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La desesperación de una pareja de cubanos en Trinidad y Tobago; él está enfermo y ella embarazada

"Aquí se comenta que la Living Water Community (quienes les entregan las ayudas cada mes) debería darnos dinero porque tienen un presupuesto para eso. Nunca nos han dado absolutamente nada".

Ruslan y su esposa © Cortesía del entrevistado
Ruslan y su esposa Foto © Cortesía del entrevistado

Este artículo es de hace 6 años

Ruslan Adames Cisneros está enfermo. No sabe exactamente qué le pasa pero lo vomita todo. Su esposa, Lary Pérez, está embarazada; lo saben porque se hizo una prueba de orina en casa y le dio positiva porque no tienen dinero para ir al médico.

Ellos son cubanos y pidieron asilo político. EE.UU. ha negado la petición y ahora se encuentra en proceso de apelación. Tres meses dura la decisión definitiva del gobierno norteamericano y ellos cuentan que están aterrados porque, si se lo niegan otra vez, a Cuba no piensan regresar.

Ruslán llegó hace dos años a Trinidad y Tobago. En Cuba tenía un negocio en su casa con el que ganaba algo de dinero arreglando equipos electrodomésticos. Desde que era estudiante tenía problemas por pensar diferente. Estuvo tres veces preso por esa causa, la dos últimas fueron las peores.

En 2010 lo detuvieron por una supuesta salida ilegal del país. “Era mi amigo el que se iba, pero dijeron que yo también era sospechoso. Hice diez días de huelga de hambre y tuvieron que soltarme”, cuenta.

“Luego, en 2012, me volvieron a arrestar. Dos años estuve incomunicado porque mi delito era contra la Seguridad del Estado”.

Ruslan / Foto: Cortesía del entrevistado

¿De qué te acusaban?

“Me vieron cerca de la Base Naval de Guantánamo con unos equipos de buzos y me llevaron a juicio. No había nada que hacer, el abogado me dijo que mi medida la dictaron en La Habana y que ni apelara porque no tenía sentido”.

“Cuando salí de prisión conocí por Facebook a una muchacha de aquí (Trinidad y Tobago) y ella me cobró 2 mil dólares por una carta de invitación. Yo ni me lo pensé, me fui a La Habana y con la ayuda de una tía hice todos los trámites”.

“Cuando llegué al aeropuerto aquella chica me dijo bienvenido y me soltó. No sabía ni para dónde ir, pero poco a poco y con la ayuda de una muchacha que conocí en un bar fui organizándome. Luego me encontré con un señor que tenía unas tierras, yo le trabajaba y él me dejaba dormir en su casa y me daba comida. Tengo mucho que agradecerle. Fíjate que le puso una carta de invitación a mi esposa y no me cobró nada por eso. Un tío mío que vive en EE.UU. me ayudó a comprarle el pasaje y desde que ella llegó me sentía mejor. Pero ese hombre murió, la hija vendió las tierras y nos vimos en la calle”.

Ruslan y su esposa tienen una hija de 9 años en Cuba que se quedó al cuidado de la abuela de él, que según cuenta, también lo crió a él.

La pequeña, de 9 años, vive en Cuba / Foto: Cortesía del entrevistado

No tienen dinero y tampoco reciben muchas ayudas. “Dos libras de arroz y una de frijoles para todo el mes es lo único que nos dan a veces. Dicen que El Papa aprobó un dinero para eso. De hecho, es la iglesia quien nos ayuda pero como aquí todo el mundo habla inglés nos atienden los venezolanos y no sabemos qué pasa, pero creemos que ellos mismos se reparten las cosas entre ellos”.

“Esto no estaba tan malo antes, pero hay muchos venezolanos aquí ahora y se va poniendo cada vez peor porque somos muchos”.

"Aquí se comenta que la Living Water Community (quienes les entregan las ayudas cada mes) debería darnos dinero porque tienen un presupuesto para eso. Nunca nos han dado absolutamente nada. La comida se la quedan y con el resto de los trámites, hospitales, medicamentos, transporte y demás no nos ayudan tampoco. Creo que los que están a cargo se lo están robando todo".

¿Ya fuiste al hospital?

Sí fui pero me hicieron unos análisis y me mandaron para la casa. Dicen ellos que no tienen presupuesto para dejarme ingresado. Yo necesito una endoscopía para saber qué pasa con mi estómago y eso no me lo hicieron. La suerte son unas vitaminas que me mandó mi tío de EE.UU. Esas no las vomito y me mantienen en pie.

¿Sospechas qué te puede haber pasado?

Quizás es la comida o el agua. Aquí vivimos en una comunidad que le dicen cloaca porque la rodean aguas albañales. El agua es tratada con cloro y la utilizan para todo. Nosotros no podemos comprar agua embotellada y también la tomamos, quizás es alguna bacteria. No sé bien.

¿Y ahora dónde vives?

En casa de un amigo venezolano que nos ofreció un cuarto para quedarnos. Pero no podemos trabajar porque no tenemos permiso. Si nos cogen trabajando nos llevan presos y nos deportan. Y el dinero del pasaje se lo piden a los familiares de uno en Cuba.

¿Si te volvieran a negar el asilo, cuáles son tus planes?

Tenemos esperanza y sino lucharemos por encontrar algún lugar que nos quiera pero a Cuba yo no regreso.

¿Te gustaría quedarte en Trinidad y Tobago de no poder llegar a Estados Unidos?

Aquí no me gustaría vivir. Hay mucho racismo con los hispanos. El otro día a mi esposa le gritaron de todo en una guagua. Ella se defendió y hasta abofeteó a la mujer que le gritó y todo el mundo le dio la razón a mi esposa.

La ACNUR ha revelado que el número de refugiados en Trinidad y Tobago se incrementó en un 40 por ciento desde enero a junio de 2017, en relación con igual periodo de 2016. Ruslan es uno de los más de mil cubanos que vive actualmente en ese país intentando legalizar su estatus migratorio en algún sitio.

El pasado año grupos de emigrantes cubanos realizaron varias protestas frente a la sede de ACNUR en Trinidad y Tobago. En diciembre la policía detuvo a nueve que llevaban casi tres meses protestando en la calle donde se encuentra las Oficinas de Naciones Unidas. Varios de ellos fueron liberados en enero, tras pagar una fianza de 5.000 dólares.

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