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Memoria del Exilio: "Inmerso en el limbo"

Una vez más, la añeja y arcaica dirigencia cubana, exhibe la defensa irrenunciable a su obtusa, obcecada, vetusta y ridícula sordera. No hay diálogo con ellos. A no ser que pienses parejo.

Iguana en una piscina © Cortesía del autor
Iguana en una piscina Foto © Cortesía del autor

Este artículo es de hace 5 años

La foto corresponde al casting de un nuevo proyecto, con el título momentáneo: LA COMPOSICIÓN DEL H2O.

Una especie de traslación libérrima de TIGRES EN ALTA MAR, al proceder de Esther Williams. Con agua, ¡mucha agua! Como clamaba Antoñica Izquierdo, o Idalia Anreus interpretándola, en la fabulosa película de Manuel Octavio Gómez.

Ahora que la fábrica de ilusiones norteamericana, premia amores mudos hacia anfibios, o a batracios sin pipi.

Porque no parece ser señal de estos tiempos - que más que correr, vuelan - ni tampoco el sitio, para alentar los verdaderos, urgentes, necesarios - cada vez más raros - y legítimos apegos entre los seres humanos. Por el contrario: lo que molesta, se bombardea.

O “No es el lugar, ni el momento”, como rezan y predican los aguerridos cancerberos, oportunistas y demagogos, de todo infausto gobierno. Tal y como repiten vocingleros, cual papagayos cacareando, los burócratas de turno, cabecillas y/o caciques que se autodenominan“revolucionarios”y llegan a creerse “sociedad civil”.

¿De qué sociedad estarán hablando? ¿A qué civilización pertenecen? ¿A quiénes representan?

Ahora que nuestra Patria “enardecida”, “enérgica y viril” exporta griteríos de lemas con tumultos. E internacionaliza las “marchas del pueblo combatiente”, o hace un crossover con los ignominiosos, abyectos y despreciables “mítines de repudio”. En obvia demostración de un sistema educativo, que fenece entre deficiencias, indolencias, chusmería, ausencias, omisiones y politiquería barata. Y una vez más, la añeja y arcaica dirigencia cubana, exhibe la defensa irrenunciable a su obtusa, obcecada, vetusta y ridícula sordera. No hay diálogo con ellos. A no ser que pienses parejo.

Un amigo cubano que vive en Lima, me confiesa sentir vergüenza ajena.

- No. Tú, no. – le dije - Los que deberían sentir vergüenza, son ellos. Pero no la tienen. No saben lo que es.

- ¡Es que el mundo va a pensar que todos los cubanos somos así!

- Bueno, empecemos por el principio. El mundo no piensa. O lo hace cada vez menos. Que no es lo mismo, pero es igual. Y el que llegue a esa conclusión, es porque habrá conocido, sólo, a cubanos así. Yo los he visto a todos, y a cada uno, de una manera distinta, particular y diferente. Porque nadie es igual. Encárgate de demostrarle a los demás, que eres diverso. Porque incluso hasta ellos lo son. Aunque escondan sus miserables existencias, envueltas en la masa. Cárnica. Sin cartera y sin cantera. Cicateros y roñosos. Comemierdas, a los que les encanta matar el tiempo y asesinárselo, en pago, a los demás. Acérrimos fanáticos a la subyugación. La pasión del siervo.

Y ahí mismo, le endilgué la historia de mi primer encuentro con Alfredo Guevara. La locación fue en el lobby de un hotel en Viña del Mar, en Chile, durante el fatídico año 1993. Cuba empezaba un “Período Especial en tiempos de paz” (la creatividad castrense en inventarse nombres para los sacrificios, no tiene parangón) que ha devenido en un medioevo, casi rayando en un esclavismo mal remunerado.

Y, a juzgar por lo que exhibe, domestica, saca a pasear y defiende, oficialmente, hoy día, la nomenclatura partidista, parece abocarse, sin escala previa, hacia el Paleolítico Inferior.

¡Con suerte!

Llevaba dos años residiendo en Alemania y viajando por toda Europa. Representando a nuestro país, en los mejores festivales internacionales de cortometrajes de ese continente. En casi todos. ¡Y hay muchos! Gracias a mi Tesis de Graduación, como parte de la primera generación de egresados, de la Escuela Internacional de Cine y Televisión, de San Antonio de los Baños (EICTV) titulada: Oscuros rinocerontes enjaulados (muy a la moda)

El festival chileno estaba dedicado a la isla. Y junto a Alfredo, viajaba una amplia delegación que incluía, entre los que recuerdo, a mi adorada Daisy Granados, a Pastor Vega – que desde ahí empezamos a ser amigos – y a dos jóvenes cineastas, por entonces consentidos “favoritos” dela “presidencia cinematográfica”. Mi corto lo exhibían fuera del programa de la muestra que ellos traían. Viajamos en el mismo avión desde la isla. Por supuesto él y sus elegidos en primera clase. El resto, en la bodega.

