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Despaigne en exclusiva: “Con los cubanos de Grandes Ligas ganaríamos el Clásico”

El profesionalismo enseña de todo. Es el verdadero béisbol: disciplinado, organizado, enfocado en que el centro de la vida sea el juego de pelota. A mí me pagan por batear, y en lo demás soy dueño de mis actos. Aquí es distinto: no quieren que salgas del hotel, quieren que te acuestes temprano...

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Este artículo es de hace 7 años

Siempre me había parecido uno de esos peloteros nacidos para batear y nada más. Alguien que hablaba ahorrando las palabras, como si no tuviera mucho que decir o le importara un bledo hacerlo. Esa impresión se vino abajo ayer.

Anoche, en la casa del amigo Julio César Frandín, Alfredo Despaigne aceptó conversar sin reparos sobre su presente y sus planes inmediatos. Acaba de firmar un contrato suculento con el club más poderoso de Japón, Fukuoka SoftBank, pero lleva con calma la etiqueta de emblema del equipo que irá al Clásico Mundial.

Es, en un tiempo donde incluso se largan los mediocres, el mejor slugger que no ha abandonado la Isla rumbo a las Grandes Ligas. Sus números en Series Nacionales son de espanto (.349/.452/.650), y viene de una campaña rutilante por Japón con 24 bambinazos y 92 empujadas.

Está en el cenit. Aportando boletos y jonrones ayudó a Granma a coronarse a finales de enero, y unos días después fue la cara visible de una escuadra que rebasó los cálculos de muchos en la Serie del Caribe. Desde Antonio Pacheco, así lo creo, ningún capitán ha tenido tanta ascendencia en un team Cuba.

Vuelvo a casa del amigo Frandín. Cuando llegué al fondo del pasillo, lo primero que vi fue a Despaigne conversando con Don Orestes Kindelán. Estaban a la mesa, en la parte del centro, flanqueados por Carlos Martí y ese pianista ilustre, Frank Fernández. Nos saludamos. Alguien hizo unos cuentos a manera de necesario aperitivo. Comimos. Fue entonces que decidí abordar al cuarto bate de los Alazanes.

Para sorpresa mía, no puso pretextos. Estaba a punto de marcharse, incluso acatarrado, pero accedió a responderme cada interrogante con la misma expresión impasible que le vemos en home plate. Habló sin dar rodeos, sin esa tendencia patética a cuidarse las espaldas que se ha difundido como plaga entre los peloteros nacionales. “Será que es millonario”, pensé yo. “Será que ya no necesita tener miedo a que lo bajen del avión”.

En la Serie del Caribe quedaste por debajo de las expectativas. ¿Te sientes cansado?

-Realmente no es fácil llevar juntos los compromisos con Japón, Granma y el equipo Cuba. Ahora mismo no me noto el cansancio en el cuerpo, pero la noche no me alcanza para dormir lo que necesito. Cuando suena la alarma en la mañana, siento que me falta un poco por dormir. Para colmo, al volver de Japón tomé un breve descanso y confié en que los juegos de postemporada me ayudarían a reencontrar el ritmo, pero me dieron veinte bases y sin hacer swines no logré alcanzar la forma tope.

¿Piensas seguir haciendo el ciclo Japón-Granma-Cuba?

-Con el Cuba solo voy a seguir jugando los eventos de primer nivel. Con Granma siento que ayudé bastante en esta temporada, que se logró un sueño de unos cuarenta años y que cerré una etapa. A partir de ahora, cuando regrese de Japón no jugaré la Serie Nacional, sino que me dedicaré a descansar y a atender a la familia.

¿Te presiona saber que el equipo depende de tus batazos en altísima medida?

-No me presiona, pero me preocupa. No obstante, en mi posición de capitán tengo que mentalizar a todos –como hice con Granma- de que el equipo es de nueve peloteros y que si yo fallo, el de atrás tiene que hacerse responsable.

¿Podrás repetir o superar los tres cuadrangulares del Clásico anterior?

