APP GRATIS

Memoria del exilio: NADA en Cannes

La primicia internacional la demandaba el prestigioso festival francés. Del que había, por supuesto, oído hablar mucho. Pero, al que nunca jamás soñé asistir.

Cremata y Thais Valdés en el Festival de Cannes. © Cortesía del autor
Cremata y Thais Valdés en el Festival de Cannes. Foto © Cortesía del autor

Este artículo es de hace 4 años

NADA, nuestro primer largometraje, se estrenó nacionalmente, en diciembre, durante la vigésimo tercera edición del Festival Internacional de cine latinoamericano que se celebra en la Habana. *

*Donde ganó el Premio de Ópera Prima, compartido con la uruguaya 25 WATTS, dirigida por Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella.

En un cine La Rampa, atestado de público. *

*Recuerdo haber visto amigos entre la molotera, por detrás de la puerta de cristal de entrada y sentirme impotente, al no poder hacer nada para poderlos entrar. Cuando, se forzaron las puertas, abruptamente, y entró la enorme avalancha, fue que pude acomodarme.

Tuve que sentarme en la escalera.

Fue una noche inolvidable, de la que recuerdo poco, sin embargo, por todo lo mucho que sobrevino después.

Una señora canosa elegante me abordó en el Hotel Nacional. Era la curadora de la Quinzaine de Realisateur. Una de las sesiones del Festival de Cannes.

Nos invitaron a muchos otros, también, pero, tenían que ser para después. La primicia internacional la demandaba el prestigioso festival francés. Del que había, por supuesto, oído hablar mucho. Pero, al que nunca jamás soñé asistir.

Vamos a ver, permítaseme explicar.

Más allá de la importancia en los curriculums latinos - porque en los resumes anglosajones no sirven para un carajo - y el posible, consiguiente, desarrollo de una carrera artística personal, siempre he dudado de la eficacia, utilidad, justicia y veracidad de los premios.

Simplemente, porque no creo que una obra de arte sea mejor que otra.

Como no escogería a cuál de mis dos ojos quiero más.

Aunque, pueda interesarme algún artista más que otro.

En cambio, siempre defendí la idea de los festivales, no como competencia, sino como muestra de lo que se hace en el mundo, como vitrina cultural, o un caudal de información audiovisual particular.

Y hablo en pretérito porque ya el streaming - o, la distribución digital de contenido multimedia, a través de las redes - ha afectado la asistencia de público* y ha generado que, internacionalmente, los eventos de este tipo, se especialicen, cada vez más, ofreciendo algo diferente a la corriente comercial generalizada. Tal es el caso de todos los festivales de cine de distintas regiones, tribus, grupos sociales, o intereses particulares. **

*El caso de Cuba sigue siendo atípico en su masividad, que también, de todas maneras, ha mermado en cantidad.

**Hay todo tipo de festivales por todo el orbe. Llegué a conocer hasta de uno concentrado en filmes dedicados a lesbianas vampiras.

En fin, que, a pesar de las muchas otras variadas ofertas recibidas, tuvimos que esperar hasta mediados de abril para el estreno internacional.

Mientras, ya habíamos presentado el guion de NUNCA - la segunda parte de la trilogía - al ICAIC, del que jamás obtuvimos absolutamente ninguna respuesta.

Y ante el silencio que amenaza con boicotear nuestros sueños, empezamos a levantar la producción de un musical, titulado CANDELA*. Que, tampoco, a pesar de haber avanzado bastante en su pre producción, al final no se concretó.

*Muy simpático y también, escrito junto a Manolito Rodríguez, mi amigo del barrio, mi compañero de estudios en el ISA y en la escuela de cine; a la par que uno de los guionistas más prolíficos y talentosos del cine cubano.

Guardo la amable evocación de esa ida, en abril del año siguiente al estreno, en la clase ALIZÉ de la compañía AIRFRANCE*, donde grata y sorpresivamente - ¡sí, señor! ¿cómo no? - encontré una foto mía, a toda página, en la revista que se distribuía durante el vuelo a París.

*Dos años, después, llegué a ser pasajero VIP de esa línea aérea.

Por esa razón viajaba con frecuencia* a París, Barcelona, o Madrid. **

*A cargo de la casa productora francesa, bien sûr. No del ICAIC, por supuesto, a quienes el proyecto no les gustó del todo, realmente.

