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Paradiso: a cincuenta años de un escándalo literario cubano

Muchas obras son valoradas, preteridas y luego vueltas a revalorizar por las distintas generaciones. Quizás Paradiso no llegue a sus cincuenta años con el consenso de todos los cubanos. El paso de la posmodernidad y de las nuevas tecnologías, ha simplificado, en cierto modo, el consumo de novelas como estas que requieren un gran esfuerzo para su lectura. Pero, estoy segura, Paradiso continuará formando parte de la historia literaria cubana hasta el fin de los tiempos.

Lezama Lima © Archivo IPS
Lezama Lima Foto © Archivo IPS

Este artículo es de hace 7 años

Fue en 1966, con la aparición de la única novela publicada en vida por el cubano José Lezama Lima, que se desató en la isla uno de los escándalos más recordados por quienes vivieron en aquella época homofóbica y donde prevalecía una literatura épica que nada tenía que ver con las proposiciones estéticas de quien es hoy un escritor canónico de la literatura hispanoamericana.

Quienes pedían a la literatura un compromiso con la realidad revolucionaria posterior al triunfo de 1959, no podían comprender el desafío de una obra difícil, casi hermética, cuyo capítulo ocho, y sus referencias homoeróticas, molestaba a los opacos funcionarios de la época, que no entendían de diversidad sexual ni de hermetismos expresivos.

Lezama Lima recibió fuertes críticas y fue condenado al ostracismo por esa novela que en la actualidad es, para decirlo con las palabras del poeta y ensayista Virgilio López Lemus, “una catedral”, un ejemplo de renovación lingüística y la expresión más alta de un sistema poético que debe leerse como un todo si aspiramos a sumergirnos en las profundidades de Lezama. Cincuenta años después, la mayoría de los académicos considera a Paradiso como uno de los libros más importantes del español escrito en el siglo XX.

La historia de José Cemí —protagonista del texto— tuvo que esperar algo más de dos décadas para ser revalorizada en su país. Fue reeditada y los escritores de los ochenta se volcaron a la reivindicación del “escritor maldito” con una vehemencia que Lezama, fallecido en 1976, no pudo disfrutar.

Hoy en todo el país se está recordando el medio siglo de la aparición de una novela que comenzó a escribirse veinte años antes de su controvertida aparición completa, puesto que su autor ya había dado a conocer algunos capítulos en la legendaria revistaOrígenes, de la que fue fundador en la década del cuarenta.

En noviembre de este 2016 se celebrará un coloquio internacional y en diferentes medios de difusión cubanos comienzan a aparecer artículos que conmemoran el aniversario.

Sin embargo, muchos escritores menores de cincuenta años, no sienten la misma pasión por el Maestro que aquellos que en los ochenta lo convirtieron en su referencia más inmediata.

El narrador, poeta, ensayista y editor, Daniel Díaz Mantilla, de 46 años, me dice, por ejemplo, que hay en Lezama Lima una retórica que le molesta. “A su obra le falta agilidad, es demasiado recargada”.

Lo mismo ocurre a la escritora y traductora Susana Haug, nacida en 1983, quien declaró: “reconozco sus virtudes pero conecto mejor con otros escritores como Alejo Carpentier. De Lezama me quedo con el lenguaje. Sus personajes me parecen prolongaciones de sí mismo. Te confieso que no ha sido un escritor que me haya apasionado”.

Otros, por el contrario, como Charo Guerra, poeta y narradora de 54 años, opina que “Paradiso continua representando un momento de crecimiento. Sin embargo, dentro del panorama literario actual, de tanta experimentación, esta novela es una lección de llaneza.

”Las pretendidas oscuridades, añade, se despejaron en nuevas circunstancias y ante tanta sabiduría, gracia, pensamiento y creatividad del autor, los escritores debían asimilarla como uno de los límites sinceros de la posmodernidad. No competir gratuitamente con su lenguaje”.

Una de las más internacionalmente reconocidas narradoras cubanas, Ena Lucía Portela, de 46 años, me dijo: “Me gusta mucho Paradiso porque es muy sensorial, muy poco intelectual. Es como ver una película y puede ser que me haya influido de alguna manera, como lo hacen todas las cosas que uno disfruta. Además tengo una relación sentimental con Lezama porque, como él, nací un 19 de diciembre”.

Por su parte, la narradora Yamila Peñalver, de 38 años, confiesa: “Si bien debo confesar que soy más de Carpentier que lezamiana lo cierto es que Paradiso tiene algo que termina por atrapar, más allá de su indudable dificultad, del tan traído y llevado capítulo ocho, de su carácter ambicioso y renovable”.

En un editorial titulado “Paradiso extraviado”, publicado en La Gaceta de Cuba, el guionista de cine, cuentista y novelista Arturo Arango, de la generación de los ochenta, insinúa que el culto a Paradiso ha finalizado.

Se refiere a la multitudinaria presentación de la novela reeditada por Letras Cubanas en 1991 para expresar: “Quedaría por conocer cuántos de ellos —y se refiere a los asistentes al lanzamiento— alcanzaron el párrafo final y comprendieron el sentido de la voz que dice a José Cemí: podemos comenzar” para concluir asegurando que ese acto pudo marcar el comienzo del declive para el “periodo Lezama” en la literatura cubana.

Yo no lo creo así. Sucede que muchas obras son valoradas, preteridas y luego vueltas a revalorizar por las distintas generaciones. Quizás Paradiso no llegue a sus cincuenta años con el consenso de todos los cubanos. El paso de la posmodernidad y de las nuevas tecnologías, ha simplificado, en cierto modo, el consumo de novelas como estas que requieren un gran esfuerzo para su lectura. Pero, estoy segura, Paradiso continuará formando parte de la historia literaria cubana hasta el fin de los tiempos. Es un sitio que las veleidades temporales no le podrán arrebatar.

Por Marilyn Bobes

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