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El Mundial que yo veo: La caída del ballet ruso

No importó que la llave estuviera decidida: este lunes había medio mundo esperando para ver si lo de Rusia era un espejismo derivado de las ventajas que le habían concedido Arabia

Luis Suárez celebra el primer gol del partido © Facebook/ FIFA World Cup
Luis Suárez celebra el primer gol del partido Foto © Facebook/ FIFA World Cup

Este artículo es de hace 5 años

La jornada

No importó que la llave estuviera decidida: este lunes había medio mundo esperando para ver si lo de Rusia era un espejismo derivado de las ventajas que le habían concedido Arabia Saudita y Egipto. Los hombres de Cherchesov llevaban ocho goles en dos juegos, y cada una de sus salidas previas estuvo signada por el trazo fino y la sutileza en la elaboración.

Uruguay no. Uruguay había sido mucho menos solvente, ganando por la mínima cada desafío y sin alardes de porte o galanura. Con su archiconocida disciplina defensiva, su lucidez en el terreno táctico, pero desprovista de aquel arte con que los anfitriones nos habían enamorado en la contienda.

No obstante, Alexander Golovin quedó fuera del grupo titular –era preciso protegerlo de otra amonestación- y aquello fue como descabezar a la plantilla. El muchacho había sido el coreógrafo del exquisito ballet ruso del Mundial, y enseguida empezaron a salir agujeros en las ropas de los dueños de casa.

Luis Suárez no demoró en abrir la lata con un tiro libre donde la barrera y el portero pecaron de inocentes. Y después el azar desvió el tiro de Laxalt en una pierna rusa para llevar de nuevo la TelStar hasta las redes. Y más tarde –para ponerle guinda a la desgracia- expulsaron a Smolnikov.

No señor. Los locales ya no lucían tan potentes ni directos. La pelota no circulaba igual de acelerada, rota la comunicación entre sus líneas y desnudo de imaginación el aparato creativo del conjunto. Los bailarines resbalaban, regalando una función distante (muy distante) de la que su público soñaba.

Cierto es que jamás se rindieron, que le guapearon a la mismísima Uruguay a lo largo de todo el complemento, pero también lo es que les tocó morder el polvo y regresar los pies a tierra.

El gol

El cobro de Suárez, pícaro, sólido y certero.

El equipo

Uruguay, todo garra.

La individualidad

El propio Suárez, cruel cuando tuvo que ser cruel y generoso cuando debió ayudar al compañero.

El fiasco

Artem Dzyuba ‘se comió’ dos ocasiones de gol claras y, no contento con ello, se pasó todo el choque reclamando.

Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.

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Michel Contreras

Periodista de CiberCuba especializado en béisbol, fútbol y ajedrez.


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