Finalmente accedió a darme unos minutos, donde le expliqué qué, como cubano, aunque vivía fuera, me interesaba volver y hacer cine ahí. E iniciar mis pasos en la industria de esos tiempos. Me miró de arriba abajo.

- ¿Cómo dices que eres cubano, si te vistes de esa manera y hablas con ese acento?

Con su salida di por terminado ipso facto el interés en nuestro encuentro. Y como me cuesta quedarme callado ante semejante estupidez, le espeté.

- Nunca me he preguntado si soy cubano o no. Simplemente porque nací con ello. Tampoco, jamás, me dieron a escoger antes. Y después, usted sabe… ¡Ya no se puede! Aunque hasta se logre muchas veces en papeles. Porque eso corre por mis venas. De la misma manera que no he indagado, si en mi cuerpo mana sangre. Además de otros fluidos, qué, por figurar en menor escala, no son menos importantes.

Me miró serio a los ojos. Y entonces, se me ocurrió preguntarle.

- ¿Y para ser cubano hay que vestirse y hablar como usted? ¿Usted se viste y habla como un cubano? Deme una señal, ¿cuál es la norma? ¿Cómo se emperifolla y expresa un reyoyo?

Alfredo era conocido - y hasta burlado - por arrastrar la erre y afrancesar el gesto. Con un saco perenne sobre los hombros - a la manera de chal de la pasionaria - que luego coronó con un malcriado perrito, llamado Baco, en sus brazos. Como si fuera una jaba ladrante. Me respondió con sobreactuada bondad.

- Fuera de Cuba, podrás hacer todo el cine cubano que quieras, ya sabes.

No sólo me estaba sentenciando a no poder hacer nada, en la que es también mi tierra. Sino que me autorizaba, además, a hacerlo internacionalmente. Y yo nunca me enteré, quién le otorgó ese derecho. ¿Ban Ki Moon o el Gran Hermano? ¿Obi wan kenobi, o el viejo Djin Jottábich?

- Así son de prepotentes, arbitrarios y creídos. - seguí con mi amigo - Otorgan derechos humanos por cupón o casilla de la libreta de abastecimientos. No tienes por qué sentir sofoco, o bochorno, alguno. Mucha Patria adentro, según vociferan ellos, descuida la real, sufrida y objetiva afuera. Así como el espíritu de manada, o la pasión ovejuna, adornan toda esa carencia de pensamiento propio. El silencio de los corderos sólo se rompe balando. Es lo que han hecho siempre. Y únicamente, lo que saben hacer, ad infinitum: berrear, chillar, embestir, ofender y rugir. La rabia no les deja vivir. Y, por tanto, hacen lo imposible por joderle la vida a los demás. ¡Pobres seres! Triste mundo.

Mi amigo me contestó:

- Tienes toda la razón.

A lo que le respondí enseguida.

- ¡Qué va! Si tuviera toda la razón, trataría de donarles algo, a esos irracionales que se desgañitan y que ya hemos visto muchas veces antes. Es como un loop. La misma escena repetida, año tras año. Quien no tiene la razón, se violenta, ultraja e insulta. A falta de raciocinio, se recurre a la agresión. Se va a las manos cuando no usa el cerebro.

- ¿Cómo estás? – cambió, de repente, la conversación, para intentar algo más lindo, lejano, a toda esa letanía.

- Bueno, este 15 de abril va a ser dos años que llegué a Estados Unidos. Y aún no me llega la dichosa residencia. Está por vencerse mi permiso de trabajo y por lo tanto mi licencia. Por consiguiente, puedo perder mi empleo y ni siquiera podré moverme a resolver esos problemas. Es divertido, parece un tiovivo. Estoy a punto de convertirme en un alien, en un objeto social no identificado, en un don nadie, o en un “no ser” shakespeareano. Dentro de poco empiezo a residir en Babia, estaré en las Batuecas, o lo que es lo mismo habitaré legalmente en una nación de musarañas. Trato de convencerme de que es mucho mejor tratar de subsistir al margen del sistema y estar excluido del universo. Ya veremos hasta donde llego.

Fue entonces que reparé en la enorme iguana, que se lanzó al fondo de la piscina, huyéndole a la gata de la casa, que le importunaba. Viéndola así, ahogada, pero tan campante, me identifiqué con su estado. Y se me ocurrió como argumento para un posible guion. Nada nuevo, u original. Bastante gastado, usado y socorrido. Quizás no me garantice ni un Oscar, ni un centavo más en el bolsillo. Ni un documento en regla, ni una obesidad desproporcionada. Pero quien sabe si pueda obtener, al menos, la atención - y hasta el like, o el comentario - de un Javier, de un Alberto, de un Ernesto, de un Luis, de un Lázaro, de un Iván, de un Horacio, o de un José. O las airadas y podridas disquisiciones de a quienes le duelen, por algo, estos textos.

Pienso a la manera de ese enorme artista que fue Norman McLaren, quién al ser avisado, después de ser galardonado con una de esas estatuillas doradas, contestó en un escueto mensaje:

¡Muchas gracias, muy honrado! Pero… ¿quién es Oscar?

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.


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Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.