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Memoria del Exilio: "¿Ahogo o salida a flote?"

Parafraseando a mi amiga Edith Massola: “Hay tanto que hacer en una casa”.


Este artículo es de hace 5 años

Llevo rato en silencio, reordenando mi vida y mis ideas…

Ya estoy, todos los días, en peligro de entregar la existencia, por la libertad de expresión y el continuo saber, que, es sentirme crecer.

Entre escándalos y jaleos, ha sido, porque hay cosas que, para erradicarlas, definitivamente, han de hacerse públicas.

Por estas fechas, creo estarme quedando sordo.

Al menos, del oído derecho, pues a ratos, no escucho un carajo.

¡Qué pena!

Porque a mí, la izquierda, ya ni me interesa. *

* “Para comedias, Benavente” - dice un personaje en la película La muerte de un burócrata, de Titón.

Y no es cera, ni infección respiratoria.

Debe ser consecuencia de tanto zambullirme en la piscina.

Huyéndole a la desdicha, ahogando las penas.

Nadar - y ver danza - es lo único que logra calmar mi incurable ansiedad.

Aleja al más dañino y temido, de los efectos colaterales: la frustración.

Sin embargo, me aburre un poco el ballet acuático.

No sé el porqué, pero me produce cierta falta de aire.

Como ahorcarme de la manera más convencional, usada y socorrida.

Intento, entonces, probar a estrangularme, por la cintura.

He comprobado que me asfixia mucho menos.

Y no deja ese color morado oscuro, que viene convoyado con la carencia de aire.

Que, además, me resulta un tin deslucido y le sienta, muy poco, a la piel de mi cara.

Ahora estoy demasiado ocupado, como para matarme, qué va, lo dejo para mañana.

Siempre he pensado que, quien se deprime, es porque tiene tiempo para hacerlo.

Parafraseando a mi amiga Edith Massola: “hay tanto que hacer en una casa”

Como todo desempleado, no tengo jefe y hago lo que me salga de los bolas.

Aunque, eso no quiere decir que me pase el día, echándome fresco en las cojo…

He cortado todo el césped, del jardín posterior, en el lugar donde vivo.

Ya sé usar la cortadora, el bordeador, el ventilador y el recortador de detalles.

Trabajo pesado que hace sudar, a mares, la gota gorda.

Lo cual, resulta equivalente, por lo menos, a cuatro sesiones de gimnasio.

Lo voy a tratar de repetir, al menos, una vez al mes.

Para mantenerme en forma y regocijarme, al tiempo, con “mi casa linda y bonita”.

Luego, cinco* brazadas, de ida y vuelta, a lo largo de la piscina. Que, mantengo, lo más posible, azulita, chequeándole, constantemente, el filtro y vigilando el nivel de cloro en el H2O.

*cinco más cinco, hacen diez, con cinco más, ya son quince y así, sucesivamente.

Aunque termino un poco extenuado, prácticamente molido, me siento bastante satisfecho.

Me une una, muy especial, relación con el agua limpia, estancada.

Desde que estuve becado en una escuela de natación, a mis primeros seis años.

Poco a poco - si no le das paso, ni la dejas avanzar - la tristeza se va disipando, se retira agazapada

No obstante, va dejando en su rastro, una costra indeleble, dura, ennegrecida.

Que se aplaca, va cediendo, se acomoda, se apacigua, amaina.

Escampa, el dolor, bien adentro.

Cicatriza, por más que llueva, allá afuera, un derrame de perros y gatos.

Y, casi, casi, con marcada reticencia, se entroniza la calma en el alma.

También, le he armado, a mi amigo, tres muebles, que se compró en IKEA. *

* El lugar ideal para tragarse el cuento del buen vivir y del fueron felices “por los siglos de los siglos”.

Me acosté en todas las camas, reflejé en cada espejo y gocé cada butacón.

Cual - ya no tan inocente - quinceañera, me hice fotos, en cada rincón.

Saliendo tras la cortina de baño, en una ducha.

Envuelto en esa falsa-cara-ajena-lejana y multicolor prosperidad.

