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A sus 46 años, el Parque Lenin demanda atracciones, entretenimiento y cultura

Ligado a la memoria de quienes fuimos niños o jóvenes en los años setenta y ochenta, el Parque Lenin ha perdido, desgraciadamente, su aureola.

La montaña rusa del Parque Lenin está en ruinas © Facebook
La montaña rusa del Parque Lenin está en ruinas Foto © Facebook

Este artículo es de hace 5 años

Para los niños y jóvenes cubanos de hace treinta o cuarenta años el Parque Lenin era una de las opciones recreativas principales de La Habana, con su oferta gastronómica de chocolates y golosinas diversas, así como su imprescindible función de pulmón campestre y vegetal de La Habana.

Aunque fue concebido en 1969, en las inmediaciones de la presa Ejército Rebelde, solo en 1971 comenzaron a funcionar las primeras obras, y quedó inaugurado un 22 de abril, día del nacimiento de Vladimir Ilich Lenin, de 1972, dentro de una década en la cual se percibió con mucha mayor fuerza la influencia de lo soviético en la vida cubana, pues en esa misma década se inauguraron el hospital y la escuela vocacional también llamados con el nombre del líder soviético.

Situado a 25 kilómetros al sur de La Habana, sus 765 hectáreas de áreas verdes tuvieron un atractivo muy especial, y debe decirse que casi toda la vegetación fue transportada desde diversos lugares del país, porque el marabú predominaba en la zona donde se situaron las instalaciones. Para implantar toda esta vegetación (caña brava, yagruma, pino, araucaria, cedro, almácigo y diversas palmáceas) hubo que trasladas muchos miles metros cúbicos de tierra vegetal para crear un nuevo suelo que permitiera la siembra de los árboles y del césped.

El Parque Lenin siempre tuvo el propósito de ofrecerle preeminencia al ambiente natural por encima de las construcciones, estas últimas concebidas con un sistema de hormigón armado. Entre las más destacadas vale mencionar el lujoso restaurant Las Ruinas (con sus vitrales de Portocarrero), la galería de arte Amelia Peláez, el restaurante La Faralla, el Acuario de peces de agua dulce con diseño espiral, el anfiteatro con escenario flotante, un parque de diversiones y el popular Rodeo, la pista de Motocross, el Centro Ecuestre y el Complejo de piscinas.

Aunque casi todas las instalaciones mencionadas padecieron el embate del Periodo Especial, y algunas lograron renovarse en fechas recientes, el caso más notable de abandono y destrucción es el Parque de diversiones en el cual quedan muy pocos equipos funcionando, y los que sí prestan servicio padecen la inasistencia del público por la distancia de la capital, los problemas de transporte, y la falta de ofertas gastronómicas diversas o de propuestas culturales atractivas.

Hace unos meses, para el verano de 2017, se reactivó el anfiteatro, pero de poco sirven los recursos empleados si el lugar continúa careciendo de propuestas atractivas y sistemáticas, dignas de ser promovidas y atendidas, que impulsen al público a la incierta excursión que lo impulse a permanecer sentado, durante un tiempo largo, en las pintorescas pero incómodas graderías de piedra.

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Joel del Río

Joel del Río. Periodista, crítico de arte y profesor. Trabaja como redactor de prensa en el ICAIC. Colabora en temas culturales con algunos de los principales medios en Cuba. Ha sido profesor en la FAMCA y la EICTV, de historia del cine y géneros cinematográficos.


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Joel del Río

Joel del Río. Periodista, crítico de arte y profesor. Trabaja como redactor de prensa en el ICAIC. Colabora en temas culturales con algunos de los principales medios en Cuba. Ha sido profesor en la FAMCA y la EICTV, de historia del cine y géneros cinematográficos.