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Patrona de Cuba en artesanía, ¿virgen o bruja?

Un pueblo volcado de esa manera a la fabricación de figuras religiosas ha derivado en una frase que es tan popular y cómica, como preocupante: virgen o bruja, así las personas clasifican las tallas, generalmente de madera, de la Virgen de la Caridad del Cobre.

Artista en Santiago de Cuba pinta a la Patrona de Cuba © CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez
Artista en Santiago de Cuba pinta a la Patrona de Cuba Foto © CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Este artículo es de hace 6 años

Hay una verdad que inquieta en El Cobre, lugar donde está el santuario de la Patrona de Cuba: allí casi todo el mundo vive de la famosa advocación de la Virgen María, ya sea en el negocio de la venta de flores, artesanías o piedras, o en alguna actividad relacionada con el transporte, la gastronomía…

Se dice, además, que más de la mitad de su población está vinculada a la venta de las famosas manualidades donde se representa a «Cachita» y que todas, absolutamente todas, se venden: desde las pequeñas imágenes con un valor de 10 pesos (CUP) hasta aquellas que alguien ha comprado en más de 1 500 pesos convertibles (CUC).

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Sin la Virgen de la Caridad del Cobre, el lugar donde está su santuario, una vez cerrada la mina, casi hubiese desaparecido del mapa. Pero hoy la realidad es otra y bien distinta. Se asegura que este es uno de los sitios más visitados en Cuba… y yo no cuestionaría esa afirmación.

Un pueblo volcado de esa manera a la fabricación de figuras religiosas ha derivado en una frase que es tan popular y cómica, como preocupante: virgen o bruja, así las personas clasifican las tallas, generalmente de madera, de la Virgen de la Caridad del Cobre.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Cuando se define su rostro o está bien hecha, se le llama «virgen»; al contrario, si es solo una pieza para «matar y salar», se le llama «bruja».

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

La historia de Eliecer Guerrero Nápoles

(…) yo no quiero flores

yo no quiero estampa

lo que quiero es Virgen de la Caridad

La curiosidad de las «vírgenes o brujas» me llevó al Cobre, sitio de adoración a la figura religiosa más famosa de Cuba, y específicamente a conocer a Eliecer, quien se afirma fue el iniciador de la venta de figuras en madera, y quien hoy siente bastante vergüenza por el descontrol que existe y el asedio a quienes visitan el lugar, pues todo nació de una hermosa idea, la de crear arte a partir de la sagrada imagen.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

En el año 1992, cuando aún el llamado Período Especial no estaba en su momento más áspero aunque se sentía con fuerza descomunal, un pequeño grupo de artesanos, en la casa de cultura del Cobre, tenía la idea de crear un pequeño mercado para exponer y vender arte relacionado con la Virgen de la Caridad.

“Un día se me ocurrió, con un pedacito de madera de jobo, hacer una virgencita. Tenía tan solo dos centímetros. Recuerdo que no tenía cuchilla apropiada y los detalles los hice con una aguja. Se la enseñé a una persona, que en ese momento era el subdirector de la casa de cultura, y me dijo que esa era la idea, que era eso lo que debíamos hacer para tener un fondo y llevar a cabo el proyecto”, asegura Eliecer.

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Sus primeras creaciones fueron regaladas o donadas. Desconoce el paradero de las mismas. Fue la tercera pieza la que intentó vender. Al final también terminó siendo un obsequio.

“Intenté seguir vendiéndolas. Pero tienes que recordar que en esos años estaba prohibida la venta extranjeros, no estaba despenalizado el dólar. Tengo un familiar que vendía piedras y esas cosas, pero él no accedió a venderla, no podía estar en los alrededores del Santuario que era el mejor lugar, porque estuvo preso cuando le cogieron 10 centavos de dólar. Buscamos a un amigo, pero tampoco logró venderla. Me dijo que eso no se vendía aquí, y yo mismo le dije, 'cómo va a ser eso, si es el motivo por el cual vienen personas de todo el país'. Yo mismo terminé vendiéndola. Las primeras siempre fueron a extranjeros, fueron ellos los primeros que dieron valor a ese trabajo”, explica.

A mediados de 1992 se autoriza la venta de artesanías, pero no en divisa. No obstante, esto no limitó que se comercializaran, de forma solapada, con clientes procedente de otros países.

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El hermano de Eliecer fue de los primeros en sacarla. Recuerda que en esa época no había inspectores que verificaran si uno vendía en divisa o no… y pasó el tiempo y con él llegó la despenalización del dólar americano.

Virgen… o bruja

(…) si vas pa' lla

donde esta cachita

tráeme una estampita de la Caridad pa' mi mamá

“Depende del nivel de detalles que se logre en cada pieza”, asegura Eliecer y explica “la gente se imagina lo que es una virgen, lo plasma, y salen a la calle a vender, y en realidad no es así, al trabajo hay que darle calidad. Hay personas que se creen artesanos y no lo son”.

Yo me atrevería a afirmar que más que calidad, a veces es pasión lo que requiere. El deseo de hacer algo digno, bueno, se siente cuando uno ve una obra. Para mí, eso marca la diferencia.

