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Elecciones en Cuba: "Ve, para que no te marques"

La cruel explicación de unos comicios que generan entre su gente menos expectativas que la final de la pelota.

Elecciones en Cuba © Ricardo López-Hevia / Granma
Elecciones en Cuba Foto © Ricardo López-Hevia / Granma

Este artículo es de hace 6 años

A la maquinaria propagandística no le ha chirriado una sola tuerca. Vaya si la tenían engrasada.

Primero, el superobjetivo: enlazar las votaciones de este domingo con el concepto de país, de patria, de identidad. No es recurso nuevo, pero siempre es recurso útil. Para esta vez desenterraron la argucia de llamarle "Voto por Cuba" a unos comicios donde no hay una sola boleta con el nombre de un opositor, ni tan siquiera un independiente del proyecto raulista.

Han sido eficaces en sembrar la idea de que no votar por ellos, es no votar a favor del país: la misma artimaña semiológica con que han logrado dar a la disidencia el calificativo de “anticubana”, una aberración.

Pero después de la concepción teórica han pasado a la práctica: sacaron los tanques a las calles. (Los simbólicos, no los tanques de metralla, esos siguen guardados hasta que necesiten probarse como en Tiananmen). La televisión cubana con todos sus canales herrumbrosos, los periódicos, radios, aplicaciones para teléfonos móviles, todos reproducen la mofletuda cara de Gerardo Hernández, espía convicto en Estados Unidos, depositando su voto con su pequeña hija cargada en brazos. Pura ternura socialista, que nadie se aguante su lágrima.

Y explotaron lo mismo al “Hombre Habano 2018”, el título del veguero galardonado en la última edición de la Feria del Habano, que pusieron a sus caricaturistas a generar dibujetes de propaganda indisimulada: todos, lo mismo un cultivador de tabacos que los jovencitos de la Universidad de la Habana, debían repetir que votar hoy es votar por Cuba, aunque todos esos jovencitos estuvieran pensando en verdad como escapar de esa misma Cuba, con voto o sin voto.

Los ocho millones de cubanos que afirma el gobierno haber convocado para hoy cumplirán su parte en la farsa: elegir a 605 diputados al Parlamento, y 1,265 delegados a las asambleas provinciales del Poder Popular, quince en todo el país.

El proceso es enrevesado, difícil de comprender. Los cubanos lo saben y no se toman el trabajo de comprender. Intuyen la comedia, representan sus roles, y siguen su domingo con las verdaderas preocupaciones en la cabeza. La comida, el agua, la corriente, irse del país.

Al otro lado del tablero, una breve masa opositora intenta hacer lo suyo en un juego trucado. Hacerle al sistema todo el daño que puedan, que no es mucho.

Lo mismo los kamikazes de José Daniel Ferrer en el oriente, miembros de la UNPACU que desafían a viva voz a las brigadas de respuesta rápida, siempre rápidos para partir cabezas y rodillas; que los pacíficos entusiastas de Cuba Decide, la iniciativa conque Rosa María Payá ha querido que los cubanos anulen estas boletas hoy y pidan un plebiscito verdadero.

Sabemos el alcance de estos esfuerzos. Son carne de fracaso. No pueden ganar una partida de ajedrez con un solo peón, contra el doble ejército enemigo al otro lado de la mesa.

Los comicios de hoy en la isla tienen un doble lema. Uno oficial, otro callejero. El oficial dice que es un Voto por Cuba. El de solar, patio de tierra y mesa de dominó dice “Ve, para que no te marques…” Así lo ha hecho el pueblo cubano durante décadas, inoculado con el virus de la apatía política: depositar la boleta para no “marcarse” ellos mismos, y seguir camino.

Es el tamaño de la tragicomedia en una farsa electoral que se escenifica más por miedo y desidia que por motivación cívica. La cruel explicación de unos comicios que generan entre su gente menos expectativas que la final de la pelota. Quizás, porque en esta metáfora de juego de béisbol siempre se sabe qué equipo va a ganar.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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