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Madre de joven fallecido en incendio en Matanzas: "Hay imágenes que no se alejan de mi cabeza"

Leo Alejandro Doval Pérez de Prado fue uno de los reclutas que murió en el incendio. Tenía 19 años.

Fabián y Leo, momentos antes de salir hacia el incendio © Vivianne Pérez de Prado López
Fabián y Leo, momentos antes de salir hacia el incendio Foto © Vivianne Pérez de Prado López

La madre del joven Leo Alejandro Doval Pérez de Prado, uno de los reclutas fallecidos durante el incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas, afirmó que a un año del siniestro y aunque trate de no pensar en ello, "hay imágenes que no se alejan" de su cabeza.

En una entrevista concedida al diario oficialista matancero Girón, Vivianne Pérez De Prado López explica su proceso de duelo, escenas previas a la muerte de su hijo que la "alertaban" de que algo podría poner en peligro la vida del joven e "imágenes que no se alejan de mi cabeza".

"Por ejemplo, cuando voy en una guagua y paso por el tramo de carretera frente a la universidad, donde se observa tan limpia la bahía con los tanques detrás, no hago más que imaginar la expresión de Leo al pasar justo por esa parte y sentir que se acercaba a esas llamas tan violentas", explicó.

Comenta que durante este año ha imaginado varias veces los minutos finales del joven de 19 años y finalmente decidió "no pensar más en el momento de la explosión".

"Prefiero quedarme con la versión que nos explicó Jorge González, médico forense, en la que nos decía que las altas temperaturas y la intensidad de una detonación como esa provoca la muerte inmediata, o cuanto menos, su pérdida total de conocimiento, por lo que la persona fallece sin margen a sentir ningún tipo de dolor", señaló.

Dijo que "he preferido apropiarme de esa versión porque antes pensaba mucho… —y todavía lo hago— en ese instante, en esos segundos. Nadie se merece una muerte así, Leo menos. Hasta el día de hoy no he sabido si estaba montado en el carro o no, qué hacía específicamente antes de morir".

Subraya que recopiló decenas de imágenes de los fotógrafos que cubrieron los hechos: "las tengo todas. Todo mi teléfono es eso. Para ver, detectar un detalle que alguien no vio", afirma la mujer, que ha compartido en varias ocasiones su dolor en emotivas publicaciones en Facebook.

El testimonio de la madre, que ha guardado en una parte del cuarto de su hijo "todas sus cositas", habla de la devastación de varias familias que perdieron a sus seres queridos durante el incendio de la Base de Supertanqueros de Matanzas, iniciado cuando un rayo impactó un depósito con miles de galones de combustible en la tarde del 5 de agosto de 2022.

Especialmente, de las que todavía se cuestionan por qué el régimen cubano mandó a la primera línea del desastre, uno de los peores incendios reportados en la isla, a jóvenes reclutas que cumplían el Servicio Militar obligatorio sin experiencia en ese tipo de incendios.

Pérez de Prado cuenta sobre ese día a Girón:

"La tarde en que cayó el rayo tuve una sensación muy fuerte. Se me erizó el lado izquierdo del cuerpo. Desde luego, lo primero que hice fue llamar a Leo, pero él estaba muy bien. Desde una azotea miraban y filmaban con los celulares la nube de humo que ya se elevaba por el aire.

Ese día hablamos hasta cerca de las 10 de la noche. Le repetí insistentemente que se cuidara y él, como siempre, intentó calmarme: “Duérmete temprano, que nosotros no vamos a ninguna parte”.

En lo adelante no volví a hablar con él. Poco después me acosté y no abrí más los ojos hasta el sábado, a las siete de la mañana, cuando me despierta una llamada del suegro de Leo, para preguntarme qué sabía del muchacho.

—Está bien, ayer hablamos bastante en la noche. ¿Por qué la pregunta?

—En la madrugada se fue para el incendio.

Me levanté, me vestí y salí para la calle. No sabía para dónde coger. Me monté en una moto que no recuerdo ni el color, ni he visto nunca más la cara del chofer. No sé si era botero, si le pagué o no. No recuerdo nada.

En medio de tanto nervio hablo con un amigo y me explica que había visto en el Parque de la Libertad un movimiento extraño, algunas carpas donde estaban atendiendo heridos, que pasara por allí. Al llegar me interceptó rápido una psicóloga que al ver cómo estaba me calmó un poco.

De ahí me fui a buscar por los hospitales. Primero llegué al Militar, donde todavía sin entrar se me acercó una señora, familiar igual que yo, y me preguntó a quién buscaba por allá. Entonces le expliqué que mi hijo pasaba el servicio en el comando del aeropuerto y en la madrugada se había trasladado a la Zona Industrial.

—Ay hija, me dijo, ese camión entró y no se salvó nadie.

Di el sí en el carro del suegro de Leo, camino ya al hospital Faustino. Me dijeron que grité, que hice no sé cuántas cosas más; pero en realidad no sé lo que pasó. Al llegar al hospital entramos como locas —la novia de Leo, la suegra y yo—, recorriendo las salas y mirándole el rostro a cada paciente encamado, a ver si reconocíamos a Leo. No nos hablábamos, pero por dentro teníamos la esperanza de reconocerlo.

Tay, la directora del Faustino, y Laurita, psicóloga, enseguida fueron a nuestro encuentro y nos ayudaron muchísimo, realmente fueron incondicionales y permanecieron con nosotras hasta que nos trasladamos hacia el hotel Velasco, donde se reunían ya los familiares de las personas desaparecidas.

Allí también llegamos con una esperanza: la esperanza de enterarnos de que a Leo le había dado tiempo correr. Pero después supimos que no."

En el incendio murieron 17 personas, entre ellos cuatro reclutas de entre 19 y 24 años: Leo Alejandro Doval Pérez de Prado (19 años), Fabián Naranjo Núñez (20 años), Michel Rodríguez Román y Adriano Rodríguez Gutiérrez.

Leo, el hijo de Vivianne, fue la víctima más joven del siniestro.

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