-El Tokyo Dome es un estadio corto, hecho para los jonroneros. Creo que el equipo Cuba, con los bateadores de fuerza que lleva, va a pegar unos cuantos jonrones cada vez que esos hombres levanten la pelota. Es verdad que vamos a enfrentar un pitcheo durísimo como el de Japón, pero con ellos lo que hay es que discriminar bastante, tratando siempre que no te monten en dos strikes, porque entonces todo se hace más complicado.

¿Crees que puedan batearle a Tomoyuki Sugano, el probable abridor en lugar del lesionado Shohei Otani?

-Sugano es el primer pitcher de los Gigantes de Yomiuri. Tira recta, cutter, sinker, slider y curva, con un cambio que parece un split, pero es un lanzador menos complicado que Otani, que llega a 100 millas y tiene buenos rompimientos. Sugano trabaja mucho con rectas y cutters, y creo que estamos en condiciones de enfrentarlo.

¿Puede Cuba avanzar a la segunda ronda del Clásico?

-Creo que sí, porque el estado de ánimo anda muy bien. Respeto a todos los managers que he tenido pero Carlos Martí lo está haciendo perfecto porque nos da mucha confianza. En el mítin yo casi me limito a decir: “Caballero, a jugar pelota; si se pierde no se va a acabar el mundo; y si se gana, felicidades. Vamos a jugar sin presión que aquí a nadie lo van a matar por fallar”. El secreto es que todos estén relajados.

¿Tratarás de llegar a 30 cuadrangulares en la próxima temporada de la Nippon Professional Baseball?

-Yo lo que me propongo es superar las marcas del año anterior. Allá empecé por 12 jonrones y seguí con 18 y 24; ahora quisiera poder dar un poco más. E igual lo hago con las impulsadas. Solo me preocuparía si no lograra superarme.

¿Ningún entrenador japonés te ha reprendido por el sobrepeso?

-Estoy pesando 111 kilos pero a ellos no les importa eso. Lo que les interesa es que yo dé jonrones y traiga carreras. Me siento bien al bate con el peso que tengo.

Siempre has sido crítico con el arbitraje cubano. ¿Cómo se comporta ese elemento allá?

-Allá el strike es arriba de home. En la Serie del Caribe nuestros pitchers se ponían bravos porque no les cantaban envíos que en Cuba son strike, y yo les decía que no se molestaran, que eso era consecuencia de que estaban mal acostumbrados por el arbitraje de acá. Cuando yo llegué a Japón le tiraba a todos los envíos para la esquina de afuera, por miedo a que me los cantaran como aquí, y ellos me enseñaron los videos de cómo atacaba aquellas bolas malas y he ido quitándome ese vicio.

¿Qué has aprendido en el profesionalismo?

-El profesionalismo enseña de todo. Es el verdadero béisbol: disciplinado, organizado, enfocado en que el centro de la vida sea el juego de pelota. A mí me pagan por batear, y en lo demás soy dueño de mis actos. Aquí es distinto: no quieren que salgas del hotel, quieren que te acuestes temprano... Japón me enseñó que a un profesional le imponen lo que tiene que hacer en los entrenamientos pero no en la vida diaria. Uno es el que sabe hasta dónde puede llegar. Si empiezas a trasnochar y esas cosas, debes tener claro que eso puede afectar tu rendimiento y puedes quedarte sin trabajo. Y también aprendí en lo deportivo: ahora selecciono mejor los lanzamientos y soy más paciente en home.

Actualmente Cuba sostiene conversaciones con la MLB en torno a varios puntos. ¿Te gustaría que los peloteros cubanos de Grandes Ligas jueguen por nuestra selección nacional?

-Me encantaría que todos los compañeros de uno que están fuera estuvieran aquí. Para nadie es secreto que si todos ellos jugaran en el Clásico, Cuba sería campeona. No quiere esto decir que no podamos serlo con lo que tenemos hoy, pero la calidad que aquellos jugadores han adquirido los tiene por encima del nivel. Para el quinto Clásico yo tendría 34 años, y si se da por fin ese proyecto, espero estar en el equipo.

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