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Horas después del paso del tornado medios oficiales ignoraban la catástrofe y ofrecían su programación habitual

Incluso, no faltó la colega cuyos reportes consistían solo en entrevistas a funcionarios, con su visión de forzado optimismo, con tanta gente lastimada, a las cuales pudiera consolar un poco que los demás escucharan su terrible historia.

Árboles caídos por el paso del tornado por La Habana © Cubadebate
Árboles caídos por el paso del tornado por La Habana Foto © Cubadebate

Este artículo es de hace 5 años

Varias horas después de que pasara el tornado por La Habana los medios oficiales cubanos ignoraban la catástrofe y ofrecían su programación habitual.

Las primeras noticias sobre el devastador meteoro aparecieron en la mañana del lunes, porque la aciaga noche del domingo, y la madrugada del lunes estuvieron paralizadas en la inercia periodística, y muchas personas en Cuba no sabían nada de lo que estaba ocurriendo en tres o cuatro municipios de una capital cuyo aniversario 500 se proclama a diario.

Es obvio para todo el mundo que se trata de un evento meteorológico sorpresivo y rápido, imposible de prevenir, pero la respuesta informativa de los medios demoró demasiado, mientras las redes sociales bullían con fotos de todo tipo y se quejaban de la tardía reacción oficial que pudo haber mostrado, desde el primer momento, daños que resultaron muy intensos pero muy focalizados, y por lo tanto cercanos y de rápido acceso.

El lunes, poco a poco, como si se enteraran en ese momento, los medios fueron tratando de recuperar cierta inmediatez, sobre todo Radio Reloj y Cubadebate, que empezaron a utilizar adjetivos muy raramente utilizados en este tipo de coberturas como “devastador”, “catastrófico”, “terrible”, y otros similares.

La televisión se fue organizando poco en la mañana de lunes, pero repetía sin cesar la misma nota informativa, que debían haber dado cuando menos en la madrugada, y lo que necesitábamos conocer todos era el estado en que había quedado esa parte de la ciudad. Además de repetitiva, y de nutrirse con las fotos aparecidas en las redes sociales, la cobertura empezó a tomar forma solo después del mediodía del lunes, gracias a las crónicas de Julio Acanda, o a los reportes de Lázaro Manuel Alonso. Y no se trata de regodearse en la crónica roja o el detalle morboso, sino de que situaciones extraordinarias requieren un periodismo extraordinario, que se aparte por lo menos unas horas de la visión positivista y sinflictiva e informe con veracidad y coherencia.

Pero la mayor parte de los periodistas se limitaban conservadoramente a repetir el reporte oficial, pleno de consignas pero escaso en detalles ilustrativos. Incluso, no faltó la colega cuyos reportes consistían solo en entrevistas a funcionarios, con su visión de forzado optimismo, con tanta gente lastimada, a las cuales pudiera consolar un poco que los demás escucharan su terrible historia.

Juventud Rebelde no sale el lunes, y el domingo tiene solo una edición matutina, pero la edición de Granma del lunes resultaba cuando menos ofensiva para tantos cubanos afectados, o preocupados por lo que estaba ocurriendo. La primera página de Granma se dedicaba en pleno al anuncio de la marcha de las antorchas, que finalmente hubo que posponer cuando en realidad debió haberse anulado y quizás aprovechar ese poder de convocatoria, y el abundante transporte movilizado para ayudar a los afectados por el desastre.

Nunca se dijeron los nombres de los fallecidos ni en qué circunstancias ocurrieron los fallecimientos, solo la cifra, cual si fuera un inventario, al igual que cuando se informó la cantidad de derrumbes, los heridos, las casas destruidas… Detrás de todo ello hay un drama humano que los medios oficiales cubanos eluden o minimizan, mientras repiten incansablemente que todos los heridos fueron perfectamente atendidos en los hospitales y que la Revolución jamás desampara a nadie. Pongamos que todo ello es absolutamente cierto, pero ya se sabe, de modo que el televidente necesitaba saber muchas otras cosas.

Hoy martes, en la mañana, se publicaron declaraciones de Miguel Díaz-Canel aseverando la necesidad de informar al pueblo sobre la marcha de la recuperación, y de los recursos que se destinan a superar la tragedia. Porque pareciera, si atendemos a los medios en Cuba, que a solo 48 horas del desastre, todo el horror, solo a medias contado, es historia antigua y las prioridades informativas vuelven a ser la Constitución y Venezuela.

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