**Hicimos un casting con la actriz cubana Laura Ramos y el actor catalán, francés Sergi López, además de reunirnos en Madrid con Sarita Montiel, Marujita Díaz y Térele Pávez. Todos, menos la Montiel, más que dispuestos a filmar en Cuba.

Y a lo mejor, por eso, no viajamos junto con Thais al más famoso festival de cine, en la costa sur de Francia. Ella fue por otra vía. Creo que llegó a través de España. Lo cierto, es que nos encontramos allá.

Pero, ese viaje lo hice sólo. De ida y vuelta. Aunque, llegamos, casi, a la par. Con muy pocas horas de diferencia. Y así mismo nos despedimos.

El productor galo nos asignó un pequeño apartamento, en un edificio, de apenas dos plantas, situado en una de las calles paralelas, a la avenida principal, de cara al Mediterráneo. Nos llevó a comer a un petit restaurante, enclavado en una colina escalonada, inundando de tienditas y negocios varios. Y allí, nos informó que como éramos Ópera Prima, competíamos por la Cámara de Oro, que se otorga a todo cineasta novel, independientemente de la sesión del evento que lo invita.

Ya nosotros habíamos ganado el premio más importante que era haber hecho el filme.

Eso lo tuvimos claro desde un principio.

¡Y no hay nada como un fundamento bien acendrado!

Lo demás, en mi modesta opinión, es alaraca, chanchullo, lentejuela, o ruido. Fatuidad fétida sin sentido.

Nunca trabajamos, ni hicimos nada en pos de eso.

Así que decidimos relajarnos y no pensar en galardón alguno. No crear expectativa al respecto, para no ahogarse en desengaños, posteriormente.

En el famoso balneario, excepto los cines y el gran palacio de ceremonias, todo es bastante minúsculo. Hacen muy buen uso del espacio. Total, la gente rica lo inunda en yates. A veces, tan grandes, que parecen cruceros.

En menos de media hora, se recorre por completo caminando.

Y durante la fiesta del cine, como en los otros muchos eventos que allí se realizan, las calles están repletas de gente y a los hoteles no les cabe un alma, o su alpiste, por alojar.

Han pasado tantos años que hay instantes que se me borran.

Recuerdo que fuimos a la playa un día.

Que llevé a mi Elegguá. *

*Desde que lo recibí ha realizado montones de viajes conmigo. En una ocasión que no lo llevé, me enfermé. No sé de qué manera se las arregló para terminar muchas veces en primera clase. Después del once de septiembre, fue que se le condenó a viajar con el resto del equipaje. Tengo una serie de fotos suyas en muchas partes del mundo. Alguna vez soñé exponerlo, o publicarlo, bajo el título: LOS VIAJES DE ELEGGUÁ.

Después de probar, un poco - ¡que no es para tanto! - el agua, un tanto helada, del Mediterráneo - que no tiene comparación con las del cálido Caribe* - y agarrar un poco de sol, apareció, de repente, en la playa, un camión enorme, como los de Comunales en la Habana, por supuesto, con mejor diseño y en condiciones, ¡agárrense!, tirando toallas - nunca entendimos la razón de que todas eran negras, gordas y sin publicidad alguna - para todo el mundo, por la libre.

*Y nótese que no menciono sólo a Cuba, porque en St. Barthelemy conocí de playas aún mejores que las tan celebradas nuestras.

Rápidos y furiosos corrimos a coger nuestro ejemplar gratuito. Una para cada uno*. Ambos salimos, sin molotera, ni empujones, ni turnos, ni fajazón, con sendos toallones negros, que me estuvieron secando, por espacio, de casi diez años, sin perder ni un pelito de su felpa.

*Eran tan gruesas que ni siquiera pudimos pensar en llevarnos dos. Que lo hubiéramos podido hacer tranquilamente.

Cuando regresábamos a nuestro hospedaje, vimos venirnos de frente, completamente sólo, a Pedro Almodóvar.

Bajito susurramos sin mover mucho los labios.

- ¡Mira, es Almodóvar, ¿lo saludamos?

- ¿Tú lo conoces?

- Su obra, por supuesto, sí. Pero, en persona, no. Lo vi de cerca aquella vez que fue a la Habana. Pero en el mismo lugar estaba cantando un primigenio SEXTO SENTIDO y preferí escuchar aquel grupo maravilloso de voces mulatas, que atender a un cineasta de moda, como si fuese un colonizador español.

- ¡Ay, él debe estar harto de que lo reconozcan!

- Pues, entonces, hagamos como que no lo conocemos.

