
Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.
La jornada
Que no todo en el fútbol se trata de físico y técnica, lo sabe Costa Rica. La escuadra centroamericana es capaz de ocupar cada trozo de campo con prestancia y así le hace la vida difícil a contrincantes superiores como el propio Brasil, tan glamoroso, tan favorito, tan arropado por las galas de la historia.
El primer tiempo del partido que hace minutos sostuvieron ticos y verdeamarillos dio cuenta de ello. Los brasileños fueron dueños de la posesión, generaron peligro –sobre todo por esa banda izquierda donde Neymar hace mancuerna con Marcelo-, pero siempre hubo alguien en la dilatada línea defensiva del contrario que conjuró la posibilidad del grito eufórico.
Cinco hombres plantó Oscar Ramírez por delante de Keylor, y una línea de cuatro en el centro del campo. A ratos se batían en retirada, y a ratos improvisaban algún contrataque de moderada magnitud.
Pasaba el tiempo y desesperaba la ‘torcida’, aunque siempre sobrevivía la sensación de que Brasil acabaría abriendo aquella lata. El meta del Real Madrid, estoico, mantenía su cabaña a cero (en ocasiones por mérito propio; en ocasiones ayudado, todo sea dicho, por disparos erráticos como uno desperdiciado por Neymar con todas las ventajas).
Pasado el ‘80, los brasileños comenzaron a mostrar signos de enojo e impotencia, avergonzados por una selección modesta que tendía sus carencias al sol impunemente. Al final, como siempre se dice de las películas de Hollywood, al negro lo mataron. Y fue injusto.
El gol
El de Coutinho, absolutamente salvador del orgullo del Scratch.
El equipo
La sacrificada Costa Rica.
La individualidad
Keylor Navas.
El fiasco
Neymar, inoperante y sobreactuado. Ni siquiera su gol de último minuto le sirvió para salvar la tarde.
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