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Miguel Díaz-Canel: El Funcionario en Manhattan

¿Qué puede esperarse de Miguel Díaz-Canel en este primer viaje por el país enemigo? No mucho. El secreto estará en leer entre líneas.

Miguel Díaz-Canel habla hoy en la cumbre de la paz de la ONU © Twitter/ MinRex
Miguel Díaz-Canel habla hoy en la cumbre de la paz de la ONU Foto © Twitter/ MinRex

Este artículo es de hace 5 años

A Díaz-Canel, Nueva York le recuerda a Fidel. Anda que es misteriosa la mente humana. A los comunes mortales, el Hudson, Broadway, Time Square y el Brookling Bridge nos evocan las películas de Woody Allen, las novelas de Dos Passos o los lienzos callejeros de Basquiat.

Pero a Díaz-Canel, la Babilonia moderna, la ciudad más cosmopolita del planeta le recuerda a un mandamás que nació en Birán y vestía de verdeolivo sudoroso. Al menos eso fue lo primero que dijo ante una cámara amiga acabado de llegar a Nueva York, donde por primera vez representará a Cuba en las Naciones Unidas.

Díaz-Canel me genera angustia cuando habla. Siento que lucha contra el asma, que le falta oxígeno. O que esa afonía permanente en sus cuerdas vocales oculta un secreto martirio. No sé. Solo sé que tiene el pelo gris y su performance es siempre gris, como si se esforzara por aburrir todo cuanto le fuera posible. Suele conseguirlo.

“Traemos la voz de Cuba que ante todo viene a denunciar la política aberrante del bloqueo” dijo el funcionario en Manhattan. Y esta tarde, en su discurso en el plenario de Naciones Unidas, revitalizó el ejército de lugares comunes que ha puesto ante ese mismo estrado un mandatario cubano en todas las 6 veces que se ha dirigido desde ahí al mundo.

Acabar con el hambre, con las injusticias sociales, buscar la paz y recordar a Nelson Mandela y a Fidel Castro. Su estreno en esta cumbre pacifista tenía el morbo de lo novedoso: ver a un no-Castro hablar por primera vez con la investidura de presidente cubano. De poco sirvió.

Su estreno en esta cumbre pacifista tenía el morbo de lo novedoso: ver a un no-Castro hablar por primera vez con la investidura de presidente cubano. De poco sirvió

En la agenda de Díaz-Canel figura, eso sí, algo subjetivamente más jugoso. Más polisémico. Un encuentro con Bill DeBlasio, el progresista alcalde de Nueva York, y otro, más secreto y escurridizo, con cubanoamericanos residentes de este lado del mar.

¿Qué puede esperarse de Miguel Díaz-Canel en este primer viaje por el país enemigo? No mucho. El secreto estará en leer entre líneas. Los más optimistas intentan olfatear acuerdos futuros para cuando la generación histórica más ortodoxa ya no esté y le dejen hacer en paz. Según esta versión, Díaz-Canel oteará el panorama en esa reunión con cubanoamericanos donde, a pesar de no haber trascendido oficialmente ningún nombre, se auguran figuras empresariales de peso.

La versión pesimista es la de siempre, y tiene más papeletas. El discurso timorato y antiimperialista no convence a nadie, pero Miguel Díaz-Canel acaba de cumplir con su parte: la palmada en la cabeza a los ancianos que le colocaron en el poder. El acto del vasallaje revolucionario, el desafío al imperio.

Habrá que esperar a ver si es ese el discurso real. Su reunión con cubanoamericanos puede marcar la pauta verdadera.

De paso, su esposa Lis Cuesta sigue de gira, de su brazo. El quebradero de cabeza en las redacciones oficiales cubanas es rompe nervios. El poder cubano se ha empeñado en tener Primera Dama si autorizar a decirlo, así que Lis Cuesta sigue en un rol invisible, traslúcido, incierto. Probablemente como el futuro cubano.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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