Y así el célebre cineasta manchego pasó por nuestras vidas, sin saber que pasaba y al pasar… fingimos, los tres una sonrisa de ¡Hola que tal! y “si te he visto no me acuerdo” *

*Si le preguntan lo comprobarán.

Luego, en el lobby de uno de los hoteles nos tropezamos con Hillary Swan. Ella, fresquecita, de incógnito, suelta y sin vacunar, luciendo un short desflecado, de mezclilla, que no cogía agua desde que salió de la fábrica, rematada con chancletas metedeo, con los pies bastante sucitos, la verdad. Una pinta de puerca, que no sé como no la echaban de ese lugar por impresentable. Igual, se le veía chévere, tranquila, ausente y relajada. Nos quedamos con las ganas de preguntarle: Oye, niña, ¿tienes algo para volar?

Nosotros entramos en un tren de conceder entrevistas, o sesiones de fotos, por todas partes y a toda hora.

Cuba no asistía a la Quinzaine des Realisateurs, la más joven sección del afamado festival de cine, desde la LUCÍA de Humberto Solás.

*Otros de nuestros filmes, también, estuvieron, a lo largo de la historia, pero, en otras secciones.

Cuando llegamos a la primera proyección, el sitio estaba atestado. La cola parecía como las del festival habanero. Tratando de entrar, vimos, esperando, al famoso actor brasileño José Wilker - el de ROQUE SANTEIRO, DOÑA FLOR Y SUS DOS MARIDOS, etc. -, al que, por supuesto, enseguida, invitamos a pasar junto a nosotros.

Una vez adentro, notamos que no cabía nadie más.

La presentación del filme fue breve.

Tuvimos que subir al proscenio, a decir unas palabras. Y en el francés que había aprendido en las calles, ofrecí las gracias al festival, al haberme invitado por NADA (primera risa, pensé; ah, ya me los eché en el bolsillo). Además, agregué que no tenía NADA que decir. Sólo que, esperaba, disfrutaran de NADA (de nuevo hubo risas)

Expliqué, brevemente, que llevaba en mis manos, al más niño de los dioses, que es, asimismo, el dios de los niños; el que abre y cierra los caminos, pero, que él, no había visto todavía NADA.

Lo coloqué, espaldas a todos, mirando la pantalla y por último les pedí una foto*, con el público de fondo, sonriendo todos a la voz de chisssssss, para que mi mamá me creyera que había estado en Cannes por… NADA. (fue una risotada con ovación cerrada)

*Desafortunadamente, más tarde, esa instantánea se me extravió y nunca más la volví a ver.

Thais bajó arrastrada de la risa. Las reacciones del público, durante la proyección, fueron tan emotivas como en la Habana, las mismas carcajadas, los mismos silencios tristes, los mismos muchos aplausos.

Al final hubo una sesión de preguntas y respuestas, bien corta, como de unas diez preguntas, pues teníamos cita para otras entrevistas y aún más sesiones de fotos. Fueron tantas, que se atropellaron una tras otra, hasta terminar realmente, casi, odiándolas. Era lo mismo con los mismo*. Posar, fingir una sonrisa - aunque estuviéramos la mar de felices -, los dos nos empezábamos a hartar de todo eso, cuando el productor nos soltó la noticia de que al final de esa tarde, era lo más fuerte, es decir: la alfombra roja en el Palacio de Congresos, que es el mero, mero, meollo del evento.

*Por un momento pensé que era para circularnos en la Interpol, o que nos estaban haciendo un largometraje con imágenes en stop much.

Que, además, era exigencia, de rigurosa etiqueta, lucir un esmoquin. Y que las muditas, muy elegantes, que Thais había llevado consigo, no estaban a la altura de lo que allí se exigía.

Nos dividieron en dos.

A Thais se la llevó nuestra traductora y desapareció.

El productor me llevó, caminando, como a dos cuadras, a una pequeñita tiendecita que hace muy buen negocio, todo el año, alquilando todo tipo de ropa elegante para hombres.

Yo, en mi vida, me había vestido así*.

*Ni siquiera cuando, coqueteé, con la actuación en algunas novelas televisadas, como EL TIEMPO JOVEN NO MUERE, o LA ACERA DEL LOUVRE.

Pero, ataviado con esa pinta, cuando me miré al espejo, lo juro, no me la quise, nunca más, quitar.

Porque me dio por pensar que, vestido así, todo el mundo daría por hecho que soy rico, inteligente, o famoso.

