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La fiesta de los gusañeros

El anuncio del canciller cubano obedece a la vieja táctica castrista de vender como extraordinario lo normal.

Bruno Rodríguez © Reuters / Yuri Gripas
Bruno Rodríguez Foto © Reuters / Yuri Gripas

Este artículo es de hace 6 años

Muchos años después, los gusañeros recordarán aquella mañana, a orillas del Potomac, cuando Bruno Rodríguez los llevó a conocer el deshielo y la inédita fórmula del enjuague con agua tibia.

A falta de leer la letra pequeña de los “cambios” migratorios, el anuncio del canciller cubano obedece a la vieja táctica castrista de vender como extraordinario lo normal, lo que debía ser un derecho constitucional y nunca ha sido por la enorme desconfianza del Buró Político del Partido Comunista de Cuba en los cubanos.

Rodríguez anunció que se elimina la “habilitación” (un sello) de los pasaportes, pero sin aclarar si deroga también el absurdo de tener que renovar el pasaporte cada dos años, pese a que el propio documento asegura que es válido para seis años, perjudicando económicamente a los cubanos residentes en el extranjero.

Por ejemplo, la prórroga de su pasaporte (que solo vale para entrar y salir de Cuba) cuesta en Europa 90 euros, en USA, 160 dólares norteamericanos y, en el resto del mundo, 100 USD. Por tanto, un cubano residente en España tendrá que abonar un total de 180 euros para mantener vigente su pasaporte, que ya le ha costado otros 180 euros para solicitarlo por vez primera y para cambiarlo cada sexenio. Un auténtico disparate, además de injusto.

También dijo Rodríguez que podrán visitar la Isla los cubanos que hayan salido ilegalmente, excepto aquellos que lo hicieron a través de la Base Naval de Guantánamo. Salvo que obedezca a alguna razón oculta, la única causa de esta discriminación podría ser el temor del tardocastrismo a que se produzca un Mariel o éxodo de balseros vía Guantánamo.

Y el gobierno cubano también otorgará la nacionalidad a los hijos de cubanos que hayan nacido en terceros países, “sin necesidad de avecindarse” en la Isla. Se supone que esta gracia, vaya acompañada de un cambio legislativo que permitiese, por ejemplo, heredar propiedades en Cuba de sus abuelos y/o parientes cercanos; pero el reconocimiento del derecho no supone, a priori, ventaja alguna, salvo para el gobierno que cobraría por nuevos pasaportes, sus prórrogas bienales y los gastos que implica viajar a Cuba para ver a la familia.

Por si fuera poco, ya en plan de tirar el pasaporte por la borda; Rodríguez anunció que se permitirá a los cubanos exiliados viajar a Cuba en cruceros y yates que toquen las Marinas Hemingway y Varadero, atraques que serán extensibles a otros puertos próximamente.

Esta medida tiene escasa repercusión porque la mayoría de los emigrados cubanos son trabajadores sujetos compromisos de trabajo y pagos de recibos diversos, que impiden distraer dinero para comprar y/o alquilar yates o contratar cruceros que toquen Cuba, cuando esa parte de su dinero la consagran a ayudar a sus familiares en Cuba.

Cuba, además, prohíbe expresamente a los cubanos residentes en Cuba montarse en barcos o visitar cayos sin pedraplén, así que un emigrado con la fortuna de tener un yate o poder alquilarlo, solo rentabilizaría su dinero si, además de visitar a su familia y amigos, pudiera invitarlos a un bojeo a la isla por ejemplo, o simplemente salir de la Marina Hemingway y viajar a Varadero o María La Gorda; o pescar a una jeva o un jevo y llevárselo a un vacilón en su embarcación.

Pero será curioso ver la cara de héroes de la zafra, de guardafronteras, de médicos que no se fueron, etcétera, etc. cuando sepan que fulanito vino en un yate por la Marina Hemingway o Varadero y que es el mismo, aunque más viejo y generoso, al que despreciaron por no tener sangre revolucionaria, por no tener genes revolucionarios.

Más le valdría al tardocastrismo intentar pagar la deuda socioeconómica que tiene con la mayoría de los cubanos que dieron lo mejor de sus vidas a la revolución, que andar intentando congraciarse con el exilio proveedor de dólares y euros.

La emigración es importante, pero lo vital es la nación y Cuba está descuajeringada.

Bruno Rodríguez debe haberse sentido crecido y fue a más, consiguiendo el delirio de la escasa claque que se congregó en el salón, con un ejercicio de lirismo: “Estados Unidos cierra y Cuba abre”.

La frase es lo que llaman los freudianos un acto fallido, porque revela el inconsciente del tardocastrismo y confirma lo que temíamos, el huracán Irma y las medidas de Trump contra la cúpula militar neocapitalista han obligado a la dictadura a pretender suplantar la realidad con entusiasmo, en vísperas de la jubilación del General-Presidente.

Las ocurrencias oficiales se produjeron, además, casi a continuación de la expulsión de Cuba de la viuda de Oswaldo Payá que –pese a viajar a La Habana con su documentación acorde a las exigencias del guión totalitario- fue retenida en el aeropuerto de La Habana y devuelta a Miami.

Concluido el proceso de elecciones de Delegados del Poder Popular, ni un solo candidato independiente ha conseguido ser propuesto por sus vecinos, que han sufrido una terca represión. La nominación, incluso la elección de alguno de estos cubanos no supone peligro alguno para la estabilidad del régimen. Mientras que a Trump lo critican a diario con total libertad hasta congresistas de su propio partido.

El tardocastrismo es fallido, sobre todo, cuando intenta fingir que cambia para bien; cuando se limita a repetir el erróneo esquema de abre y cierra que tanta pobreza, emigración y desventura ha ocasionado a los cubanos, que han tardado 58 años en conseguir entrar a su país con ¡su pasaporte!

Para generar riqueza, salarios y bienestar hacen faltan democracia, justicia social y un ordenamiento jurídico estable que genere confianza en las personas, sean extranjeros o cubanos residentes en el extranjero con capacidad inversora, por mínima que sea.

Los limbos jurídicos donde lo prohibido esta noche, se tolera de madrugada y se legaliza al amanecer; para luego prohibirlo otra vez por la tarde, solo generan recelos, oportunismos e ilegalidades como las que trata de combatir, de momento con escaso éxito, la Controlaría General de la República, embarcada ahora en una nueva campaña de control sin ayuda.

Los cubanos, incluidos los residentes en el extranjero, llevan demasiado tiempo soportando los vaivenes regulatorios de un poder viejo, vacilante y miedoso.

Pero no debemos desanimarnos por la desafortunada incursión de Bruno Rodríguez en la política ficción, ya lo advirtió su tocayo, el gran Arsenio: después que uno vive veinte desengaños, qué importa uno más…

Y los gusañeros tampoco tienen motivos para la tristeza, Gonzalo Ascencio, lo dejó dicho en su guaguancó más conocido: consuélate como yo, que yo también tuve un amor y lo perdí…

Éramos pocos y ha parido un profesor norteamericano, convenientemente matraqueado por los muñequitos de Línea y A, que se ha puesto solemne para proclamar que Cuba es uno de los países más seguros del mundo…

El hambre es muy mala consejera, pero el dinero es lo más cobarde que hay en este mundo, sobre todo ahora que el capitalismo financiero ha descubierto que en Cuba tiene una mina con mano de obra cualificada, muy barata y con la ventaja de que ni siquiera hay huelgas.

Pa llorar, Don Bruno, para llorar.

*Gusareños: Mitad gusano, mitad compañero

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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Carlos Cabrera Pérez

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