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Entrevista a Raquel Hernández: "En Cuba no se diversifica la música. Tú consumes lo que te dan"

He cantado en alrededor de 20 naciones lo que conlleva públicos diferentes; en todos he recibido el calor, el entusiasmo por mis interpretaciones. Los públicos de México y Colombia son mis escenarios más preciados. 

Cantante cubana Raquel Hernández © Facebook / Raquel Hernández
Cantante cubana Raquel Hernández Foto © Facebook / Raquel Hernández

Este artículo es de hace 3 años

Desenfadada, honesta, culta, espontánea y abierta es Raquel Hernández, una de las mejores cantantes cubanas desde hace varios lustros quien reconoce que a su mamá le debe el ser artista.

Genéticamente lo heredé de ella. Mi padre al principio se opuso, realmente era muy joven. Empecé a cantar desde muy pequeña, mi primer programa televisivo La Edad de Oro fue a los cinco años. Canté La Violetera con una voz timbrada inusual para tan corta edad.

Bonito inicio de la conversación que sostuve con Raquel, habanera de la Víbora, nacida hace 67 años y casi 45 dedicados a la música.

Con cuatro años recuerdo que estaba la familia reunida, mis padres, mis hermanos y hermana y grité llamando la atención: ¡escúchenme todos; voy a ser artista!

¿Te apoyaron?

Sí, a pesar de la oposición inicial de papá, recibí clases particulares de piano entre los años 1965 y 1970 y ya en el conservatorio Amadeo Roldán hasta los 15, primero piano y luego guitarra. Lo mío era llegar a los 18 años para poder recibir clases de canto.

Abandoné el Amadeo en 1970 y hoy te confieso que me fui irreflexivamente, algo de lo que me arrepentiré toda una vida. Fue, no obstante, una etapa hermosa. Matriculé en el pre de la Víbora y tuve la suerte de que muy cerca de esa institución viviera Zoila Pots, quien fue mi primera maestra de canto.

La conocí por mi hermano Rubén, ya fallecido, que era cantante también. Recibir clases de Zoila marcó un hito en mi carrera. Aprendí a cantar, aprendí a conocer mi voz. Ella había estudiado en Estados Unidos con un cantante lírico italiano, Ezio Pinza, que mucho le aportó en su desempeño artístico.

¿Qué tiempo estuviste con Zoila?

Cuatro años. A los 15 empecé a cantar con mi guitarra, acompañándome. Pude haber pertenecido al entonces naciente Movimiento de la Nueva Trova, pero me negué a encasillarme. A los 16 intervine en un Festival de Aficionados y en ese movimiento me mantuve por 10 años, ganando los premios nacionales a los que me presentaba.

Fue un periodo muy rico en todos los aspectos; tienes que darte cuenta de que ese movimiento era muy fuerte por aquel entonces. Estaba apoyado por la CTC, el ICRT y el Ministerio de Cultura. Soy testigo de la importancia del movimiento de aficionados en esos años. No había espectáculo que no contara con la presencia de sus integrantes.

Tomé parte en infinidad de galas, espectáculos de todo tipo, programas de televisión, incluso viajes al extranjero. Tuve el honor de trabajar con los mejores directores artísticos de la época: Alberto Alonso, Nelson Dorr, Rembert Egües, Héctor Quintero, Rey Montesinos, Miguel Patterson, Tony Taño, Rodrigo Prats, entre otros.

¿Estudiaste en el Instituto Superior de Arte?

Sí, pero por poco tiempo. Siendo aficionada matriculé en el ISA y mi profesor, el mundialmente conocido barítono Ramón Calzadilla, me instó a tomar el cauce operático, y yo, sencillamente, no quería. La presión de él fue tal que me fui.

Sobre eso te cuento una anécdota: mucho tiempo después, en el 2006, voy a Bogotá, Colombia, país donde él residía, impartiendo clases de canto y publicando libros y lo invité para mi presentación.