La venta es muy bonita, sí.

Pero, al terminar de armar un armario, pudimos comprobar que es, un poco, cicatera, roñosa y ridícula, su nefasta política, de entregar los tornillos exactos, para cada pieza.

¿Resultado?

El diminuto remache faltante, no ameritaba volver a la tienda, con el consiguiente gasto de gasolina, energías y tiempo. Así que, tuvimos que improvisar, sobre la marcha, para hacer funcionar la última de las gavetas.

El más insignificante de los elementos, puede echar a perder todo un aparador.

Tratando de hacer fecundas estas jornadas - de forzoso asueto - me he estructurado un curso, en Internet sobre la obra de Stephen Sondheim. Amén, de quedar extasiado, con la ópera Gianni Schicchi de Puccini; dispararme todas las entregas de premios TONY, desde el año 1960 y estudiar, a diario, el Porgy and Bess de Georges Gershwin, para una posible puesta en escena inmediata.

Alterno lecturas entre Cómo llegó la noche de Hubert Matos, La vida alcanza de Eliseo Alberto y El compañero que me atiende, la genial compilación de Enrique del Risco.

En una esquina, me esperan las novelas de Amir Valle, Pedraza Ginori, Vladimir Hernández, Cesar Álvarez y Julián Martínez Gómez, entre otros amigos nuevos, queridos y extraordinarios.

Y edito. Trato de conformar proyectos, que avanzan siendo aún work in progress, más, la decisión de reestructurar el estilo y darle otro sentido, al largometraje que pude filmar en Cuba - casi sin recursos y a escondidas - que se titula SEMEN.

De alguna forma aprovecho el “tiempo libre” - cuasi obligatorio - que me otorga esta suerte de reclusión domiciliaria, a la que parece haberme condenado, el Departamento de Inmigración de los Estados Unidos.

Por lo visto, esto va para largo, pica, se extiende. Y será lo de nunca acabar.

Ayer volví, una vez más, a buscar explicaciones en la Oficina que me corresponde.

El paso por el detector de metales no reportó ningún problema. Ya hay experiencia en ese cruce, que acaba, siempre, pareciéndoseme, a la travesía por el Estigia - el infernal río del odio mortecino - a través de sus acibarados afluentes.

*Aqueronte (el cauce de la pena y la aflicción)

Expuse, en perfecto inglés, la necesidad de hablar con un oficial, que me respondiese en español.

La muchacha de la recepción, seca, me repitió, dos veces, ante mi insistencia, que ella me podía facilitar un traductor, lo cual rechacé- pero, la próxima vez, me acogeré a la oferta, de las “tres gracias”, a ver si, entre más, tocamos a mucho mejor - de lo contrario , eso iba a ser, a suerte y verdad, el que me tocara, alguien, de entre las pocas ventanillas que estaban trabajando, que me atendiera, aunque fuese, en un castellano chapurreado.

Y, me puse a esperar, a la buena de Dios.

¡Son tan amables, algunos otros seres, con los inmigrantes, en este primer mundo!

*Cocito (la rivera de los lamentos)

R 21 fue el turno asignado.

El funcionario que nos tocó, detrás de la amplia vidriera, fue un cubanoamericano.

Bastante atento, cariñoso, buena gente e hispanoparlante.

Acompañó mi desconsuelo y se ofreció a pasar un mail - me dijo a dónde, pero, yo sólo puedo recordar, que fue “al más allá”- de preocupación, e indagación, por la inexplicable demora, que acarrea, actualmente, mi expediente.

- Pero, alguien tiene que darme una respuesta - demandé.

Entonces, llamó al supervisor.

* Flegetonte (el canal de fuego)

Minutos después, se sentó tras el vidrio de la pecera, un pez más gordo.

“En todos lados, cuecen habas”.

También, era cubanoamericano.

Al cual, igual, le canté las cuarenta y le bajé, de nuevo, el cassette con los hits parades de mi situación migratoria.

Hace ya dos meses que no puedo laborar, teniendo excelentes ofertas de empleo, porque se me venció el permiso de trabajo.