Y en efecto, nada más fue salir a la calle, para volver a la casa, caminando, no paró de saludarme malanga y su puesto de viandas. Hasta autógrafos firmé. Y nadie me habló de mi cine.

No creo que ninguno me conociera, porque, por mucha gente que fuera a ver NADA - en las tres o cuatros proyecciones planificadas, que estuvieron abarrotadas, durante esos días - al mismo tiempo, en decenas de cines, o salas de proyecciones, se proyectaban un burujón enorme de películas más.

Y allí hay público para todo.

Lo que pasa es que aquello se satura de gente super farandulera.

¡Imagínense lo que puede ser, para mí, que, desde hace mucho, había dejado de ir a las concentraciones “voluntarias” de los primero de mayo - y otras conmemoraciones comemierdas aledañas - porque cargo con el trauma de haberme extraviado, en un parque de diversiones, cuando era muy chiquito! *

* Esa amarga sensación de pavor jamás se me ha borrado.

Pero, enfundado en aquella coraza de paño negro, que ni calor me daba; con mi lacito al cuello y mis zapatos de buen cuero, llegué al apartamento y me abrió una Thais completamente distinta. Con los ojotes abiertos viéndome tan elegante. Yo no la reconocía. No era la misma que yo había despedido una hora antes

- Mira, niño, yo no entiendo - me contó - yo entré como en una fábrica, donde empezaron a maquillarme, vestirme, peinarme y calzarme una pila de gente. Y cuando me pararon en el espejo, yo misma me dije, Cojo… ¿quién es esa? De más, no está decirte que estas puyas me aprietan un coño, pero eran las más elegantes para el tronco de trapo que me han tirado encima. ¿Cuánto tú crees que debe valer, ahora, esta puta así?

No pudimos chacharear mucho porque llegó el productor a llevarnos al salón de espera para pasar a la gala invitada.

Yo le había solicitado el alquiler del lacito para el Elegguá, pero, el dueño de la tienda me lo regaló amablemente, divertido con el dichoso diosillo.

Salimos a pie hasta el lugar, sirviendo de lazarillo a mi diva que caminaba - la pobre, como en la cuerda floja - sobre esas agujas estilizadas que le provocaban malestar al caminar.

No sé cómo, subimos a un segundo piso, creo que fue en un ascensor. Allí nos organizaron y no nos ofrecieron, casi ninguna, instrucción. O, sí lo hicieron, pero, con los nervios no creo que nadie haya entendido un carajo. *

* Ahí conocimos al resto de los concursantes, en especial al mexicano Carlos Reygadas y al brasileño Karim Ainouz, con quienes nos encontramos, después, en otros festivales, en otras partes del mundo.

Debíamos tomar una escalera mecánica que desembocaba directamente en la mismísima alfombra roja.

De repente, casi llegando al final, siento que la mano de Thais se me zafa del brazo. Miro hacia atrás, veo que clama.

- ¡Juanqui*, sigue tú, se me trabó la puya en la escalera!

*Así me llama solamente mi familia, mis muy allegados, o los amigos de la infancia.

Yo, que no podía parar, porque hubiese detenido a media fila, además, sólo tenía libre una mano, seguí adelante.

Nada más se hicieron escuchar, por los potentes altavoces, nuestros nombres, junto al de nuestro país, sentí la mano de Thais asirme, de nuevo, en el último segundo, para entrar juntos a un enjambre de flashes que se disparaban sobre nosotros desde todos lados.

A mí me dio por decir adiós con la mano, pero ni conocía, ni me estaba despidiendo de nadie. Ni yo veía a tres palmos del vuele que me traía.

Thais, en cambio, luce divina en su confusión, más, yo sé que estaba asustada. No sé cómo pudo mantener abierta su mirada, bajo tanto acoso fotografiante.

Subimos la amplia escalinata y al llegar al final, nos dimos vueltas para contemplar la hermosa vista que la pequeña ciudad ofrece, sólo, desde ahí.

Nos sentaron en los puestos en los que nos disparamos una ceremonia que finalizaba con la proyección de una película. Que no vimos, porque a los diez minutos de aburrimiento, Thais me dijo:

- No puedo más. No soporto ni un segundo estos zapatos.

Aprovechó la oscuridad para descalzarse, para con la misma proponerme:

- ¿Nos vamos echando? La película está en francés, es tediosa y aquí no hacemos nada.

¿Qué opinas?

COMENTAR

Archivado en:

Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

 +1 786 3965 689


Siguiente artículo:

No hay más noticias que mostrar, visitar Portada