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10 temas que afectan y menoscaban Masterchef 8, aunque los ratings sigan altos

Visto en Cuba a través de El Paquete Semanal, con cierto retraso, el programa cuenta con muchísimos aficionados en la Isla

Pepe, Samantha y Jordi, los jueces de Masterchef 8. © Facebook/Masterchef 8
Pepe, Samantha y Jordi, los jueces de Masterchef 8. Foto © Facebook/Masterchef 8

Este artículo es de hace 3 años

Proclamado en slogans como la más exigente competencia de cocina del mundo (¿?) Masterchef 8, de España, ha venido aflojando tales rigores hasta el punto de que la presente edición toca fondo entre las de peor nivel de los concursantes, y la única solución a mano viene a ser la burla, las zancadillas, o el chismorreo sobre supuestas, o reales, inclinaciones y antipatías de los concursantes.

A continuación, listamos diez de los peores deslices en que ha incurrido uno de los Talent Shows que pudo preservar muchos mejor sus esencias como un programa que puede vincularse, si corrige el rumbo, a la cultura e idiosincrasia españolas:

  1. Una parte de lo peor de esta temporada proviene del modo en que los jueces-conductores (es decir, la dirección del programa) estimula entre los concursantes la zancadilla, sonríe ante la ausencia de compañerismo, y le llaman “estrategia” a las prácticas colindantes con la maledicencia, la hipocresía, o la falta de ética, en nombre del entretenimiento.
  2. Ante la escasa, o demasiado lenta evolución de los concursantes, el programa dedica mucho, muchísimo tiempo a rencillas y chanchullos, reales o inventados, da igual, para luego, cuando se vuelve a hablar de cocina, cerrar el tema con un veredicto fulminante y extremo. Entre tanto “mal rollo”, el bajo nivel de los concursantes y su desconocimiento de lo que significa trabajar en equipo, la actitud de los jurados se ha tornado ocasionalmente ofensiva, burlona y fuera de lugar.
  3. Porque no hay que culpar de todo al bajo nivel de los concursantes. Ellos están en pantalla porque pasaron un casting, de modo que el origen del problema está en la selección de los aspirantes, y desde hace mucho tiempo se percibe que son elegidos por su simpatía, carisma, telegenia, o porque le permitan al programa alardear de modernidad y corrección política. Gracias a esos alardes de inclusión y amplitud se suceden los errores y las pésimas decisiones.
  4. El impresionante currículo de los jurados, y sus proverbiales habilidades, nunca debieran ser el argumento que favorezca la humillación, la sonrisa burlona o el gesto de asco. La fama de Jordi Cruz nunca justifica el absolutismo de sus criterios, sus malas formas, y su gigantesco ego. Así, Masterfchef 8 ha devenido gallinero, y los jueces estimulan los alardes de “los gallitos” como Iván, José Mari o Andy. Y es incomprensible que una de las celebridades más arrogantes que aparece en televisión española intente menospreciar a un concursante porque “va de sobrado”, o lo etiquete como pretencioso. Porque Jordi Cruz se olvida, cada vez con más frecuencia, de que es un maestro, un profesor, y actúa más bien como un sargento franquista en un cuartel de pueblo remoto, o un maestro tiránico en un aula de primaria.
  5. Masterchef 8 demuestra la incoherencia en los procederes éticos del espacio, porque las faltas de respeto y las humillaciones están desterradas de las versiones Junior y Celebrity. Sobre todo en esta última esos mismos jurados, que intentan convencernos de que el tratamiento en cocinas debe ser despótico y despectivo, se vuelven todo mieles ante pesos pesados mediáticos, como Tamara Falcó, a quien le importa muy poco la cocina, pero tenía que ganar sí o sí, para poder exhibir, en el programa final, a Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. Los ricos y famosos se congratulan entre ellos, y para los pobres y desconocidos quedan la grosería, los gritos, el menoscabo a la dignidad.
  6. La prédica de la aceptación incondicional de todos los dictámenes, aunque estos estén ligados a la impertinencia y la descompostura, se confirmó cuando la invitada Elena Furiase recomendó a Saray, quese debían decir las cosas “con la cabeza baja como un perrillo”. ¿Por qué algún concursante no puede objetar respetuosamente, la evaluación del chef, sobre todo de Jordi, sin que este se irrite, eche mano a su currículo, a su posición de ordeno y mando, de rey supremo, de Cristiano Ronaldo de las cocinas? En la discusión con José Mari, cuando este dudó de un veredicto,el consagrado chef aseguró: “¿Quién te crees tú para discutir absolutamente nada de lo que te digamos nosotros? Que hace 28 años que cocino. Esto es una marranada y se acabó. No discutas nada, pero ni tú, ni Iván, ni el otro, de lo que diga este jurado, porque sois los más contestones en ocho años”.
  7. El estalle de irrespeto y grosería provocado por Saray no es culpa solo de su mala actitud, sino también de que en ese programa “la marcaron” para la expulsión desde la primera prueba, en la segunda apenas se la vio trabajando, y en la tercera se le encomendó una tarea prácticamente imposible de realizar en el tiempo que le concedieron.
  8. Para recuperar la dignidad, y la altura, no basta con menospreciar el trabajo de un concursante en una prueba y elogiarlo en la siguiente. Tales discordancias solo demuestran incoherencia en los jurados y escasa visión para percibir el potencial de cada uno. Además, Pepe Rodríguez y Samanta Vallejo-Nájera cada vez discrepan menos de las opiniones de Jordi Cruz, y cuando este asegura que algo es una porquería, una asquerosidad, los otros asienten, o repiten la sentencia, como si esos fueran los adjetivos, o los modos, que deben emplear quienes también fungen públicamente como maestros.
  9. Masterchef pudiera evitar también las pérdidas de credibilidad y seriedad en que se incurre cuando se cometen sinrazones como la expulsión de alguien por la mala ejecución de otro, o se excluye por completo a un concursante, gracias a que sus compañeros le hurtaron los ingredientes, como si ambas cosas no fueran maniobras tramposas establecidas por el guion. Porque para disimular la injusticia, o la falta de ética, no basta con un cielo lleno de estrellas Michelín.
  10. Solo si se trabaja en disminuir los errores de procedimiento y las concesiones populistas cada vez más frecuentes, el famoso Talent Show pudiera restablecer su carácter de cátedra gozosa, academia rigorosa y a ratos divertida, grupo encaminado a la superación, en el marco de un aprendizaje que se vincula al humor y al espíritu competitivo.

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Joel del Río

Joel del Río. Periodista, crítico de arte y profesor. Trabaja como redactor de prensa en el ICAIC. Colabora en temas culturales con algunos de los principales medios en Cuba. Ha sido profesor en la FAMCA y la EICTV, de historia del cine y géneros cinematográficos.


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