La tecnología avanza cada día, y no es menos cierto que en muchas ramas de la industria constituyen una verdadera solución.
No es menos cierto que en determinados trabajos "la ciencia", entiéndase un robot o una computadora pueden hacer "sin esfuerzo" el trabajo de 10, 15, 20 y hasta más personas.
Pero hay algo que ningún robot - al menos desde mi punto de vista - puede darte.
Y es esa sonrisa cálida, amena y sincera que muchos de nosotros cuando salimos a trabajar por las mañanas nos encontramos en "la chica o el chico que nos sirve el café" en nuestra cafetería preferida.
Es cierto que la faena es agobiante; lo es, pero el arte del servir requiere muchas más cosas que "la mezcla perfecta"
Un robot no podrá mirarte a los ojos, darte las buenas tardes u ofrecerte un consejo, "levantarte el día con una sonrisa"; ese calor humano que se despide en el trato y que es a veces tan importante como el sabor del café mismo.
En esta cafetería de San Francisco, un robot sustituye la labor humana. Con eficiencia, sin cansancio, y sin dolores en el hombro o cansancio en sus pies "enfrente su jornada labora de manera ininterrumpida".
Los chicos sonríen mientras el artefacto les da su cafecito; pero eso, creo, funciona bien en San Francisco, o en algún otro lugar donde la cultura del café tenga otras "connotaciones".
En la latina, no creo.
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