APP GRATIS

Memoria del Exilio: La hora + feliz de Carlos Pérez

Carlos Pérez fue - más de una vez - expulsado del mismo paraíso que con sus anchas manos él mismo había forjado.


Este artículo es de hace 4 años

Cabeza, siempre tuvo.

Mucha, profusa, difusa y bastante. Y, en todo la metía.

Tan grande era su chola que, de chiquito, le resultaba un enorme sacrificio el “jugar a los escondidos”.

Por mucho que hiciese para ocultarse - nada más hacia asomarse - su inmensa y descomunal testa lo denunciaba, o lo que es decir, cubanamente, lo“echaba para alante”.

Fue entonces que se dio cuenta que con ella no sólo tendría que cargar el resto de toda su existencia y para siempre en lo adelante; sino que haciendo y ejercitando su buen uso - algo muy poco común y raro, cada vez más, en estos tiempos que hoy corren - podía vendimiar éxitos, tal vez flotantes, empero florecientes, ascendentes e invariablemente boyantes.

Se encargó la vida, por suerte - y por ley natural - de hacerle crecer - en la misma magnitud - el resto de su organismo.

Pues hubiese sido desmesura desproporcionada y ardua de transigir.

Así creció todo en él.

Poco a poco fue inflándose y como un globo se elevó con la firme determinación de alcanzar, lo más prominente posible, en algún lugar del cielo.

Toda esa inmensa estructura ciclópea debió albergar también - y me consta que aún lo atesora - un descomunal corazón.

Se equipó también de una colosal sonrisa, que le abre las puertas y fue ferviente su propósito creciente de emular con el sol.

Por la simple y sencilla razón de que - aunque él supiese que era, en serio, imposible medir protagonismo con el astro rey - su voluntad la encausó en brillar.

Cálidamente*, también.

*Casi estuve a punto de escribir Carlitamente. Pues, Carly era, como alguna vez, le solíamos nombrar.

A como diese lugar.

Y aunque es propósito loable y altamente recomendable - “para el alma divertir, se debiera de morir quien por bueno no lo estime, chan, chan”- no todo ha sido bienandanza en el camino por hacerse conocer, valer, escuchar, comprender y finalmente - o desde el mero primer atisbo - dejarse querer.

Yo empezaba a tantear la actuación en telenovelas y aventuras televisivas que él ensimismado solía devorar.

En una ocasión, me contaron que, al verme en pantalla, acercó su boca a ella y me empezó a llamar: “Juanqui, soy yo, ¿tú me oyes?”

Mi padre lo colocó ante un micrófono para que lo escuchara toda la cuadra.

Mi madre lo presentó a otros directores que buscaban talentos infantiles.

Y empezó a bogar.

De incomprensión a entendimiento saltando, se fue ganando, poquito a poco, el cariño y la alegría de mucha gente.

Por donde quiera que pasaba.

Cuanto más encumbrado se hacía, con más seres compartía.

Carlos Pérez fue - más de una vez - expulsado del mismo paraíso que con sus anchas manos él mismo había forjado.

Atrás dejó su familia, su cuna, su país, sus afectos más cercanos…

Y en lugar de rendirse al dolor - o dejarse llevar por la turbia corriente que empuja, diariamente, a los demás - Carlos Pérez ha sabido alzarse de nuevo, una y otra vez, “jodiendo la pita”, marcando su espacio, haciéndose sentir.

No importa las veces que te caigas - dicta, al parecer, su experiencia - sino las muchas más que te levantarás.

Porque la estatura de un hombre se calibra con sus pies bien parados sobre la tierra. Pero su vuelo se aquilata, cabalmente, de la mollera al cielo.

Eso lo hace más grande - curiosamente - por dentro.

Lo de él es hacer reír.

Nunca supe de nadie tan empeñado en tal empresa.

Hace algunos años me llamó para que colaboráramos en el proyecto de montar, en Miami, una versión de mi puesta en escena de LAS VIEJAS PUTAS, basada en el comic original de COPI.

Según él - en aquel entonces - quería que el público lo tomara en serio.

Me llevó a un bar lleno hasta el tope de una audiencia que anhelaba sediento verlo, escucharlo, de algún modo, poseerlo.

Nada más hizo abrir la boca, aquello se vino abajo.

