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Los temas que deberían ser prioritarios para el nuevo presidente Díaz Canel

Los cubanos necesitan sacudirse la desesperanza que los domina desde hace años y empezar a confiar en su poder como únicos y reales activadores de los cambios que tanto añoran.

Miguel Díaz-Canel, nuevo presidente de Cuba © Getty Images/ Ernesto Mastracusa
Miguel Díaz-Canel, nuevo presidente de Cuba Foto © Getty Images/ Ernesto Mastracusa

Este artículo es de hace 5 años

La tentación a dejarse llevar por el escepticismo ante la puesta en escena para 'elegir' de un nuevo presidente en Cuba es demasiado grande, pero sucumbir ante ella sería hacerle el juego al régimen dictatorial cubano y sus muchos años apagando la voz de sus ciudadanos.

Ciertamente los mensajes que desde el Gobierno cubano se lanzan no llaman mucho al optimismo, pues el continuismo y el inmovilismo son las principales bazas que se esgrimen como sus mayores fortalezas.

Lejos de lo que ocurre en otros países con sistemas democráticos, donde los nuevos gobiernos enarbolan propuestas de cambios como atractivos indicativos de progresos y mejoras; en Cuba la defensa del apego al pasado y la resistencia al cambio devienen consignas y declaraciones de intenciones.

Las reelecciones de mismos puestos en el parlamento, el tuitazo por la continuidad, las confirmaciones de propuestas en lugar de votaciones reeales, que distinguen el 'proceso electoral cubano', mitigan la esperanza de cambios en la Isla.

Sin embargo, que se haya designado por primera vez en décadas a un presidente cubano sin el apellido Castro, a un ciudadano, además, ajeno a la rancia casta de la generación histórica, abre un angosto filón a la esperanza que todos los cubanos deben permitirse contemplar.

Por eso, porque los cubanos lo merecen y porque deben comenzar a exigirla, listamos algunos de los temas que deberían ser de prioritaria solución para el nuevo presidente cubano:

  • Genuino respeto al universal derecho a la libre expresión: que deje ser norma que se reprima a la oposición, la disensión, la crítica y no aceptación de férrea y ciega lealtad al régimen.
  • Eliminación de la dualidad monetaria, con su consecuente devaluación del peso cubano: no existe razón alguna para justificar que circulen dos monedas en la isla, que solo consiguen dividir a la sociedad cubana, imponen diferenciados estándares de calidad y de servicios y ahogan al trabajador más humilde, ese que muchas veces es quien más aporta al país.
  • Cese de las exclusiones, diferenciaciones y etiquetas hacia los propios ciudadanos cubanos: ni desertores, ni disidentes, ni repatriados. Todos los cubanos por el simple hecho de haber nacido en la mayor de las Antillas deberían poseer los mismos derechos, oportunidades y posibilidades de entrar a su país como el hogar que es.
  • Esto colleva la legítima petición de que culminen los castigos por haberse marchado a vivir fuera. Muchos aceptan resignados estas prácticas como si no fuera posible otra dinámica, pero es una violación de los derechos elementales y un tremendo abuso de poder que a un cubano se le prohíba entrar a su propio país por el simple hecho de no haber regresado.
  • Posibilidad de que todos los cubanos emigrados puedan invertir en su propio país: si ya el país se beneficia de las remesas de sus millones de ciudadanos desperdigados por todo el mundo ¿por qué los cubanos emigrados no pueden invertir en su país y compartir su éxito allende los mares con su propia tierra? ¿por qué los cubanos siguen siendo ciudadanos de segunda con menos derechos que los foráneos?
  • Que la expresión de una fidelidad y servilismo con el régimen no represente más beneficios sociales que el trabajo diario: que no sea necesario mostrarse leales para recibir prebendas, que no haya que delatar al vecino para poder 'subsistir" y que el trabajo honrado y comprometido sea la principal fuente de bienestar de los cubanos.
  • Que los cubanos puedan participar de la construcción de su país, la toma de decisiones y no sean espectadores pasivos y anulados en la gran puesta en escena política. El reciente 'proceso eleccionario' no ha hecho más que poner en evidencia la gran pantomima que representa la 'designación' pensada y calculada de los principales dirigentes del país.
  • Que el argumento de la gratuidad de los servicios no siga siendo una gran cortina de humo para ocultar las carencias, la precariedad y los abusos: ni tan gratuitos ni exclusivos de Cuba, ni mucho menos de calidad son muchas veces los servicios de salud y educativos en Cuba. Que un cubano no tenga que pagar de su bolsillo una operación a corazón abierto (tampoco es el único país del mundo donde el sistema de seguridad social establece ese tipo de prestaciones) no mitiga el gran problema de la falta de medicinas esenciales, el mal estado de las instalaciones, las listas de espera. En el sistema educativo la lista de problemas daría para artículo independiente.
  • Creación de pequeñas y medianas empresas con acceso a mercados mayoristas: una vieja y necesaria demanda por parte de los emprendedores cubanos e imprescindible motor para la economía cubana y su sector privado.
  • Posibilidad de importar y exportar directamente: mientras este reclamo de los trabajadores por cuenta propia cubanos no sea una realidad, el emprendimiento y el sector privado no saldrá del perenne estado de emergencia al esperable y tan deseable florecimiento.

El panorama en la Isla no invita, ciertamente, mucho al optimismo. En el Consejo de Estado seguirán estando algunas de las llamadas figuras históricas y otras nuevas de lealtad comprobada que aseguran el continuismo del castrismo como doctrina y como régimen, Raúl Castro seguirá al menos hasta el 2021 al frente del Partido Comunista y encabezará las decisiones trascendentes -según afirmó el propio Díaz Canel.

El primer paso, sin embargo, para que un cambio llegue es creer que es posible y los cubanos necesitan sacudirse la desesperanza que los domina desde hace años y empezar a confiar en su poder como únicos y reales activadores de los cambios que tanto añoran.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.


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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.