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Miles de santiagueros perderán su fuente de ingreso desde este sábado por tiempo indefinido

“Sé que hay que hacerlo, entiendo la medida, pero tengo en casa a mi mujer y mis tres hijos, ¿entonces? A vivir del invento y de los ahorros”, dice un motorista a CiberCuba.

Motorista con mascarilla en Santiago de Cuba. © José Roberto Loo Vázquez
Motorista con mascarilla en Santiago de Cuba. Foto © José Roberto Loo Vázquez

Este artículo es de hace 3 años

La ciudad de Santiago de Cuba, conocida por ser la capital cubana de los motores, perderá por tiempo indefinido esa singularidad que le distingue en la isla cuando este sábado comience a aplicarse la paralización del sistema de transporte público en el país, como anunció el ministro de ese sector, Eduardo Rodríguez Dávila, en el programa televisivo Mesa Redonda.

Sin existir públicamente estadísticas de la cantidad de motores que circulan en la ciudad de Santiago de Cuba, se dice que son más de 15 mil las que lo hacen, cifra bien conservadora pues se maneja desde la época anterior a la llegada de equipos más modernos, como los de marca Suzuki.

Del total de equipos en circulación en Santiago de Cuba, un por ciento bien elevado se dedican al transporte de pasajeros, siendo una forma muy popular de moverse en la urbe, no al alcance de todos los bolsillos pero sí muy usada por estos lares.

Esos motoristas, junto a las no pocas personas que laboran en camionetas, camiones y «pizicorres», verán interrumpida desde este sábado el ingreso del que dependen sus familias, aunque entienden la necesidad de la medida para frenar el contagio.

Motoristas en Santiago de Cuba. Foto: José Roberto Loo Vázquez.

“Sé que hay que hacerlo, yo mismo muevo unas 40 personas al día en mi motor, muchas veces incluso más pasajes, así que de estar enfermo yo contagiaría a muchos, o incluso estoy en gran riesgo de ser contagiado, entiendo la medida, pero tengo en casa a mi mujer y mis tres hijos, ¿entonces? A vivir del invento y de los ahorros”, refiere un motorista santiaguero.

Su situación es la de muchos pues al ser este un trabajo relativamente bien remunerado, no son pocos los que se dedican a tiempo parcial o completo, hay quien mantiene su vínculo laboral con el gobierno y son transportistas paralelamente, y otros lo hacen todo el tiempo por los jugosos dividendos.

No es la primera vez que los motoristas santiagueros ven afectado su trabajo. Hace muy poco tiempo el desabastecimiento de combustible también hizo mella en los bolsillos, pero no sólo de quienes manejan el equipo. Detrás de un motor hay toda una cadena de personas que se benefician: mecánicos, electricistas, dueños del motor, pilotos, personas que dan mantenimiento y/o limpieza, más un sinfín de ciudadanos que también se involucran de manera legal o ilegal.

“En mi caso el motor es de mi papá, lo compró cuando vino de misión. El otro está a nombre de mi hermano y lo compró mi mamá también cuando vino de misión. Mis padres son médicos, pero mi hermano y yo nos dedicamos a esto todo el tiempo, aunque somos graduados universitarios", comenta Frank.

Los padres de este santiaguero ya están jubilados, pero su familia vive de las ganancias de las motos, que le permitió ampliar sus casas y mantener además a su esposa e hijo, así como a la de su hermano. "Ahora mismo no sé cómo viviremos. Mi mujer es ama de casa luego del proceso de idoneidad quedó disponible, mi cuñada está interrupta, y ahora nosotros dos no nos arriesgaremos a salir”, agrega.

Transporte privado en Santiago de Cuba. Foto: José Roberto Loo Vázquez.

Hay quien asegura que al ser dueño del motor nadie le puede cuestionar que lo use para buscar comida, por ejemplo, o en cualquier otra gestión personal. Tampoco podrían objetarle que llevara un familiar detrás o una amistad, o hasta un desconocido, pero sin ánimo de lucro.

“Ya si no eres el dueño del motor, la cosa puede cambiar. Pero si soy el dueño, como en mi caso, ¿quién dice que quien llevo atrás es un pariente o una amistad? Esa es una vieja fórmula que se ha empleado en Santiago de Cuba para disfrazar los pasajes. Una vez le enseñé a un pasaje la historia familiar en una versión en síntesis por si me paraban, eso fue antes de tener mi propio equipo. Pero hoy la realidad es otra. No me arriesgaré, pero sé de unos cuantos locos que quizás lo hagan”, asegura otro motorista.

Transportistas privados en Santiago de Cuba. Foto: José Roberto Loo Vázquez.

Sin embargo, a diferencia de otras ocasiones, hoy se podrían enfrentar a cargos por contribuir a la propagación de enfermedades y epidemias, según el artículo 187.1 y 257.a del Código Penal.

En el apartado referido a los delitos contra la salud, el Código Penal establece que quien «infrinja las medidas o disposiciones dictadas por las autoridades sanitarias competentes para la prevención y control de las enfermedades transmisibles, así como los programas o campañas para el control o erradicación de enfermedades o epidemias de carácter grave o peligrosas, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a 300 cuotas o ambas».

De igual modo plantea que «el que maliciosamente propague o facilite la propagación de una enfermedad, incurre en sanción de privación de libertad de tres a ocho años».

Desde este sábado y por primera vez en años, en la ciudad de Santiago de Cuba deberá reinar el silencio en sus calles, medida que para muchos marcará un cambio radical en el panorama asociado a la presencia de la COVID-19 en la isla. Hasta este viernes la cifra de casos confirmados son 564, según los datos del Ministerio de Salud Pública.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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