Y se niegan, o no entiendo por qué, se demoran, en renovarlo.

Estoy exonerado de pagar mi residencia, por bajos recursos.

¿Cómo puedo desembolsar, entonces, la renovación de una licencia para producir, si no me dejan, sin esa misma autorización, ni disparar un chícharoooooooooooo?

- Su caso lo está investigando el FBI - mencionó, entrecerrando los ojitos.

- ¿Para encontrar qué? ¿Qué no tengo un centavo y vivo prestado? Lo único que hallarán, a este paso, es mi cadáver, cubierto de telarañas, al lado del buzón, o debajo de un puente.

- El proceso está retardado. Tiene que esperar. ¿Qué le dice su abogado? - indagó con sarcasmo y malhumor.

- Yo no tengo dinero, siquiera, para sufragar una defensa. Soy como uno de esos niños, estacionados en la frontera, ¿sabe? Lo que, con unos cincuenta años de más.

- Pues, recurra a estas organizaciones católicas, quizás ellos puedan ayudarle - me pasó una lista. *

* Tan pronto regresé a la casa, llamé a algunas de ellas. Y, todavía, estoy esperando la respuesta de Dios. “Te llamo para atrás”, me advirtió, su secretaria, pero, jamás lo cumplió. Que el Señor siga con ellos.

La solidaridad del planeta está cada vez más pendiente del peculio.

O - propuso el muy “optimista” - pida el dinero prestado.

- ¿Usted puede darme del suyo? - le mendigué, al tiro.

Y el NO, se le hizo gesto, aura, sedimento, muro, gobierno, frontera, presidente y sonido. Y el NO, se le hizo gesto, aura, sedimento, muro, gobierno, frontera, presidente y sonido. Con caricaturesca, casi perruna-cantinflesca, mueca esbozó el mini gesto de una forzada benevolencia.

¡Qué fácil es, ver los toros desde la barrera!, ¿verdad? Opinar, desde su obesa comodidad. Ustedes me están incitando al trabajo negro, o a delinquir. Porque si no, ¿cómo puedo sobrevivir? Y yo no soy un delincuente. Sólo me queda recurrir a la influencia de un político.

¡Esa es buena idea! -agregó con sarcasmo.

¿De dónde habrán venido sus parientes?, me pregunto. Sin dudas, la indolencia humana no distingue lugares de nacimiento.

- No conozco, ni quiero conocer a ningún estadista, gobernante, mandatario, o, dizque líder del resto. No es el tipo de show que me interesa. Al circo, la verdad, es que voy bien poco. Porque la payasería, el doctor me recomendó consumirla en dosis controladas. Para evitar la acidez y la jaqueca aledañas. Y no perecer de impotencia. Sólo me queda, seguirlos hostigando. Reclamarles, una y otra vez, acudiendo al turno “cenicientesco”, que sólo ofrecen a las doce de la noche, rayando la hora y on line, hasta que se acostumbren, tanto, a verme, que la maquina detectora de metales, me envíe postales, encendidas, diciéndome cuanto me extraña. Me convertiré en medio básico de esta empresa. El socialismo me enseñó a resistir en peores condiciones, “en tiempos de paz”- que incitaban a la pelea - y sin una gota de esperanza.

* Lete (el torrente del olvido)

- O escribir una carta abierta al Nuevo Herald. Que dudo, me publiquen. Así que será una pérdida de tiempo, puritica mierda.

¿A quién le preocupa el dolor ajeno, teniendo su nevera llena?

O aguardar, con la misma impaciencia, a que me otorguen el World Record Guinness, de espera sempiterna, por la condenada residencia norteamericana.

Será como el premio a la obra de toda una vida.

A lo mejor, me forro.

¿Quién sabe?

“Hacer del Paraíso un infierno y del infierno un paraíso”, sentenció Milton.

¿De qué estábamos hablando?

Desvarío.

Toco fondo, mientras miro al cielo.

¿Llegaste a salvo?

¿Estás bien?

¿Qué opinas?

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.


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