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Los cubanos no nos merecemos esto

No vamos a pasarnos toda la vida lamiéndonos las heridas. Se emigra, duele y punto. Hay que trabajar y mirar hacia delante, porque lo que tenga que venir, llegará de frente.

Una calle de La Habana. © CiberCuba.
Una calle de La Habana. Foto © CiberCuba.

Este artículo es de hace 5 años

Decir que quienes emigramos lo hacemos porque no tenemos valor para pelear por mejorar nuestros países es tan superficial como creer que damos el paso obnubilados por el capitalismo, como dice Frei Betto que, para desgracia de la izquierda latinoamericana, empieza a dar síntomas de estar chocheando a sus 74 años.

No es fácil emigrar. Lo hacemos por esa maldita costumbre que tenemos los seres humanos de intentar seguir vivos. Y eso no sólo significa comer todos los días sin necesidad de tener que perseguir los alimentos de tienda en tienda sino, además, tener sueños, metas y proyectos familiares. Eso para mí es estar viva. El resto es hacer como que vives mientras te mueres en vida.

Hoy, desgraciadamente, los cubanos seguimos sin opciones de trabajo en nuestro país, como durante la dictadura de Franco le pasó a los miles y miles de españoles que emigraron a Cuba, Argentina, México, Suiza, Alemania y Francia en busca de un futuro mejor e, incluso, huyendo de la persecución política.

Los emigrantes no podemos pedir perdón por emigrar. Se emigra porque no hay más opciones. Duele y punto. Hay que trabajar y mirar hacia delante, porque lo que tenga que venir, llegará de frente. Pasan los años, las décadas y se va perdiendo la esperanza de regresar al país de origen sencillamente porque las cosas no cambian. No vuelves, a veces ni de visita, por el temor a que después de 10 horas de viaje no te dejen entrar porque vaya usted a saber si alguien te ha metido en una lista negra.

Absurdo, totalmente absurdo, pero está pasando. Por eso muchos eligen no levantar la voz. Es legítimo que no quieran hipotecar la posibilidad de volver a ver a sus seres queridos. El Gobierno cubano tiene el poder de decidir si vuelves o no a reunirte con los tuyos. Eso es una realidad que debería ser delito, pero ellos mandan.

Por eso, probablemente, durante los debates de la Constitución en los barrios de la Isla, apenas 262 cubanos se manifestaron en contra de que el Partido Comunista sea el único legal en Cuba. La gente no quiere ser mártir. ¿Para qué? ¿Para que te cuelguen en un cuadro a la entrada de las escuelas?

En cambio más de 192.000 cubanos levantaron la voz contra el matrimonio igualitario. No me creo que moleste más conceder al colectivo LGTBI el derecho a casarse que defender la pluralidad política que existe en un país, en el que se pretende hacer creer que todos pensamos de la misma manera.

Los cambios no ocurren de un día para otro. Llevan su tiempo y, a veces, como en nuestro caso, son casi imperceptibles. Decir que en 2018 no cambió nada en Cuba es negar la realidad. Hubo cambios para bien y para mal.

Para empezar, Raúl Castro dejó la Presidencia del Gobierno después de dos legislaturas. Algo totalmente normal en el resto del mundo, pero que era impensable hasta 2011, en tiempos de Fidel Castro.

Lamentablemente Miguel Díaz-Canel no da indicios de que quiera aspirar a convertirse en el Adolfo Suárez que guió a España por el camino de la transición democrática. Tampoco se comprometió a ello. Dijo que daría continuidad al castrismo y ahí lo tenemos, tuiteando consignas, poseído por un troll. Con él la economía va peor que con su antecesor. Ha vuelto el racionamiento hasta en divisas y por no haber, no ni hay ni pan.

Que a estas alturas nos estemos desgastando en el copia y pega de pancartas en Twitter es una tomadura de pelo al pueblo de Cuba sólo a la altura de la broma macabra de la ministra de Trabajo, que dijo en la Televisión Cubana que el país tiene una tasa de desempleo del 1,7%, dos veces más baja que el mejor dato de Estados Unidos en los últimos 49 años.

Díaz-Canel y la ministra saben que no es cierto, pero por algún motivo que deberían investigar sus psicólogos de cabecera, lo dicen y ya ni siquiera con el ánimo de engañar porque reconocen que el método para calcular la tasa de paro es, digamos, algo particular. Más que mentir, lo suyo es predisposición a hacer el ridículo.

Una transición a la democracia no es un parto. No se hace en nueve meses. Pero el mundo va por un lado y Cuba no va por ninguno. Lo de convertir el país en un estado democrático, próspero y sostenible ni está pasando ni se le espera y en política todo no pueden ser promesas. Alguna habrá que cumplir despuès de 60 años. Por ejemplo, empecemos por garantizar la comida al pueblo. Elemental.

Con Díaz-Canel ha cambiado el talante. El hombre pisa la calle, se da minibaños de masas y poco más. El balance de sus 100 días de gobierno fue un mitin relámpago. En tres meses no había hecho nada relevante. Mientras muchas mujeres gestamos a nuestros hijos en nueve meses, él, en el mismo tiempo, no ha conseguido hacer una sola cosa que resalte por encima de lo de siempre. Sus regulaciones al trabajo por cuenta propia y la firma del Decreto 349 son un retroceso brutal. Ni siquiera estamos como estábamos antes de que él saliera en todas las portadas del Granma. Nos va peor.

Y vivimos con ello. Los cubanos somos mucho mejor de lo que nos han hecho creer. Incluso los que optan por la tibieza están hartos de consignas. Ni una más. Han pasado sesenta años y la economía no arranca. No llegan los cambios. El enemigo es el de siempre. No nos merecemos esto. No queremos la emigración para nuestros hijos. A estas alturas nadie tiene que explicarnos que los que hoy pasamos de los 40 somos, en general, una generación perdida. Hemos tenido que arañar en otros mundos lo que no pudimos conseguir en nuestra tierra. El 'destierro', en la mayoría de los casos, es voluntario. Siempre se puede regresar. La pregunta es ¿a hacer qué?

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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