espero no tropezar dos veces con la misma piedra. Creo que lo hice aceptablemente, aunque haya tenido equivocaciones como las tienen todos los managers, unos más que otros. Me parece que dirigir lleva valentía, calma y mucho pensamiento para generar buenas ideas. Estoy convencido de que un manager debe ser fuerte, pero tiene que saber dar la mano. Eso lo cumplí. Hice una familia dentro del equipo y sentí que los muchachos me querían. Siempre pensé que mi equipo le ganaba a Granma y fui el primero en reconocer a Carlos Martí cuando me ganó. ¿Por qué voy a estar molesto con él si me derrotó en buena lid? En ese Granma, mis respetos para Carlos Benítez y Yordan Manduley, un talismán que gana donde quiera que llega. ¿Y qué decirte de la impresión que me ha dejado Roel Santos? ¿O de Alfredo Despaigne, que viene a entregarse después de una larga temporada en Japón?

¿Esperas seguir al mando del equipo el próximo año?

-Espero que sí. Tengo la mejor disposición, pero hay que esperar a ver qué pasa.

Supongamos que en la temporada venidera llegas a la final y la pierdes. ¿No te preocupa que la gente te bautice con algún sobrenombre burlón?

-Si el próximo año quedo en plata, que me pongan el apodo que quieran. Ojalá desde ahora pudiera decirte que el año que viene voy a ser segundo, porque así habré subido un escaño con respecto a éste. A ver si el de más arriba entonces somos campeones y me empiezan a decir Pedro Primero.

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Michel Contreras

Periodista de CiberCuba especializado en béisbol, fútbol y ajedrez.


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