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“Lo primero es el rostro, el nivel de detalle que tenga… y eso requiere entrega, experiencia. Cuando me topo un amigo que está empezando en esto, lo primero que le digo es que cuando me inicié, no vendía las primeras, porque hay que coger habilidad”, y asegura Eliecer que una vez que le cogió «el golpe», porque fue el iniciador, llegaron a él muchas personas que querían aprender, y a todos les insistía que era entregarse al arte, no al deseo de ganar dinero. No obstante, con dolor admite que muchos, cuando creían que lograban un nivel aceptable, ya se tiraban a la calle a hacer y vender, porque “todo se venden, increíblemente todo se vende”.

El nivel de detalle de una pieza, que marque la diferencia entre una virgen o una bruja, se logra, además de un rostro acabado y fino, también en el manto, en su forma triangular más que semejante a una tela que cae y con el escudo, “no todas las piezas se representan como la que está en el santuario, es usual también hacerlo con el bote, como cuando apareció la santa imagen, pero ese pequeño bote también hay que hacerlo con detalles, con acabado”.

Detrás de cada virgen… un mundo

“Y si vas al Cobre

quiero que me traigas

una virgencita de la Caridad”

Existe un mundo bien complejo detrás del arte de fabricar una de estas famosas imágenes, un inmenso entramado que trasciende las propias fronteras del Cobre, y que es una de las razones por las cuales medio pueblo está vinculado al negocio.

Yamira es custodio de una institución en Santiago de Cuba. Todo el mundo sabe que cuando una lámpara «se funde», va a parar a sus manos. Cada bombillo, cuando se limpia, se emplea en la fabricación de las manualidades. Los vende hasta en 5 pesos cada uno, y al mes lleva a casa unos 40 ó 50 tubos de lámpara de luz fría.

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Quienes suministran la pintura, el barniz o el pegamento son bien conocidos por todos. Tener sus nombres es vital para permanecer en el negocio de la fabricación de las piezas, y cada artesano que se respete, tiene en su agenda más de un proveedor.

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De la corteza de un árbol llamado Júcaro o Piñón de Café se obtiene una madera que es excelente para hacer las pequeñas vírgenes, las que se venden a 10 y 15 pesos. Primero por su color que se asemeja al amarillo que se asocia con «Cachita», y segundo porque es muy fácil de trabajar y posee una textura muy suave.

“Hay gente que se dedica a buscar esa madera. Te la traen verde, manchada o amarilla. La mejor es la amarilla, que ya está seca y el color se asemeja al mando de «Cachita». En realidad, no es una madera, es la corteza, son pequeños promontorios que tiene el árbol que con el tiempo, cuando crece, va desechando. Esas que desecha están secas y son las mejores. Cuando se le arranca no daña al árbol. Al principio había en abundancia, ya hoy no es así. No la hay en el poblado, pero sí en las zonas cafetaleras cercanas, y hay personas que se dedican a buscarla y te la traen hasta la puerta de la casa”.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Para las figuras de mayor tamaño sí se emplean la caoba, cedro, majagua, caguairán, guayacán, baría… depende de la que se consiga y de lo que solicite el comprador.

“Las imágenes pequeñas se hacen con tubos de lámpara de luz fría, que se limpian muy fácil. Trabajar el cristal es más complicado. Depende de la forma de este material, es el nombre de la virgen. Están las de «bombillo», que son las que usan bombillos redondos, y las «capillitas», que son las que usan pedazos rectangulares de cristal y puede variar su forma según la cantidad de lados”, asegura Eliecer y añade “las capillitas casi siempre son cuadradas… aunque todos estos nombres han surgido espontáneamente, los propios artesanos le hemos puesto esos nombres. De esa inventiva salieron «capillita», «bombillo», «aparición»… y una infinidad de nombres”.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

La especialización, como en casi todo en la vida, rige aquí la cotidianidad: son las personas que venden, quienes están de frente al negocio y al cliente, quienes solicitan a los productores la cantidad y tipo de piezas que quiere, aunque de vez en cuando un artesano propone sus obras, pero es más riesgoso.

Eliecer disfruta caminar por las calles de su pueblo y siempre encuentra un conocido fabricando las famosas piezas. De habitual, ya casi ha dejado de ser sorpresa, “todos los días, quien menos uno se imagina, está tallando imágenes, o pintando, o barnizando…”

En su casa, Eliecer conserva una de las primeras vírgenes que hizo en madera, más por iniciativa de su madre que personal, y algunos cuadros. Hoy no talla pequeñas piezas que se venden en los predios del santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre. Apuesta más por un arte que reverencie la sagrada imagen con altos valores estéticos, aunque tiene en planes llevar esa pasión a un plano más alto, al idear un proyecto que justiprecie aquellos artistas que realmente pongan corazón a su obra, más que pasión desenfrenado por el dinero que genera, y la tradición de la talla en madera.

Tiene, entre sus sueños, crear un proyecto que reverencie a la Patrona de Cuba desde la fundición de piezas hechas en cobre, una idea que en la actualidad se le ha vuelto esquiva, pero no imposible.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.