Al concluir, cuando voy a saludarlo, Calzadilla me abraza y me dice: ‘¡al final, tengo que darte la razón!’ Fui tan feliz; eso para mí era una reivindicación pues yo me fui frustrada del ISA, de no poder terminar mis estudios, pero tenía razón. La ópera no era lo mío.

No obstante, eres una de las cantantes más estudiosas y cultas que he conocido y sabes, entre tus colegas tengo muchos amigos y conocidos que corroboran esto.

Toda mi vida la he dedicado a estudiar a aquellos cantantes que enriquecen mis conocimientos, según la voz, el estilo. Soy en extremo quisquillosa a la hora de montar mi repertorio; me gusta desdoblarme y diversificarme hasta donde mis facultades lo permitan.

Lo has demostrado con creces en el proyecto de José Roberto Rodríguez de Los Tradicionales de los 50.

Has dado en el clavo. Muy agradecida que estoy a él como fundador y mánager de este maravilloso proyecto que devuelve noche tras noche la vida a nuestra música más autóctona.

Toda mi vida he sido y soy cancionera. Amo la buena música internacional y por supuesto, mi música, la cubana. Canto baladas, boleros, canciones; canto en varios idiomas: inglés, francés, italiano, portugués y hasta en ruso lo he hecho.

Puedo interpretar música lírica, la Salida de Cecilia Valdés o el Ave María de Schubert pero Kimbara, que popularizara la inmortal Celia Cruz, Linda Habanera recordada por muchos por Carlos Embale y mi versión en salsa de Que hablen cantada por las Hermanos Lago las he incorporado a mi repertorio con mucho amor.

Tú no sabes lo que yo extraño mis noches en el centro Rosalía de Castro en La Habana Vieja, sede de Tradicionales de los 50. Ese proyecto ha sacado del olvido a muchas figuras de este país de las que prácticamente ni se habla.

Mi estrecha relación con todos los que de una forma u otra somos compatibles generacionalmente como María Elena Lazo, Mundito González, María de Jesús, Laura así como con jóvenes valores que aman sus raíces, Félix Bernal y Andrés Sánchez, éste último cantante operático en activo que simultanea sus presentaciones en el lírico con Tradicionales.

Es una gran familia que espera anhelante sea controlada de una vez y por todas esta pandemia y así poder volcar nuestro arte en los siempre respetuosos y fervientes espectadores, fundamentalmente extranjeros, que nos aplauden en cada presentación.

Sé que además de cantar en tu vida has hecho otras muchas cosas.

¿Quién no lo hecho? Por ejemplo, soy traductora de francés; trabajé en la OCLE (Organización Continental Latinoamericana de Estudiantes), el periódico Juventud Rebelde y en el departamento de Relaciones Internacionales de la CTC.

En 1981 entré al Conjunto Artístico de las FAR que marcó el comienzo de mi vida profesional, en el 94, al inaugurarse Dos Gardenias, me convertí en una bolerista, que es como más me conocen aunque te reitero, yo me considero una cancionera.

¿Cuál es la diferencia?

Sencillamente la canción es más libre, el bolero es ritmático y tiene diversos estilos con su propio fraseo. El maestro Frank Fernández me aconsejó una vez, hace ya mucho, que tenía que identificarme con un género, pues cantaba de todo y no me identificas con uno en particular y que así no iba a ser conocida por el público.

No lo has hecho.

No. Es muy difícil para mí encasillarme en un solo género.

Pero yo te veo solicitada en diversos escenarios, incluyendo radio y televisión, en los cuales abundan otros géneros.

Eso es otro cantar. En Cuba no se diversifica la música. Tú consumes lo que te dan. Siempre existen corrientes como el caso del reguetón. La música, el arte influye, marca patrones. Y hay mucho facilismo, mucha convocatoria con poco rigor profesional y muchos no conocen ya nuestro patrimonio musical. Así el reguetón se ha impuesto.

