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Hambre en Venezuela: madres no envían a los niños a la escuela por miedo a que se desmayen

“A veces te quieres poner a llorar porque los ves que están llorando, porque me ha pasado que he tenido días en los que no he tenido nada que darles de comer, nada”

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Este artículo es de hace 6 años

No son pocas las familias venezolanas que, tras años de crisis económica, hoy sufren en sus hogares una escasez crítica de alimentos que les impide cubrir la dieta básica y las proteínas necesarias. Muchas madres confiesan que no mandan a sus hijos a la escuela por miedo a que se desmayen de hambre.

En esta situación se encuentran algunos habitantes de Petare, uno de los barrios más grandes de Latinoamérica.

Un reportaje del portal digital HispanoPost arroja algunas luces sobre la hambruna con la que conviven actualmente las familias del sector San Blas, donde además del hacinamiento, los residentes se enfrentan a precarias condiciones de vida.

“Es bien desesperante”, dice una madre entrevistada por los reporteros. “A veces te quieres poner a llorar porque los ves a ellos (sus hijos) que están llorando, porque me ha pasado que he tenido días en los que no he tenido nada que darles de comer, nada”, acotó.

Muchos niños pequeños han aprendido a esperar a la noche para comer y así, la única comida que reciben en el día les permite ir a la cama “con el estómago lleno”. Importantes alimentos para el crecimiento de los niños, como la leche, están ausentes por completo de las neveras.

“A veces ni me da hambre, pero a ellos los mantengo con algo para que no lloren. Hago el tetero con agua de arroz, no le echo ni leche ni azúcar porque no tengo, eso cuesta demasiado caro”, relató otra de las madres entrevistadas, quienes en su mayoría tienen de tres a cinco hijos.

El remedio que usan para los días más difíciles es sustituir el alimento por agua, para suplir la sensación de llenura, un método que a las protagonistas de este reportaje les provoca una desgarradora tristeza.

“Es muy triste. Les digo: ‘bueno, tómense un vasito de agua’, para calmar las ansias de comer, pero no es igual”, dijo entre lágrimas una de las residentes de San Blas, quien ha optado por no enviar a sus hijas al colegio por miedo a que se desmayen.

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