Un maremágnum de risotadas desatadas atrajo consigo y aquello no paró por un largo rato.

Después, conversamos y pude preguntarle: ¿De verdad crees que lo que tú haces no es serio? Yo no me atrevería jamás a pararme frente a una manga de borrachos empedernidos y hacerlos reír, como tú lo has hecho por más de una hora. Alguien dijo esa máxima que sigo “lo divertido es lo opuesto a lo aburrido, no a lo serio” Y causar risa a mucha gente no es algo que pueda hacerlo todo el mundo. En Rusia, hubo un tiempo, en que los payasos tenían los mismos estamentos que los generales de ejército, la misma categoría. Aunque no causaban la misma gracia, por supuesto. No sé si aún sigue sucediendo lo mismo. Pero muchos a los que puede que les quede muy bien interpretar Hamlet, no tienen los huevos de pararse en un escenario a lidiar con un público sumergido en varios grados de alcohol. Si quieres asume el riesgo de cambiar de cuerda. Pero, si lo que te preocupa es lo que diga la gente, la gente siempre, de todas maneras, va a hablar. Porque para eso tienen lengua, criterio y libertad de expresar. Ganarás y perderás. Como en todo. Pero el que no arriesga… no cambia.

Nos despedimos ilusionados de asumir la posible aventura de trabajar juntos.

Por hache, o por be, aquel proyecto nunca cuajó*.

* Por motivos ajenos a nuestras voluntades y deseos. Creo que a los mecenas o inversores no les cuadró, luego, el billete con la lotería, no sé.

En ese viaje me presento la mejor de todas sus creaciones realizadas y por hacer: sus dos hijas.

* Ambas aparecen, en una suerte de guiño y/o agradecimiento, en una foto que enseña la maravillosa actriz Nancy González en el primero de mis CREMATORIOs: EN FIN…EL MAL.

Yo seguí en lo mío en lo que él se volvió habitual para las pantallas de Miami.

Aunque nací en un estudio de grabación hace tiempo que la televisión dejó de interesarme como entretenimiento.

Si acaso, persigo noticias o la dejo hablar en cualquier estación como si fuera una mascota, “para sentir la presencia de alguien”. Normalmente busco entre los únicos dos canales de música clásica*.

* Algo de lo que este estado americano adolece, pues no hay una repuñetera estación dedicada a la música mal llamada “culta”.

No hace mucho me llamó para ofrecerme un pequeño espacio junto a él en un programa.

Confieso que me aterré.

Siempre he hecho saber mi predilección por estar detrás de cámara y no delante.

Pero acepté. Con todo el temor del mundo - aunque pareciera que estaba cosiendo y cantando - me auto bajé el mismo argumento del cambio y el riesgo que le había bajado hace años.

Por suerte, justo a última hora, un malentendido con los realizadores me liberó de esa suerte.

Se lo agradecí.

Aunque ha sido mi intervención televisiva más corta, ja, ja.

Hace poco creí escuchar que Carlos Pérez, una vez más, debía comenzar de nuevo. *

* ¡Ese filme ya lo vi!

Inmediatamente - ¿qué hice yo?, ja, ja, sin tener ni dónde caerme muerto - me sentí compelido a ofrecerle mi ayuda.

Quizá sea el instante de retomar aquella idea, me dije.

Sólo así volvería al teatro.

Yo y él.

Me tranquilizó enseguida.

No era grave. Sólo una especie de rebote. Algo común por estos lados. *

* Como me decía una actriz querida: En este pueblo los despidos son cosa de todos los días.

Pronto estará reubicado. *

*Incluso, creo haber leído que ya anuncia un nuevo espacio en otro canal. ¡Qué maravilla!

Quizá, entonces, cuando se asiente le meta a aquella vieja idea.

“A nadie que le meten una patada en el culo, cae sentado” - recordé ese dicho que alguien me pasó una vez y que creo ya haber contado.

¿Cuántas veces se cayó y ha logrado recuperarse?

No sé por qué presiento, entonces, que la hora más feliz de mi amigo Carlos Pérez, estará siempre aún por llegar.

¡Ya verán!

¿Qué opinas?

COMENTAR

Archivado en:

Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

 +1 786 3965 689


Siguiente artículo:

No hay más noticias que mostrar, visitar Portada