¿Y cómo no imponerse si te levantas y te acuestas oyéndolo? El almendrón, los bicitaxis, las bodegas…¡En todos lados se escucha! Yo no estoy en contra de ningún género, pero sí de su generalización que lo convierte en algo único.

En este país, el reguetón ha barrido. La forma gestual de sus presentaciones se ha adueñado del cubano: la grosería, agresividad, vulgaridad que hoy sufrimos se ha heredado del reguetón. Yo no le hago la guerra como género. Lo que quiero es que el cubano, su juventud, tenga otras opciones.

Te ha subido la presión. Quiero decirte que comparto al ciento por ciento lo que has expresado. Lástima que por donde quiera se vendan discos con esa música y Lourdes Torres haya fallecido sin que ninguna productora se interesara por editarle uno o compilar parte de su amplia obra musical.

Es muy cierto, es increíble. Yo solo he grabado uno, hace ya más de 20 años y hace un año grabé otro con esfuerzo propio con la importante colaboración de mi Empresa Artística y de algunos amigos que hicieron aportes sustanciales.

¿Cuándo verá la luz Sin Etiqueta, nombre por el que será reconocido?

Estoy en vías de licenciarlo así que espero que en este 2021 esté al alcance de todos.

Además de Tradicionales ¿te mantenías antes de la pandemia en otros escenarios?

Me mantenía los martes en el café concert El Gato Tuerto y la semana con los tradicionales. Como ves, no me detengo. Esta actividad me mantiene; soy feliz trabajando. Mi música y mi hijo, flautista y productor musical, son las razones de mi vida.

¿Cuál ha sido tu reto más difícil?

Fue hace ya unos años, cuando la maestra Lizt Alfonso me invitó a tomar parte en la Gala por el décimo quinto aniversario de su compañía.

En ese espectáculo ella presentó fragmentos de sus más importantes coreografías y a mí me correspondió Alas de Feeling con una canción de la autoría de la propia Lizt que respaldaba la coreografia de una de sus principales solistas.

Tuve que olvidarme de mí para ponerme en función de la bailarina. La música acompañante era Ad libitum o sea, libre, se adecuaba a ella no a mí, algo que he hecho una sola vez en mi carrera. Yo tenía que esperar por su accionar en el escenario. ¡Muy difícil, pero valió la pena!

Aunque de aficionada hiciste presentaciones en el extranjero, ¿cómo te ha ido la vida artística por otros escenarios del mundo?

He cantado en alrededor de 20 naciones lo que conlleva públicos diferentes; en todos he recibido el calor, el entusiasmo por mis interpretaciones. Los públicos de México y Colombia son mis escenarios más preciados.

Resulta chocante que en tu patria pases prácticamente inadvertida y en el exterior la gente se rinde a tus pies como si fueras una diosa, fundamentalmente por ser una cantante cubana.

En el 2001 fui a Estados Unidos, ciudades del norte, en Chicago estuve junto a Mundito González, Rey Montesinos y un pequeño formato, pero todo se malogró por el ataque a las Torres Gemelas.

Resulta que llegamos con retraso por dificultades con la conexión de los vuelos Toronto-Chicago y fuimos directamente del aeropuerto al teatro. Realizamos nuestra presentación y al otro día esperábamos impacientes por la crítica de los medios, máxime que entre los espectadores se hallaba un famoso periodista caracterizado por su pluma letal.

Era conocido por butcher, carnicero en inglés. Y resultó todo un elogio hacia nuestra música cubana; incluso, me comparó con la genial Barbra Straissand en cuanto a la proyección escénica ¡Te puedes imaginar! Pero no pudo repetirse por lo del 11 de septiembre.

Sea como fuere, lo cierto es que el nombre de Raquel Hernández ya pertenece a la historia de la música cubana en tanto una de las grandes figuras de nuestra cancionística.

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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