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El "hombre de la bandera" consigue hogar gracias a un veterano de guerra estadounidense

Un veterano de la guerra de Vietnam le ofreció una casa para vivir temporalmente. Llorente aún no lo conoce en persona. "Me dijo: 'Daniel, la casa es grande, es tuya, utilízala, cuídala'", relató.

Daniel Llorente Foto © Daniel Llorente / Facebook

Este artículo es de hace 1 año

El cubano Daniel Llorente, conocido como "el hombre de la bandera", acaba de conseguir un hogar donde vivir de manera temporal gracias a la bondad de un veterano de guerra estadounidense.

Llorente, quien llegó hace casi un año a Estados Unidos, llevaba meses durmiendo en su carro, pues no había podido encontrar una casa con un precio asequible en Tampa.

La historia del disidente, quien en 2017 salió a la Plaza de la Revolución en Cuba con una bandera estadounidense y gritando ¡Libertad!, fue publicada esta semana en el Tampa Bay Times. Un veterano de la guerra de Vietnam se conmovió y le ofreció una casa para vivir temporalmente.

Daniel aún no conoce personalmente a su benefactor. Otro excombatiente norteamericano nombrado Richard Phelps actuó de intermediario entre él y el propietario de la vivienda.

"Solamente necesito utilizar el cuarto y el baño. Me dijo: 'No, Daniel, la casa es grande, es tuya, utilízala, cuídala'", relató a Telemundo 51.

El opositor, que está a la espera de la entrevista con las autoridades sobre su solicitud de asilo político, recibió por estos días la llamada de un abogado que le aseguró que la respuesta a su caso será positiva, y que los trámites no le costarán nada.

Daniel se quedó en la calle en octubre, cuando tuvo que irse de la casa de un amigo que lo había acogido transitoriamente. Dormía en su carro, donde guardaba una almohada, una manta y una bolsa con objetos personales, y acudía a organizaciones benéficas para obtener alimentos y ropa.

Durante este tiempo en Estados Unidos solo ha conseguido trabajos con salario mínimo.

Llorente, de 58 años, cruzó la frontera de México junto a su hijo Eliezer, de 22 años. Tras un tiempo trabajando juntos en la construcción, mantenimiento y limpieza de oficinas, el joven se fue a vivir con la familia de su novia, y fue contratado en un restaurante lavando platos.

Fue entonces que él, al no tener más familia en el país, parqueó su auto frente a una casa de huéspedes en la que se pagan 130 dólares por semana, esperando que se desocupara una pieza.

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