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Cuba a las puertas de otro ridículo regional

Casi 60 años después, el cuartico está igualito y muchos cubanos siguen yendo en dos bandos aparencialmente contrarios, pero que tienen más elementos en común, que los que ellos mismos sospechan; incluida su firme militancia en que su adversario está totalmente equivocado.

Delegación cubana en Cumbre de las Américas © Facebook/ Granma
Delegación cubana en Cumbre de las Américas Foto © Facebook/ Granma

Este artículo es de hace 5 años

Cuba está en víspera de protagonizar otro ridículo regional, cuando en la Cumbre de las Américas, que se celebra esta semana en Perú, castristas y anticastristas se enfrenten con las habituales acusaciones e insultos cruzados para gozo de sus partidarios y de la región.

Casi 60 años después, el cuartico está igualito y muchos cubanos siguen yendo en dos bandos aparencialmente contrarios, pero que tienen más elementos en común, que los que ellos mismos sospechan; incluida su firme militancia en que su adversario está totalmente equivocado.

Mientras persista esta dinámica de enfrentamiento a voz en cuello, con malas palabras y groserías mutuas, el tardocastrismo se eternizará porque los dos bandos enfrentados persisten en ignorar que ambos son víctimas del totalitarismo.

Conmueve los esfuerzos del gobierno cubano para impedir viajar a disidentes a Lima, usando la extraña figura migratoria de “regulación” y la excursión que ha organizado a Lima con diversos actores sociales a sueldo del Estado y que, nada más bajarse del avión, empezaron a gritar “pa lo que sea, Raúl, pa lo que sea”, entre otras eufonías de la chusmería institucional.

Por si fuera poco, algunos de los viajeros se han erigido en el refuerzo moral de la izquierda latinoamericana que, según ellos, pasa momentos duros por el avance del neoliberalismo, soslayando esa minucia de que han ido perdiendo elecciones tras elecciones, tras casi una década de delirios melancólicos.

Los anticastristas han usado sus vínculos con la OEA y otras instituciones latinoamericanas para intentar impedir hasta última hora la asistencia del presidente Raúl Castro, que quizá ni acuda porque está en vísperas de su prejubilación.

Ambos bandos insisten –machaconamente- en no reconocerse, en no dialogar, en no compartir estrategias que puedan contribuir a sacar a Cuba de la indefensión que padece, como evidenció el gesto de Viet Nam, un país que fue devastado por la guerra contra Estados Unidos, de perdonar la deuda contraída por La Habana.

Y América Latina, aunque públicamente condene a la dictadura cubana, está encantada con que los cubanos jamás aborden sus diferencias en una mesa de negociación, civilizada y respetuosamente, como paso previo a los cambios que deberán promover los relevistas de Raúl Castro al frente del estado y del gobierno.

La verdadera fuerza de Cuba está en la combinación del capital humano creado por la revolución, la modernidad que imprimió a la isla el know how americano, eso que algunos llaman la rapidez del cubano, y la bondad republicana; el resto son magias e invenciones en un país frustrado en lo esencial político y socioeconómico.

Una Cuba plural y diversa, sin odios sarracenos, representa una amenaza para muchos países de la región que se verían desplazados en ámbitos como la biotecnología, la medicina, el deporte, a industria agropecuaria, algunos servicios y, parcialmente en el turismo, porque Cuba llega tarde a la industria sin chimeneas y tiene fuerte dependencia de turoperadores extranjeros.

Pero esa no parece ser la prioridad de los bandos que protagonizan el aparentemente eterno rifirrafe cubano, sino echarse en cara lo malo que son mutuamente, en vez de buscar fórmulas para reparar todas las injusticias y agravios sin cometer nuevas injusticias y nuevos agravios.

Quizá el pecado original fue del castrismo al imponer un monólogo totalitario que se acerca a su sexta década, pero algunos olvidan que dicha imposición se produjo con el apoyo de un 90% de los cubanos, mayoritariamente ilusionados por pasar página del batistato, en otra muestra de desmemoria y oportunismo, lo mismo que ha ocurrido ya parcialmente con el castrismo y ocurrirá con el tardocastrismo.

A estas alturas, quizá resulte ridículo seguir en el vituperio y la ofensa, Fidel y Raúl Castro han derrotado a la mayoría de los cubanos, el primero murió en su cama y no hay indicios de que vaya a ocurrir algo diferente con el actual mandatario.

Si Dios no lo remedia, volverán las oscuras golondrinas en forma de pequeños mítines de repudio en Lima, como ya ocurriera en Panamá, incluso es probable que quienes más griten sean premiados a su vuelta a La Habana con un carguito que es mero artistaje, pues ni siquiera podría vivir con el confort de un taxista madrileño.

Y la mayoría de los cubanos seguirá peor que antes de la Cumbre de las Américas porque la gritería estéril no contribuirá a la mejora de sus condiciones de vida, solo ahondará la pena que cantó Elena Burke: Duele, mucho, duele sentirse tan sola (…) atada al fracaso… (…) padeciendo mi suerte (…) Duele ser como soy…

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.