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Música, memoria, y otros mojones maravillosos

¿Tienes tú por casualidad tu propia banda sonora de la Revolución Cubana? ¿La compartirías conmigo, ahora y aquí?

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Este artículo es de hace 6 años

¿Cuál fue la banda sonora de la Revolución Cubana? ¿Cuál será ese repertorio de melodías y letras que quedará en nuestra memoria y nuestro corazón cuando todo pase: es decir, cuando la Revolución Cubana no sea más que un gran cementerio, un pasado prehistórico, un paisaje en ruinas para los arqueólogos que aún ni han nacido?

La música entra siempre en resonancia con el alma humana. Puedes ser un analfabeto o puedes ser una eminencia con varios títulos de doctor. Tu alma no puede evitarlo al escucharla. Algunos acordes y arpegios te atravesarán de por vida. Algunas voces y escalas ocuparán, sin pedir permiso, tu memoria y le darán forma de cosa vivida, de cosa sentida, de cosa amada sin remedio aunque la odiaras.

La banda sonora que suena dentro de nuestras cabezas se asocia al cine hecho durante la Revolución Cubana. A ese cine pobre, pésimo, propagandístico, procaz, perverso. No importa. Igual tenemos ya en el cerebro esa luz de notas remotas, como un virus vital, como una pandemia patria, como una gramática lánguida de pentagramas e intérpretes muchos siglos antes de esta desilusionante Era Digital.

En los años sesenta en Cuba. En los años setenta en Cuba. En los años ochenta en Cuba. Y hasta ahí. No creo que mucho más para acá la memoria de nadie recuerde nada de la música sentimental de la época épica revolucionaria. Porque después fue apenas la debacle.

Los noventa y los años cero fueron como una gran mudez y una gran sordera, respectivamente. Y así ha sido hasta el día de hoy, cuando los cubanos somos a una misma vez mudos y sordos. Un país-páramo. Una nación insonora imposible de recordar.

Mucha de esa música todavía consigue hacerme llorar sin ningún pudor. Es escuálida y conmovedora, es una presencia muy personal. Esa música soy yo y sabes bien que esa música eres tú, aunque morirás sin reconocerlo, como un director de orquesta arruinado.

Eran temas musicales que la televisión estatal cubana nos impuso en masa, a la cañona, con precisión casi poética.

Muchas veces era la música que acompañaba a una película provinciana hasta lo patético, ridícula más allá de lo risible y lo represivo. Y muchas veces era la música que hacía entrañables a aquellos seriales de agentes secretos del Ministerio del Interior cubano, donde la Revolución era un sueño adolescentario que nos conmovía a pesar de las mil y una evidencias en su contra, y cuando la Revolución jamás llevaba (llevándolo) el apellido de los Castro.

Por supuesto, la música de los hermanos Sergio y José María Vitier tuvo muchísimo que ver con esto. Pero también la de Leo Brouwer, por ejemplo.

Y la musiquita de los muñequitos cubanos y extranjeros, con sus delicados diminutivos. Y la música monofónica de los concursos y programas de participación popular, torpemente televisados en exclusiva por el Canal 6. Y la música radiada: esa epifanía, ese cosmos, esa otra manera de conocer en persona a Dios. Y también la música de un ejército de trovadores mezquinos, que le vendieron al mundo libre la idea de que Cuba era una Revolución de izquierdas, y de esa forma desaparecieron una a una a las víctimas de la dictadura cubana (una dictadura sin signo ideológico, una dictadura pragmática capaz de predicar a Marx mientras imitaba a Maquiavelo).

Toda esa música, que hoy tanto amo a pesar de mí, fue el bálsamo milagroso que ayer hizo parecer terriblemente tierna a nuestra tiranía. La música nos salvó y nos embarcó. Nos civilizó con el arco iris de su tralalí-tralalá y nos hizo bestias brutales bajo el monopolio monolítico del color verde olivo.

Toda esa música, que hoy tanto amo a pesar de mí, fue el bálsamo milagroso que ayer hizo parecer terriblemente tierna a nuestra tiranía. La música nos salvó y nos embarcó.

¿Tienes tú por casualidad tu propia banda sonora de la Revolución Cubana? ¿La compartirías conmigo, ahora y aquí? ¿Crees a estas alturas, como yo, en semejante repertorio de melodías y letras que la repetición y la nostalgia han cavado como una fosa entre nuestra memoria y nuestro corazón?

Ay, esa música, leída fuera de su contexto, ahora que sus autores ya están muertos o se están muriendo, secretamente nos hace cubanos cómplices de habernos querido mucho entre nosotros alguna vez.

Esa música nos reconcilia hasta con nuestra rabia, con nuestro odio de haber sobrevivido a patadas, con nuestra derrota insistente e irreversible. Con nuestra propia insensibilidad musical. Y con esa cosa criminal disfrazada de Revolución que, quieras o no quieras, nos inventó a su imagen y semejanza para la posteridad.

Podremos borrar hasta la última huella de nuestra historia desde enero de 1959 hasta hoy. Pero siempre nos quedará la psicatriz con que la música de esa historia nota a nota nos acompañó.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Orlando Luis Pardo Lazo

Escritor y bloguero de La Habana. Actualmente realiza un doctorado en Literatura en Saint Louis, Missouri, EUA.


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